Capítulo 11

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El proceso de mapeo me pareció mucho más largo de lo que recordaba, pero he de reconocer que hacer una copia exacta de un corazón, aunque fuese infantil, requería su tiempo. Sobre todo, si querían construir uno nuevo utilizando como referencia el molde, por así llamarlo, que estábamos creando en ese momento.

—Creo que lo tenemos todo. —comentó Drake mientras tecleaba rápidamente, haciendo aparecer una imagen tridimensional del corazón de su hijo en el monitor.

—Es asombroso. —reconocí. Decididamente, los equipos tecnológicos de este hospital estaban mucho más avanzados que los de mi antiguo trabajo.

—Hemos terminado. —dijo Drake por el micrófono, para que los que estaban al otro lado de la cristalera lo oyeran.

Observé como Jade retiraba la vía del brazo del pequeño con cuidado. No es que el niño se quejase, pero sabía que un pinchazo como ese era doloroso. Me sorprendió que el pequeño se mantuviese quieto todo el tiempo que duró la prueba, y mucho más que no se quejase ni una sola vez.

—Tienen que volverle loco los muffins. —Me escuché decir en voz alta.

—No ha soportado todo esto por un dulce, sino por su nueva amiga. —La mirada de Drake observaba con tristeza al otro lado del cristal, pero sabía que no estaba provocada por su hijo.

—¿Amiga? —Estaba empezando a darme cuenta de que por aquí las coincidencias no eran arbitrarias. ¿Una niña con problemas cardíacos?

—Ya la conoces. Ha sido tu paciente hoy. —Mi sospecha se confirmó.

—Alma Rodríguez. —Drake asintió.

—Mi hijo es de ese tipo de personas que no hay quién detenga si tiene una fuerte determinación. Jamás le obligaría a someterse a una prueba dolorosa, pero si él está dispuesto a dejar que lo pinchen para ayudar a su amiga, ¿quién soy yo para impedírselo? —¿Estaba entendiendo lo que parecía?

—¿Le has manipulado para que se dejase someter a la prueba? —le acusé.

—Solo dejé que se conocieran, y le expliqué lo que quería hacer para ayudarla. Enseguida se ofreció voluntario, como supuse.

—Tu hijo tiene un gran corazón. —Aunque seguía pensando que le había manipulado para conseguir de él lo que necesitaba. Pero yo no era nadie para juzgarle, mi familia es mucho peor, son de los que recurren al chantaje, y no solo el emocional. Bueno, mis padres se libran bastante de ser así, pero es que ellos son... algo diferentes.

—Lo ha heredado de su abuela. —reconoció. —Pero si su madre pregunta, tú y yo no sabemos nada de esto, ¿queda claro? —Actuando a espaldas de su mujer, puf. No sería yo el que le dijera de un matrimonio no podría ir bien si se ocultaban cosas.

—Mis labios están sellados. —Me cerré la boca de forma teatral con dos dedos.

—Bien, porque no te dejaré participar en el proyecto si no puedo confiar en ti. —¿Estaba en el proyecto? Me había dejado sin palabras.

—Papá, ¿puedo compartir con Alma mi muffin? —preguntó el pequeño en cuanto su padre se adentró en la cabina.

—Eso tendrás que preguntárselo al primo Grigor. Hay cosas que Alma no debe comer para no cansar a su corazón. —Privar a una niña de un trocito de muffin era cruel, son niños. Pero su patología sí que requería un control estricto de sus actividades, y algunos alimentos que podían no ser recomendables. Todo lo que requiriese un sobreesfuerzo de su corazón era potencialmente peligroso. Pero...

—Creo que podrá tomar un par de pellizquitos. —le concedí.

—Bien. —El niño dio un pequeño salto, emocionado.

Dr. LeoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora