Capítulo 7: La doble trampa.

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Diario de Esteban Escalona.

23 de Marzo, 1931.

El viejo Heriberto, mi gancho de la maestranza, andaba melancólico. Me preguntó si el mundo no estaba avanzando muy rápido cuando pasaron varios autos delante de nosotros, muy rápidos. Cuatreros de la ciudad al parecer.

Se armó la trifulca cuando se escuchó una explosión en la dirección donde se fueron esas moles de metal. Unas detonaciones se escucharon al lado mío, no lo pensé dos veces en tirarme al piso y después vi al viejo Heriberto al lado mío, sangrando y muerto. ¡Lo abatimos, lo abatimos!, gritaron los Carabineros que pasaron casi por encima de nosotros, solo un par fueron a auxiliarme y a por supuesto, comprobar el estado del viejo que protegió mi cuerpo con su vida, tal vez involuntariamente. Por fin está reunido con su señora, por lo menos.

No quiero escribir más, estoy cansado y mañana son sus funerales.

Diario de Esteban Escalona.

25 de Marzo, 1931.

Renuncié a la maestranza ayer, desde entonces, he estado "jugando" con la radio que me regalaron antes de irme desde la casa de mi familia en Ovalle a trabajar a la capital. La radio es liviana y fácil de transformar, pero todavía me arrepiento de haberme venido a este infierno en la tierra.

Los Escalona somos una familia de adeptos conocida del pueblo, pero no por nuestra habilidad para pelear, si no que por nuestra tradición familiar en la fabricación de pan. Y obviamente, al igual que muchos adeptos, fuimos atraídos por las ofertas de trabajo de aquellos sospechosos tipos de verde. Menos mal nunca les hice caso de unirme a sus filas. Todos los adeptos de Ovalle que salieron del pueblo ese día conmigo están muertos, al igual que Heriberto.

Intenté evitar el conflicto, pero las calles están cada día más locas y por suerte, mis habilidades me ayudarán a conseguir información valiosa o un boleto para poder irme de este maldito lugar.

...

Aquel hombre delgado y joven, de cabello castaño, rostro duro, barba delgada y sonrisa amable, vestido como cualquier otro obrero de la ciudad, hojeaba un cuadernillo en una habitación de madera ruinosa.

—Como han cambiado las cosas cabrito.

...

Diario de Esteban Escalona.

4 de Abril, 1931.

Me agarraron finalmente, unos tipos con esos malditos abrigos verdes llegaron a mi pensión y entraron como pedro por su casa, tomándome desprevenido mientras seguía "jugando" con mi radio, siendo esta la razón por la cual me vinieron a pescar en primer lugar.

"Nos vamos", me dijeron mientras me apuntaban con un arma y una mujer de uniforme que estaba con ellos hacía comentarios sobre mi cuerpo. Decía que no era el de un interceptor.

Tampoco entendía muy bien a lo que se refería hasta que después de un largo viaje en auto, llegamos a una casona en un lugar que no pude reconocer. Dentro, habían muchos más como yo, también haciendo lo mismo que hacía yo con las radios, interceptar señales.

Mi habilidad es extraña y no la entendía hasta que comencé a probarla con los aparatos que en tiempos de bonanza, mi familia traía desde fuera, comencé a escuchar voces, palabras e historias de todo tipo. Un mundo se abrió para mi. Era inusual, lo hacía en la casa de mis amigos, para impresionarlos, las radios eran nuevas en ese entonces y no habían tantas estaciones como las que hay ahora...

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⏰ Última actualización: May 21 ⏰

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