Roto

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Todo estaba oscuro, salvo por una silueta azul brillante que se parecía mucho a mí. De hecho, creí que era un reflejo, pero no imitaba mis movimientos. Daba miedo, recuerdo ser incapaz de hablarle o de siquiera moverme, solo esperaba a que se fuera, pero la mirada constante hacia mí me hacían entender que quería decirme algo. ¿El qué? No lo sé, porque no tardé en despertar, aunque, ahora, imagino que quería advertirme de lo que sucedería.

—¡Hermanito, despierta! —Abrí los ojos y vi a mi hermana, preparándose para salir a cazar. Llevaba su arco en mano, con el carcaj de flechas en la espalda. —¿Listo para salir de cacería? Hoy quería enseñarte unos trucos con el cuchillo —agregó y sacó el arma para darle vueltas, enfatizando su uso, a lo que yo solo solté una pequeña risa y me senté al borde de la cama con claro cansancio—. No sé cómo puedes dormir tanto después de que los maestros dijeron que hoy acabarías tu entrenamiento como monje.

Me rasqué la cabeza y con una sonrisa nerviosa respondí:

—Sí, perdón, es que estuve entrenando hasta muy tarde. —Intenté levantarme, pero estaba muy cansado y adolorido para ello, fue cuando note que todavía no había sanado del entrenamiento—. Creo que me excedí.

Mi hermana me regaló una sonrisa burlesca y sacó el kit médico del cajón al lado de nuestras camas. Se sentó a mi lado y comenzó a revisarme las heridas.

—En serio, es urgente que te enseñen a usar esa energía espiritual de la que tanto presumen para que puedas sanarte solo —bromeó mientras vendaba mis raspones y heridas—. Deberías controlarte más en tus entrenamientos. Si no te conociera, diría que te escabulles en la noche para pelear en esas arenas de combate clandestino.

—Te juro que jamás participaría en una de esas —negué de inmediato, asustado de que me viera de forma equivocada—. No me gusta lastimar a los demás. Mucho menos pelear porque sí. Si tuviera que usar mis puños para lastimar, sería para proteger, para nada más.

—¿No me digas que todavía sueñas con ser un héroe? —cuestionó con una expresión burlesca.

—No, creo que ya lo superé. No soy tan bueno como para salvar a otros. Me conformaría con ser un cazador tan bueno como tú.

—No digas eso. No creo que necesites un talento especial para ayudar a la gente —refutó mientras trataba la última herida—. Pero, si piensas ser tan bueno como yo, tienes mucho que mejorar —concluyó, terminando de vendarme, y se levantó muy animada—. ¿Listo para acompañarme?

Recuerdo que le devolví una sonrisa totalmente entusiasmada mientras que el cansancio y el dolor de las heridas se desvanecían, cambiando tales estados por la adrenalina y el entusiasmo de acompañarla. Ella siempre encontraba la forma de hacerme sentir mejor. No importara lo nervioso que pudiera estar, lo asustado que me pudiera sentir, ella siempre conseguía que yo regresara a moverme.

No solo me pasaba a mí. Ella podía hacer sentir mejor a cualquiera de la tribu, era un orgullo para la familia. Se preocupaba por todos y siempre estaba para ayudar. No era extraño que yo quisiera ser como ella. De hecho, todos esperaban que la eligieran como guardiana astral de la tribu, debido a que también tenía unas impresionantes habilidades de combate.

En serio, ojala hubiera sido ella quien portara el título y la responsabilidad... pero los maestros espirituales eligieron a la persona contraria a ella... alguien que no estaba capacitado y que jamás lo estaría. Eso pasó factura cuando los humanos atacaron a la tribu. Eran más grandes, más fuertes y muchos más que nosotros. Con las llamas inundando la aldea parecían demonios que vinieron a consumir nuestras vidas... y así fue.

Mi hermana luchó con valentía y perseverancia para intentar protegernos, pero fue en vano. ¿Y yo? No estaba preparado, no era ni seré jamás como ella. Fui el único en sobrevivir, pero porque el miedo, una vez más, me impidió moverme. Solo me quedé oculto en un agujero, escuchando como las llamas consumían la aldea y a aquellos que debía proteger. No fui capaz de dar la cara... sabía bien que no estaba listo... jamás debí ser yo...

ResquebrajadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora