2-Amor Odio

8 1 0
                                    

Un tintineo me hace abrir los ojos, y el resplandor de la mañana inunda mi habitación de forma molesta. El despertador resuena por toda la casa y al visualizar la hora casi me da un vuelco el corazón. Me he quedado dormida y hace 45 min que debería haber salido por la puerta, sin embargo, aquí sigo tumbada en la cama, sin haberme aseado y con una bronca pendiente por parte del equipo directivo a causa de mi tardanza.

Al llegar al edificio, una de las empleadas me saluda cordialmente y le pregunto por Pedro. Me indica que se encuentra en su despacho y que llevaba rato en busca mía, así que me dispongo a abrir aquella puerta traslúcida y mis ojos presencian una escena algo confusa.

En el borde del escritorio se encuentran Mónica y Pedro charlando a carcajadas, todo se hubiera quedado en una situación cotidiana si no fuera porque la mano del gerente se halla posada en el muslo de la empleada. Este hecho me deja desconcertada. ¿Con qué intención habrá acudido Mónica a su despacho? ¿Qué buscará Pedro concretamente de esa mujer?

-Lídia-el gerente arquea las cejas al observar mi presencia-llegas tarde.

-Lo sé, venía a disculparme-asumo agachando la cabeza con arrepentimiento.

-Yo vuelvo a mi puesto de trabajo, chicos-sonríe Mónica y se marcha repicando sus tacones contra el suelo.

Al cerrarse la puerta, un silencio devastador invade la habitación. Pedro y yo nos miramos, pero no nos inmutamos. No es necesario puesto que las miradas hablan por sí solas.

-Bien, ¿Y cómo pretendías disculparte?-me pregunta mientras se acomoda en la silla.

Podría contestar cualquiera de las respuestas que sus oídos quieren escuchar para satisfacerle. Pero hay algo que me ronda en la cabeza y necesito preguntarle lo antes posible:

-¿Qué hacía Mónica en tu despacho?

-Ha venido a verme porque quería resolver un par de dudas. Nada más.

Esa respuesta no es convincente del todo y continúo presionando con el tema.

-Pero parecía que había muy buena conexión entre vosotros, y tu mano estaba en... -me deja con la palabra en la boca cuando su brazo me rodea la cintura y suavemente presiona sus labios contra los míos. Al separarlos, pronuncia las palabras más bonitas que jamás había presenciado.

-Tu eres la única mujer de mi vida.

Salgo del despacho con la autoestima por los aires. Nunca nadie me había ofrecido semejantes palabras tan hermosas, y menos proviniendo del director de una empresa tan valiosa. Si lo nuestro saliera bien, tendríamos un futuro prometedor rodeado de riquezas, salud y mucho amor. Tan solo espero que la vida sea justa conmigo, y que mi inocencia no suponga un problema en mis relaciones amorosas.

Acabo de corregir el último folleto promocional que lanzaremos la próxima semana y lo dejo encima de mi escritorio. Bajo a la cafetería para comprarme un bocadillo, ya que ayer no cené y esta mañana a causa de mi tardanza no he tenido tiempo a desayunar.

-Buenos días, un bocadillo de queso-pido a una de las cocineras que hay detrás de la barra.

-Serán 2.80, por favor.

-Lo pago yo-escucho una voz masculina detrás de mí.

Me resulta familiar. Así que me giro y veo a Pedro con su tarjeta bancaria en la mano. Sonríe y me acompaña a sentarse conmigo a una de las mesas.

-¿Qué haces aquí?-pregunto inquietante.

-He visto a un pivón y he decidido seguirle- me sonrojo al escuchar esa barbaridad.

-Algún día podríamos quedar fuera de la oficina. ¿no crees?-susurro con delicadeza.

-Ya lo hemos hecho-me acaricia la pierna por debajo de la mesa.

-Ya me entiendes, Pedro. Quedar para tomarnos un café, o ir al cine... o incluso ir de compras.

