Legado

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Los kobolds se alejan del coliseo. La hermana vigila sus espaldas para no ser sorprendida por si los humanos los engañaron, mientras que Dorn mantiene la mirada al frente con una sonrisa tranquila, incluso se da el lujo de cerrar los ojos para disfrutar de esa calma y satisfacción por la victoria, es casi irreal. No creyó que volvería a sentirse tan seguro, menos en territorio humano, pero las cosas se ven distintas para él ahora, algo que la hermana no comprende.

—¿En serio crees en su palabra? —pregunta ella, refiriéndose al Amo del coliseo—. Hasta donde sabemos puede estar engañándonos, como es típico de los humanos.

Dorn abre un ojo para verla con una expresión burlona, como la que le das a un niño que exagera la situación, otra cosa que termina molestando a su hermana.

—Si lo piensas bien, los kobolds son traicioneros y ladrones —devuelve él y regresa a cerrar los ojos, demostrando seguridad.

—Pero nosotros no somos así —se queja ella.

—Exacto, no todo es lo que parece, por lo menos, no con todos —responde Dorn y abre los ojos para ver el cielo despejado—. Si nosotros somos distintos, creería que también hay humanos sinceros. Justo como el Amo del coliseo.

—Hablas del tipo que esclaviza especies y las obliga a pelear a muerte en un coliseo como si fueran sus juguetes —agrega molesta—. No puedes actuar con tanta ingenuidad, menos después de lo que hiciste. Es ilógico que te deje ir tan fácil.

—¿Por qué?

—Porque es malvado, es casi un tirano.

—Y aun así me llamó héroe, ¿no? Incluso hablaba de eso como si fuera un sueño cumplido.

—¿Y qué con eso? El tipo está loco.

Dorn se detiene y la toma de los hombros para extender su sonrisa.

—Agni, el mundo entero está loco —dice con una alegría extraña—. Acabo de vencer a un behir con una proyección astral de un dragón. Incluso pude sentir el espíritu del Amo del coliseo. Sentí su alegría y entusiasmo. Pude ver su sinceridad. Por primera vez tengo los ojos bien abiertos y puedo ver más allá de las apariencias. Algo que creo haberles contagiado a los espectadores, porque, al final, todos aplaudieron con real admiración. Un respeto que jamás hubiera imaginado ver dirigido hacia un kobold, menos por un humano. —Los ojos del kobold están llenos de un brillo esperanzador y casi infantil, consiguiendo cautivar a su propia hermana, quien recuerda los días más simples en el que él solía soñar con ser un cazador tan hábil como ella, incluso cuando era más pequeño y hablaba de ser un héroe. —Así que sí, Agni, confío en el humano tanto como él confió en mí para dejarme ir al mundo.

La hermana por fin comprende las palabras de su hermano y, ante su sonrisa, consigue relajarse, dándose cuenta de que es libre. Después de tanto tiempo como esclava, es libre. Y, sin más dudas, abraza a Dorn con fuerza.

—Entonces, podemos volver a casa —musita ella mientras llora de felicidad—. Tal como lo prometiste.

Dorn corresponde el abrazo, hasta que una sensación fría recorre su espalda y ve a La Muerte frente a él, apartada de la escena, pero expectante, paciente. La sonrisa se borra por un momento, pero consigue fuerzas para volver a usarla y se separa de Agni.

—Ir a casa contigo es lo que más deseo hacer, al igual que cumplir con las expectativas del humano —revela con los ojos llenos de ideales, sorprendiendo a su hermana—. Ser un héroe que ayuda al que lo necesite no me suena mal. De seguro tendría miles de aventuras divertidas... y las experimentaríamos juntos... pero temo que va a ser otra promesas que romperé —revela sin borrar la sonrisa, pero tornándola melancólica.

ResquebrajadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora