10.- Invencible

307 53 30
                                    

—Saludos, señorita. —dijo el hombre, quitándose el sombrero e inclinándose frente a tí— Me llamo Oliver Aiku, soy el capitán de este barco. ¿Cuál es su nombre?

—El gusto es mío. —respondiste estrechando su mano— Mi nombre es... —Querías presentarte con tu nombre  real pero no lo recordabas, así que te quedó únicamente el que Sae te había puesto— Sea.

—Un placer, Sea. ¿Cuánto tiempo llevas aquí?

—No estoy segura, quizá hayan pasado un par de meses. Los recursos se nos han terminado. Gracias al cielo que aparecieron. Creímos que moriríamos. ¿Podrían ayudarnos, por favor?

—Por supuesto, linda. Para eso estamos aquí. —Aiku te miró de pies a cabeza y después echó un vistazo alrededor—  ¿Cuántos más hay en esta isla?

—Sólo yo y otro hombre. ¡Oh! Usted debe conocerlo, es un pirata también, se llama Sae Itoshi.

Las comisuras de sus labios se retorcieron y su expresión se había llenado de confusión y extrañeza.

—¿Sae? ¿El capitán de hielo? ¡Jajajajaja! —Tú no entendías a qué se debía aquella repentina carcajada y te quedaste en silencio— Debes estar confundida. Ese hombre es uno de los más peligrosos del océano. Jamás ha perdido una batalla. Me es imposible imaginarlo naufragando en una isla. —De pronto, el agarre de Aiku en tu muñeca te atrajo hacia él, quedando a centímetros de su rostro— No me gustan las niñas mentirosas, pero haré una excepción contigo ya que las damas de cabello blanco son mi debilidad.

Hasta el momento, nadie había hecho mención de tus rasgos físicos, pero era un hecho indistinguible que tu melena hasta media espalda tenía un tono hueso que apenas era diferenciable de tu pálida piel sensible, la cuál tenía ligeros tonos rojizos en tus hombros, manos y mejillas por el daño que el sol le causaba durante largos periodos de exposición.

—No estoy mintiendo. —defendiste con cierta cautela ante la actitud del hombre. Ya tenías cierta experiencia lidiando con tipos de carácter difícil— Nos atacó un tal Leonardo Luna y ambos barcos se hundieron durante una batalla. Fuimos los únicos sobrevivientes, así que, se podría decir que Sae ganó.

—Eso tengo que verlo yo mismo. —siguió riéndo Aiku— Ven conmigo. Si me estás engañando tendré que darte una buena lección. —Su mano ahora estaba presionando tu cuello por detrás mientras te empujaba por la cintura para que lo guiaras a donde estaba tu supuesto compañero.

—¿Porqué me trata así? ¡Suelteme! —exigiste con la última cantidad de paciencia que te quedaba. Detestabas sentirte una prisionera y odiabas aún más que aquél caballero resultara ser un bribón.

—¡Capitán! ¡Capitááán! —a lo lejos, entre las palmeras, un chico había salido huyendo a toda velocidad, con muecas de desesperación atormentando su rostro en un intento de advertencia.

—¿Qué pasa, Sendou? ¿Porqué tanto escándalo? —preguntó Oliver, sin mostrarse preocupado, ya que su compañero solía exagerarlo todo.

—¡No es un tipo cualquiera! Es... —Su frase no pudo ser culminada debido a que una daga atravesó su garganta por detrás.

Al caer al suelo, Aiku pudo reconocer al sujeto detrás, bañado en sangre, sosteniendo un hacha robada de alguno de sus compañeros muertos. La mirada de hielo de aquél guerrero lo penetró fijamente.

—Ahh... Sae Itoshi. —dijo forzando una sonrisa que escondía ira por la cruel forma en que había visto morir a su leal cómplice de aventuras— Esta mujer decía la verdad. —Tu cabello fué jaloneado hacia atrás, transmitiendo el malestar del capitán por darse cuenta del embrollo en el que estaba envuelto por una atracción tentadora como tú.

—Me trajiste un barco nuevo. Qué considerado, capitán serpiente. —dijo Sae en un evidente sarcasmo, limpiándose la sangre de la cara mientras daba pasos lentos a varios metros de distancia.

