Ha llegado el día tan esperado desde que me comunicaron que pasaba a formar parte de la plantilla de trabajadores. Mi incorporación. Hoy. Hoy es el día. Poso mis pies desnudos en el gélido suelo de mármol y me calzo al instante con las peluditas zapatillas. Con un largo bostezo, me dirijo al cuarto de baño con decisión para arreglarme antes de que sea la hora de marchar.
Observo con detenimiento mi reflejo en el espejo y oculto esas ojeras que aparecen cada mañana en mi rostro. Seguidamente, coloco una diminuta cantidad de gloss rosado en mis labios y una pizca de iluminador sobre mis pómulos. Respecto al cabello, una larga cola de caballo queda perfecta con el conjunto negro que llevaré puesto. En menos de 10 minutos ya estoy lista y preparada para salir de casa, algo inquieta por este primer día de trabajo pero aún así... nada que una mujer como yo no pueda superar. Sujeto el manojo de llaves metálicas en la mano, mientras guardo en el interior del bolso unas tortitas de arroz por si me entra apetito. Nunca se sabe. Recorro las calles de la ciudad a paso ligero para poder llegar a la hora a la oficina. Mientras, los coches transitan por las carreteras a toda velocidad, sirenas de ambulancias atormentan el ambiente, individuos vociferando en los portales, teléfonos resonando en cada esquina...y mi tensión y fatiga aumentando progresivamente a medida que avanzo. Mi cuerpo no soporta tanto estrés, y menos un día tan importante como hoy. Paso tras paso, el gélido viento me golpea en el rostro y entrecierro ligeramente mis ojos para evitar lagrimear. Es entonces, cuando por fin observo a lo alto aquel rótulo turquesa y una leve punzada aparece en mi estómago, pero estoy preparada para relucir gracias a mis capacidades adquiridas previamente. Tras atravesar la voluminosa puerta translúcida, los recuerdos vuelven a mi cabeza. Intento no pensar en ello, así que con decisión me dirijo al despacho de Marisol donde me pondrá al día con todo lo que debo saber de la empresa, mis funciones a desempeñar y qué herramientas se me ofrecen para ello.
-Buenos días Lídia-me recibe con una amplia sonrisa a la vez que me estrecha la mano-ven conmigo que te enseño lo primordial.
La sigo por todo el departamento como un perro a su dueño, y a mi espalda puedo sentir cómo las miradas de otros trabajadores me atraviesan. No de forma negativa, simplemente por mera curiosidad de conocer mi identidad. Camino tras ella hasta que por fin, su velocidad disminuye hasta detenerse enfrente de un escritorio de madera adornado con unas plantas artificiales decorativas.
-Aquí es-señala-este será tu sitio de trabajo, te ofrecemos este portátil de última generación con el que podrás llevar a cabo todas las tareas necesarias y sin ningún tipo de dificultad.
Sonrío y analizo cada uno de los materiales que se encuentran en la sobremesa. Bastante completo, no me puedo quejar.
-Muchas gracias, Marisol, me instalo y me pongo a trabajar, gracias por la grata bienvenida.
-De nada, Lídia ya sabes que estamos a tu disposición-posa suavemente su mano en mi espalda-te he enviado al mail un archivo que necesito que arregles para que pueda ser divulgado esta misma tarde.
Asiento con la cabeza y me pongo manos a la obra. Primero, me acomodo en la silla giratoria color beige y al instante me percato de la diminuta placa de metal que se encuentra a mi izquierda. Me quedo unos segundos anonadada al observar mi nombre y apellidos expuestos al público, al parecer esta empresa es sumamente influyente en el ámbito publicitario y tan solo contratan a personas con extremado nivel...no me puedo creer que esté trabajando aquí. Presiono un botón del teclado y el archivo se abre con rapidez a lo que lo analizo con detenimiento reflexionando sobre los posibles cambios a realizar. Una vez todos mis pensamientos están correctamente ordenados y sé con precisión todo aquello que hay que eliminar o bien reemplazar, me pongo a teclear con firmeza evitando desconcentrarme con los ruidos externos que se producen al otro lado del salón. Me toma entre 20-30 minutos arreglar y releer el archivo de nuevo para evitar posibles fallos, hasta que por fin me hallo lo suficientemente satisfecha y le envío una copia a Marisol. Con la vista cansada y los dedos doloridos de teclear, me incorporo y me dirijo a tomar un descanso a la cafetería. Por unos instantes, me pierdo y no soy capaz de encontrar el lugar hasta que por fin logro observar a dos trabajadores atravesar una inmensa puerta de cristal con un vaso blanco de cartón en sus manos: ¡bingo! Al cruzar, un sabroso aroma a café inunda mis fosas nasales, lo que hace despertar a mi cerebro de manera inmediata.
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Equidad En Acción
Novela JuvenilEn un mundo donde ser mujer presenta desafíos únicos, seguimos la vida de Lídia, narrada desde su propia perspectiva. Trabajando como asistente en una reconocida agencia de publicidad, la vida de Lídia da un giro inesperado cuando se enfrenta a un d...