Capítulo 3

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¿Quién no firmaría algo como lo que tenía delante? Las condiciones no solo eran mejores, sino que no tenía que aguantar a Livingston. Y las coberturas ni si quiera las había mirado completamente. Tenía un buen seguro médico, dental, servicio legal y un montón de cosas más con las que no contaba. Seguramente habría alguna trampa, las compañías sanitarias no eran tan transparentes, y no se la jugaban por sus empleados, pero algo me decía que mi nueva empresa no era peor que la que había dejado atrás.

—Aquí tiene. —Le tendí a la subdirectora la tablet con ambos documentos firmados.

—Bien. Le enviaré una copia a su correo. Y ahora, ya que vamos a trabajar juntos, creo que podemos tutearnos, doctor ¿puedo llamarle Leo?

—Me parece perfecto.

—Yo soy Amy, pero si quieres conservar tus dedos fe una pieza, será mejor que me llames señora Costas. No creo que quieras tener problemas con mi marido.

—¿Es celoso? —pregunté algo intrigado, aunque no mucho. No pensaba acercarme a esa mujer con semejante amenaza.

—Digamos que no le gusta que la gente se tome demasiadas confianzas conmigo, al menos aquí en el trabajo, y sobre todo con personas que acabamos de conocer. —Estaba confundido.

—No entiendo.

—Es el director. —Aquella información sí que me sorprendió.

—Ah, eso. ¿Puedo preguntarte algo, subdirectora Costas? —Ella sonrió afable.

—¿Quieres saber si la doctora Costas y yo somos familia? —¿Podría leer mi mente?

—Pues sí, me parece demasiada coincidencia. Costas no es un apellido muy común.

—Somos cuñadas.

—Eso lo aclara. —No quería profundizar más. Mi curiosidad se saciaría a medida que pasara el tiempo. Un hospital es una fábrica de cuchicheos, al menos entre el personal.

—Te acompañaré a tu despacho y te enseñaré todo esto.

—Perfecto.

Mientras la seguía, mis pies iban flotando. No solo tenía el trabajo, sino que iba a tomar posesión de un despacho. En San Francisco no tenía nada de eso, solo una taquilla para cambiarme en los vestuarios comunes. ¿Sería demasiado vengativo el enviarles algunas fotos a mis antiguos compañeros? Quería hacer rabiar a Livingston, y sabía que haciéndole ver que yo tenía más que él sería fácil. Un despacho. Aquí sí que tenían recursos. No corras, Leo, posiblemente sería compartido, o tal vez sería la consulta donde atendería a mis pacientes.

Amy entró en una oficina que estaba en la pared de enfrente, para dejar la tablet sobre el escritorio.

—Si me necesitas, solo tienes que marcar mi extensión—me enseñó el teléfono que llevaba en su mano —Es más fácil que localizarme en mi despacho. —Señaló su espalda, donde distinguí la placa con su nombre.

—Lo tendré en cuenta.

Bajamos una planta en ascensor, algo que yo no habría hecho, porque me gusta moverme por el hospital, soy de los que usan las escaleras.

—A la derecha está administración, a la izquierda los despachos médicos. —señaló Amy.

—¿Todos los médicos tienen despacho? —Ella me devolvió un gesto sorprendido.

—¡No!, solo los directores de cada departamento. —Aquello me desconcertó.

—¿Y yo voy a tener un despacho aquí?

Dr. LeoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora