13. Creando momentos, reviviendo recuerdos.

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Francesca.

Hoy es uno de esos días donde el sol ilumina las calles de Buenos Aires y el calor abraza nuestros cuerpos al estar a finales del mes de febrero.

Es uno de esos días en el que creí que podría tomarme un tiempo para mi y estar bajo la comodidad de este departamento, pero el sonido del timbre terminó arrebatandomelo.

Un nuevo ramo de flores llegó a mi departamento esta mañana junto con una nota.

Fue un regalo que no quise recibir al saber de quien venía y pedí que se lo devolvieran al susodicho.

No hay forma de que Alexander comprenda que esos años se relación llegaron a su final y yo no estoy dispuesta a repetirselo una vez más cuando no lo quiere entender.

Quiero seguir el consejo de Sasha y dejar de involucrarme más de lo que debería en este divorcio. Dejar de hablar con Alexander cada vez que se presenta en el lugar en el que esté que no nos favorece en nada, porque en cada conversación que tuvimos nada cambió.

Necesito seguir enfocada en mi, en mi trabajo, en ella y en mi familia. Seguir con mi vida sin preocupaciones y malos momentos que solo me producen estrés y cansancio emocional.

Todo lo contrario a lo que Sasha me produce.

Ella me demostró el verdadero significado de sentir, de lo que es pasarla bien sin estar bajo una tormenta que pareciera no tener fin, de divertirme con pequeñas cosas que quedarán como recuerdo en mi memoria.

Me demostró que no necesito de otra persona para saber lo que valgo cuando puedo hacerlo yo misma. Que no debo satisfacer a nadie más que a mi y que debo ponerme en primer lugar.

Porque por más que sea una mujer fuerte y con carácter no siempre pude hacerlo. Llegué a un punto de desestabilización total del que no creí salir, estaba quebrada y no era yo misma.

Me había perdido a mi misma y nadie lo sabía. Había perdido a la mujer que era, con esa fortaleza y seguridad inigualable, que pude recuperar gracias a ella.

Su llegada cambió muchas y lo hizo para bien. Sasha es única y especial tal como es.

No hay una sola palabra que describa a la perfección como es y como la veo yo.

Ella es una mujer de veintiséis años que no pensé en conocer pero que agradezco haberlo hecho. Agradezco cada minuto que comparte conmigo y la felicidad que me da.

Agradezco tenerla en mi vida y que me regale su tiempo.

Y hoy no es excepción para hacerlo.

Recibí un mensaje de ella diciendo que me pasaría a buscar para que paseemos y me gusta lo improvisada que puede llegar a ser.

Me gusta lo espontánea que es, que muchas cosas de las que hace y de las que yo formo parte no son planeadas con anticipación, sino que ocurren en el momento.

Y me gusta que sea así, tanto como me gusta ella.

— ¿Lista para tener el mejor día de tu vida? — Pregunta al encontrarnos afuera de mi edificio, después de haberme saludado.

— ¿Por qué será el mejor? — Empezamos a caminar sin tener un destino planeado.

— Porque lo vas a pasar conmigo. — Responde como si fuera lo más obvio.

— Se te subió un poco el ego por lo que puedo notar.

— Eso pasa al estar mucho tiempo con vos, me lo terminas contagiando. — La miro encontrándome con un pequeño hoyuelo marcado en su mejilla al estar sonriendo.

Tristeza de verano. | +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora