Capítulo 4: Bienvenida al mundo de la cronología

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La manecilla Angélica, al salir de su mundo a otro, pudo experimentar ciertas náuseas que le provocaron las diferencias tiempo-espacio a las que estaba acostumbrada. A decir verdad, el oxígeno que se respiraba al inicio le pareció un poco denso; sin embargo, pronto se terminaría por aclimatarse. Mientras sus pulmones metálicos hacían su función de inhalar y exhalar, conseguía cada vez más ligereza al respirar.

En lo que se adentraba al mundo, notó que el largo pasillo estaba vacío. Esperaba que existiendo una infinidad de relojes, al menos en el planeta Tierra, que la cantidad de manecillas se viera envuelta en algo similar. Un error más para esta muy transformada chica, quien a pesar de tener su mente fusionada con la de su niñez, trataba de no soñar más de la cuenta. Era algo que de manera escasa se permitía, aun así, su percepción infantil imaginaba que en gran parte culpaba a su abuela por alimentar sus tiernas fantasías. Pero, por otro lado, también recordaba lo feliz que la hacían y el tiempo que vivió a su lado fue el más alegre en su corta vida.

Tic y Tac caminaban en todo momento frente a ella. Parecía un lugar óptimo para hablar. El sendero era largo y desértico, a pesar de que tanto el piso como el cielo de este parecían ser de un vidrio templado tornasol.

Cuando Angélica observó sus pequeños y cortos pies metalizados, pudo notar cómo aquellas luces tornasoles se juntaban en la silueta de lo que parecían ser sus zapatos. Un nuevo impulso de niña se le vino a la mente de manera involuntaria: no eran las chispas con las que había fantaseado tanto, aun así no dejaba de ser menos rimbombante. Tuvo el impulso de querer aventar algo al techo para averiguar si sucedía exactamente lo mismo que con el piso. Al mirar sus pies, pronto comprendió que eso no sería posible, lo que la hizo hacer un puchero al ver frustrado su deseo. Tan pronto como lo hizo, la mente de su yo más madura, la reprendió. Golpeándose de manera leve y efusiva las mejillas, se pidió cordura.

El sonido del golpeteo fue escuchado por ambas manecillas, quienes se giraron hacia ella. Ambos hermanos estaban tan gustosos de volver que por un segundo olvidaron a lo que venían.

—¿Qué haces? —curioseó Tic al no comprender por qué ella se apaleó.

Angélica sintió vergüenza interna al no poderse excusar de inmediato, así que reaccionó de manera esquiva.

—Nada, disfruto del panorama —se excusó la manecilla falsa —. Por cierto, ¿a dónde nos dirigimos?

Cuando el gemelo corto iba a explicar, la otra más larga se paró delante de él, para pedirle tomar la palabra con mímica y decirle a la novata todo de una forma más amable. Su hermano le cedió la palabra; le interesaba saber cómo se comportaría ante tal situación.

Así, pues, el carismático Tac fingió un gesto de astucia parecido al de un profesor y pidió su atención. De manera melodramática, movió el cuerpo como dramaturgo profesional.

—Bienvenida, Tic, a la manilla o pulso del mundo de la cronología —parloteó con nobleza, pero al no ver respuesta lo facilitó—: O la correa o brazalete, como de forma común le llaman en tu planeta.

Angélica no tuvo ni la más mínima reacción, pensó que este le había hablado a su hermano gemelo, pero la terminación en «a» la hizo dudar, así que para no meterse en problemas mayores, fingió no haber escuchado nada.

—Me parece que te habla a ti. —Lanzó la indirecta a la otra manecilla.

Para el referido, lo distraídos que estaban sus acompañantes le resultaba exasperante, aun así tenía en cuenta que era su deber instruir a la nueva manecilla con el fin de evitar ser destituido como Guardián del reloj.

—No, te hablo a ti, recuerda que el viejo Marcos te dio el número de serie de una manecilla de las horas —regañó a la novata con sagacidad—. Es muy importante que no olvides lo que eres. Tu traje es bueno, pero necesitas aparentar que eres uno de los nuestros. Eres la clave de nuestra victoria o quien cabe nuestras tumbas.

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⏰ Última actualización: Mar 31 ⏰

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