Su rostro muestra una mueca de desagrado, lo cual me indica que está en desacuerdo con lo que acabo de decir y a decir verdad, no me lo esperaba.

-Lidia cariño, creo que no nos estamos entendiendo-suspira y puedo imaginar que lo que va a acabar saliendo de su boca no me va a gustar ni un pelo-tu y yo no podemos vernos en sitios abiertos porque no nos pueden relacionar, te lo advertí el primer día.

-Pero entonces nunca llegaremos a tener nada-contesto inquieta.

-Es que yo no busco nada contigo, Lídia. Solo follamos, porque nos tenemos muchas ganas, pero nada más.

-No puedo creer lo que me estás diciendo, Pedro. Llevas 1 año utilizándome. Solo piensas en ti y en cómo te pueden afectar las repercusiones por estar liado con una trabajadora. Eso demuestra la clase de hombre que eres-Aparto bruscamente la silla hacia atrás y abandono el lugar para dirigirme de nuevo a mi escritorio.

No miro hacia atrás. Continuo mi camino con decisión hasta mi silla, donde me siento, me tapo el rostro con mis dos manos y una lágrima recorre mi pómulo. Siento impotencia y mucho dolor.

Pasan las horas y por fin llegan las 21h, eso significa que soy libre y puedo largarme de una maldita vez a casa después de este día tan extenso. Es curioso, como los días que empiezan mal desde un principio, luego acaban siendo peor.

Al llegar a mi casa, lo primero que hago es acomodarme en el sofá y encender el televisor. En estos momentos necesito despejar mi mente de tanto ajetreo, así que me relajo con una taza de té en mis manos mientras entrecierro los ojos. Una brisa cálida me acaricia el cabello, la ventana se encuentra abierta y es por ello que también se escucha el ligero tráfico de la noche. Estos diminutos sonidos me hacen conciliar el sueño, de tal manera que acabo durmiéndome en el sofá junto al televisor que resuena por toda la casa. Mi perrito Boliche también dispone de su propia cama, la cual está ubicada al lado derecho del pasillo y allí guarda todos sus preciados juguetes. A medianoche, un estruendo proveniente del baño me despierta de un sobresalto y hace que me levante a investigar su procedencia. Alcanzo la linterna de mi teléfono y camino descalza por el pasillo, crujido tras crujido, intento ser lo más silenciosa posible aunque a decir verdad me muero de miedo por encontrar algo que no debería. La puerta del baño está entornada, con mi mano temblorosa la abro lentamente y para mi sorpresa...no encuentro nada en su interior. El sonido vuelve a repetirse y río al descubrir que se trata de las tuberías del váter y que es totalmente normal que resuene por todo el piso. Suspiro agotada.

Me dirijo a mi habitación y me acuesto en la cama. Con el móvil aún en la mano, apago la linterna y me dispongo a dormir, sin embargo este maldito ruido me ha desvelado, así que empiezo a cotillear mis chats a ver si así consigo conciliar de nuevo el sueño. Me topo con la conversación que mantuve ayer con Pedro y leo detenidamente cada mensaje. Deslizo hacia arriba contemplando los cientos de corazones que nos solemos enviar y los apodos cursis que tendemos utilizar entre nosotros. Me paro a pensar en lo sucedido, quizás se merece una segunda oportunidad y la injusta he sido yo. Sonrío al recordar los buenos momentos que hemos pasado juntos, a pesar de acabar siempre de la misma forma. No soy una mala persona, y menos una rencorosa ya que considero que todo lo malo se debe olvidar. Mañana al llegar a la oficina iré directamente a disculparme y a mostrar mi arrepentimiento ya que, opino que Pedro no se merece las cosas tan feas que salieron por mi boca durante el desayuno. Ahora si que empiezo a notar como la somnolencia se apodera de mi cuerpo, poco a poco, segundo tras segundo.

Equidad En AcciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora