Había pasado aproximadamente casi un año y las cosas en la vida del ex héroe y ahora esposo de dos mujeres poderosas, había cambiado.Rumi quedo embarazada de cuatro hijos, debido a esto tuvieron que mudarse a una casa más grande. Mero no había podido quedar preñada como tenía planeado, ya que la salud de su marido estaba demaciado deteriorada. El tiempo hizo que su cuerpo fuera empeorando y ahora apenas y podía ponerse en pie sin hacer un gran esfuerzo.
Los hijos de Rumi nacieron todos sanos, pero incluso aunque fuera un evento importante el no pudo estar ahí acompañándola, porque cayó en un sueño de dos días.
El luego se disculparía con ella, pero lo más importante en esto fue su reacción al ver a sus hijos, su cara de alegría mezclada con amargura expresaba muy bien su impotencia por no tener más vida para criarlos.
Meroleona mientras tanto permitió que su esposo pasara más tiempo con Rumi; ella comprendía lo vital que era el y aún más cuando Rumi acababa de tener cuatrillizos.
El a veces pasaba dormido tres o cuatro días seguidos, esto le causaba tristeza porque incluso el tiempo que le quedaba tenía que ser acortado de esa forma. Para animar un poco a su familia el les dijo a Rumi y Meroleona que siguieran con su trabajo de heroínas, el estaría bien y sus hijos podrían ser cuidados por sus abuelos.
Como ellas no tenían más opción que seguir trayendo el sustento a casa y por su petición, continuaron con su trabajo.
Meroleona consiguió un puesto como heroína por recomendación de Rumi y de hecho era una labor que se le daba bien, porque golpear cosas era algo que le gustaba.
La rutina diaria de: sexo durante la mañana, dormír durante el día y luego sexo otra vez en la noche, se había cambiado a: dormir, despertar brevemente, dormir, dormir y así diariamente.
Las esposas se habían acostumbrado a aprovechar esos instantes, porque su despedida podría ser pronto. Trataban de hacer sus momentos más felices para cuando no estuviera junto a ellas pudieran tener los mejores recuerdos.
El ya no tenía la fuerza para luchar en contra de su destino, pero si tenía la plenitud de aceptarlo. Aunque su familia estuviera triste, el mantenía la calma como si todo fuese a estar bien. La verdad era que había aceptado el resultado, sin embargo cuando vio a sus hijos nacer, no pudo evitar sentir un gran arrepentimiento.
Se maldijo a si mismo por todo lo hecho en vida, pero ya era tarde.
Solo era cuestión de tiempo y su tiempo se acabaría.
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El chico ya había pasado dos días dormido, así que por costumbre tendría que pasar en cama hasta el siguiente día, pero está vez el despertó y al hacerlo estaba tan fatigado que mantenía los ojos cerrados.