Capítulo 3

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Emma

¡Din, dong! ¡Din, dong! ¡Din, dong!...

Estrujé mis ojos con fuerza intentando despertar. ¿Quien es el gilipollas de la campana?

Nicol aún dormía plasidamente. ¡Cómo demonios podía!

—dios, que alguien calle la maldita campana—se quejó Amber con la voz enrronquecida.

—a que es bonita la resaca.

Ella me sacó el dedo corazón hundiendo la cara en su almohada, sacudí la cabeza divertida y conseguí sacarla de la cama. Despertamos a la bella durmiente para salir a ver qué pasaba.

Era James quien nos había despertar de tan buen humor.

—¡ASERQUENSE CAMPISTAS! ¡VAMOS ES HORA DE DESPERTAR, NO SEÁIS PEREZOSOS!

—quieres parar de tocar esa mierda—gritó Jacob entre adormilado y enfadado, como todos a los que había despertado la jodida campanita. Para mi sorpresa James se detuvo-son las seis de la mañana, más vale que sea importante.

—iba avisarles que esta tarde tenemos una excursión a las dos.

—¿y para eso nos has despertado a todos un domingo?, ¿no podías esperar al almuerzo?

—supongo que me he emocionado un poco.

—tío, hacemos lo mismo todos los putos años, ¿que tiene de emocionante esta vez?

—bueno yo...—suspiró, todos lo mirábamos con atención—¿sabéis que?, ya dije lo que quería, a los campistas interesados los espero aquí a las dos de la tarde.

Dicho esto lo vimos con rencor alejarse hasta su cabaña, y poco a poco los demás comenzaron a dispersarse.

—buenos días chicas.

—¿porqué gritas?—fue la respuesta tan romántica de Amber al saludo de su novio, que se acercó rodeándola con los brazos.

—si no estoy gritando,—dijo divertido—veo que alguien tiene resaca.

—no volveré a beber en mi vida, me siento horrible—protestó echa un drama.

Soltó una leve risa-se te pasará, tranquila.

—bonito pijama—murmuró Jacob a mi lado, lo miré al instante y di un repaso rápido con los ojos a lo que llevaba puesto. Hizo lo mismo. Llevaba unos pantaloncillos cortos y una pequeña blusa de tirantes, sonrió perversamente. Mierda—Hace resaltar tus ojos.

—fingiré que el tono verde de mis ojos es lo más llamó tu atención.

—¿de que me estás acusando?-dijo entre ofendido y divertido—¿te crees que soy un pervertido?

—no lo creo, lo sé—le aseguré.

—pues que bien me conoces—sonrió ampliamente.

Negué divertida con la cabeza y entré a la habitación para ponerme algo decente, después vi que las chicas se turnaban para entrar al cuarto de baño y hacer lo mismo.

Un rato más tarde que eso, estábamos todos cambiados desayunando juntos en la cafetería, y la parejita ya se estaba morreando. Esto empezaba a ser incómodo.

—lo ves, por esto no tengo novia—me dijo Jacob.

—y yo creyendo todo este tiempo que era porque ninguna te aguantaba—comentó Mason.

—muy gracioso—le puso mala cara.

Sonreí.

—nunca has tenido novia—pregunté curiosa.

Intensamente hasta el final Donde viven las historias. Descúbrelo ahora