—Atrás. —advirtió poniendo una navaja en tu cuello— Le cortaré la garganta a tu mujer.

—Adelante. —se encogió de hombros rechinando los dientes y mirando hacia otro lado. —Apenas y la conozco.

—¡¿Sae?! ¡¿Porqué?! —Lo fulminaste entre coraje y tristeza.

—No eres nada mío. Te advertí que te alejaras y no escuchaste. Asume las consecuencias. Agradece haber pasado tus últimos días al lado de un hombre como yo. —expresó sin remordimiento alguno, causándote aún más rabia que corría por tu rostro en lágrimas.

—Wow, despiadado y frío como siempre, capitán de hielo.  —elogió Aiku, sintiendo incluso pena por tí.

—¡Eres un traidor, mentiroso! —La sangre te hervía. Tus ojos se cegaban de cólera buscando lo primero que estuviera cerca para arrojarselo.

—No llores, princesa. —Aiku fingió consuelo, bajando la guardia por un momento— Prometo tratarte mejor que él.

Aquél objeto que vieron tus ojos fué tomado por tus manos, rompiendo el contacto físico en una brusca separación que te llevó a caer en la arena.

—Baja eso, mujer. Te vas a cortar un dedo. —advirtió viéndote sostener su espada firmemente. Sae arqueó una ceja y se cruzó de brazos al notar que ajustaste la distancia como te dijo.

—Tal vez corte más de uno, pero no serán míos. —aseguraste en el momento que atacaste, obligando al hombre a defenderse con la navaja que llevaba en la mano.

Eras consciente de tu poca fuerza y tu falta de habilidad, pero algo sucedía con tu mente. El coraje que experimentabas gracias a las provocaciones de Sae te arrastraron hasta ese punto donde incluso estabas dispuesta a morir para defenderte. En tu cabeza no había nada, además de completa oscuridad. Una sensación familiar.

—Mierda, no está nada mal para ser una flor delicada. —gruñó Aiku, viéndose en dificultad para combatir contra tí, atribuyendolo a la falta de un arma mejor.

La navaja voló por los aires después de que lograras quitársela. Él sonrió incrédulo y levantó las manos en señal de rendición.

—Oh, linda, vamos. —Con expresión seria, desafío tu mirada, causándote un extraño escalofrío que se intensificó con sus siguientes palabras— Tú no quieres hacer esto. No eres capaz de asesinarme.

Habías escuchado aquello antes, pero la voz era distinta. Sus palabras retadoras junto a la intensidad de su ojo verde te resultaron conocidas. Tus manos temblaron y dejaste de sostener la espada correctamente.

Tu enemigo pateó tu rostro y te derribó contra la arena, robándote el arma de vuelta y sin dudarlo, decidió atravesar tu espalda, pero el mango de la misma fué partido por un hacha junto con varios de sus dedos.

—¡TÚ! ¡DEMONIO DE HIELO!—gritó Aiku, enfrentándose al temido jefe final. Con el uso de sus puños, Sae golpeó a su rival una y otra vez sin recibir un sólo rasguño en contra. —Sabía... que no tenía oportunidad contra tí... —aceptó Aiku, quien apenas podía ver con su ojo verde, hinchado y ensangrentado— Será un honor... morir a manos del... mejor capitán del mundo.

—Pues lamento arruinar tus ilusiones. Ya estoy retirado.— respondió Sae, arrodillándose para tomarlo del cabello, exponiendo su garganta y usando su propia espada para degollarlo.

El terror recorrió tu cuerpo al ver aquella escena. Sae no dudó en cada uno de sus movimientos. Sus ojos no mostraron piedad ni por un instante.

—Estaba equivocado sobre tí, Sea. Nunca pensé que realmente podrías defenderte sola. —En ese momento, tus ojos brillaron. Aquella era la primera  vez que te elogiaba genuinamente. Era una lástima que esa dicha durase tan poco— Tenías razón, no me necesitas.  Fué un placer conocerte. —se despidió  dándote la espalda y dirigiéndose al barco— Suerte sobreviviendo por tu cuenta.

SAE, LOVE, SEADonde viven las historias. Descúbrelo ahora