Capítulo 1: El reloj hace tic tac

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¿Le ha pasado a alguien más además de ella? La alarma suena y aún se tiene sueño, no es algo que le resulte gratificante. La cama se ve espléndidamente tentativa, que al final decide regresar sólo por cinco minutos a la comodidad del colchón. Cuando un sobresalto la hace despertar, voltea a mirar al reloj y esos cinco minutos se convirtieron casi una hora en menos de un santiamén. Todo el día se ve envuelto en una auténtica catástrofe tan sólo por ese breve descanso.

Si la respuesta es afirmativa y se pregunta si esto, es obra de alguna broma del destino. Considere que el tiempo ha enloquecido por ese instante, pues está invitado a conocer la historia de Angélica, una joven de gran corazón y futuro prometedor, pero pésima puntualidad. Tanto así era su problema que sus amistades y conocidos solían citarla una hora antes de lo acordado, puesto que parecía que el tiempo siempre iba en su contra.

Su difunta abuela le contó una tierna leyenda sobre el tiempo en su infancia, cuando le entregó un viejo reloj despertador de tambor que databa del siglo diecisiete. Este era de tamaño portátil para comodidad del usuario y se encontraba en un estuche. Tenía una forma redonda y la esfera era sencilla. Poseía los números romanos y dos manecillas plateadas sin segundero. En la parte superior había un tambor que se accionaba como alarma al activarse. También poseía una hermosa corona para ajustar la hora y un botón de configuración total. El grabado decorativo era muy simple, ya que la familia de la chica nunca fue poseedora de gran riqueza. En ella, se encontraba una balanza bien equilibrada que había pasado de generación en generación, y era su turno de cuidar la tan preciada reliquia.

Dicha leyenda decía que, en el pasado, antes de la era digital, cada familia contaba con un reloj antiguo y dentro del mismo había un diminuto guardián del tiempo, encargado de mover las manecillas y los engranajes del mismo. Mantenía todo perfecto, acorde y en sintonía.

Su abuela le contó que, en esas épocas conoció al Guardián, él le prometió salvaguardar el tiempo a través del linaje, si seguía tres sencillas reglas. La primera: debían conservar en buen estado y funcionando el hermoso reloj de bolsillo. La segunda: serían buenos con él, nunca faltándole al respeto. Tercera: no lo cambiarían por uno digital.

Así lo pactaron ese amanecer y se siguió la tradición hasta la actualidad.

Angélica de niña, con todas sus ilusiones, creía con firmeza en el hermoso mito que su abuela le relató el día que decidió aceptarlo y lo recibió con amor. Sin embargo, conforme más crecía, más arrepentida de su decisión estaba, debido a su pelea constante con el tiempo. De pequeña, ella pensaba que el Guardián del tiempo era como un hermoso ángel, y en la actualidad creía con honestidad que lo que en realidad habitaba en el reloj era...

—¡Demonios! —exclamó Angélica, sobresaltada, entorpecida aún de su cuerpo, pues se encontraba entre dormida y despierta. Miró su viejo reloj de bolsillo con ira y frunció el ceño. Al notar que se levantó media hora tarde, soltó—: ¡No es verdad! ¡No de nuevo!

La despeinada joven corrió, cogió lo primero que encontró en su ropero y lo aventó a su cama desatendida para luego hacerse cargo de sus dientes con el cepillo dental y su desaliñado cabello de melena de león al despertar por inercia. Volvió a observar el reloj y marcó las ocho en punto.

Aquello la enervó aún más y clamó:

—¡Esto es la culpa de ese tonto trato que me tiene en la prehistoria! Estoy inequívoca de que los digitales son más precisos y exactos. Estoy segura de que esto no me pasaría. — Tomó el reloj de bolsillo y lo azotó con fuerza en la cama—. En definitiva, hoy compraré un celular y pondré fin a esta mala racha infernal.

Cuando de manera inesperada le pareció que se movía la cama con lentitud y el reloj estaba suspendido en el aire, lo que la sorprendió y asustó al momento, a pesar de que ella también se movía entre pausas. Sus gestos fueron lentos, pero bien marcados. Tanto que hasta se podía palpar el miedo por lo irracional de la situación, los músculos de las manos, como un reflejo de lo que sintió, golpeó con fuerza el reloj contra la pared.

Cinco minutos más |ONC 2024|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora