| Crueldad 15 |

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Alder

Mi damisela

Múnich - Alemania
Alpes Bávaros

Bajo del Audi negro y respiro hondo frente al glamoroso palacio. Mi hogar.

"Extrañaba estar en casa"

Volver a Alemania me alegra pero también quiero regresar a Italia, no dejo de pensar un solo segundo en mi hermosa Isabelle.

Si tuviera que describirla usaría una sola palabra. "Celestial" . Esa mujer hipnotizaría a cualquiera, no sé si es de carne y hueso o un ángel  que cayó de los mismos cielos.
Es como un susurro de los dioses, un ser mitológico atrapado entre la luz y la sombra.
Irradia un magnetismo extraordinario, una belleza que parece irreal. Sus rasgos son una obra maestra esculpida por los ángeles, su cabello dorado es una cascada resplandeciente que ilumina la noche misma.

No puedo esperar para volver a ver esos ojos color esmeralda. Intensos. Atrapantes. Esa mirada segura, lo primero que me enamoró de ella al verla bajar por esa escalera. Cada paso que da parece dejar huella de una personalidad única. Una personalidad que es digna de ser ama del poder. Digna de ser mi reina.

Mis hombres abren con esfuerzo las puertas de madera noble y entro echando un vistazo rápido. Todo sigue igual. Perfectamente ordenado y lujoso como se debe.

Las mucamas, formadas, bajan la mirada mientras me adentro y me dirijo hacia el despacho.

Generalmente Varick es reconocido como el Don y tratado como sí, en esta casa, pero en su ausencia, yo soy el Don, tomo las riendas.

"Y no falta mucho para serlo definitivamente"

Siempre pensé que mi padre no pensó bien al elegir al heredero de la mayor parte de este imperio.

"Merece haber muerto..."

Ya estando en mi despacho, me siento contemplando la extensión de campo y las montañas alumbradas por el sol naciente.

Entrelazo las manos y exhalo.
Marco quedó de llamarme ayer y no lo hizo, eso me molestó un poco pero si se trata de Isabelle seré lo mas paciente que pueda.

Ahora su llamada es a lo que aguardo.  Solo espero que venga con buenas noticias, lo que quiero oír y que cumpla con lo que acordamos.

Sonrío con suficiencia al escuchar el ring-tong del teléfono y ver su nombre en la pantalla.

- Marco, justo estaba esperando tu llamada.

- Lamento no haber podido hablar contigo ayer, tube unos...inconvenientes. ¿Qué tal el vuelo a Múnich?

Me balanceo en la silla.

- Cómodo, se siente bien volver - respondo y carraspeo - ahora vamos a lo que importa. A lo que me llamas.

Suelta una carcajada

- Se nota que de verdad estás interesado en mi hija.

- Mucho. Ni se lo imagina. Además, sabe que este matrimonio va a expandir nuestro poder.

Porque eso es lo que a él le importa. Pero bueno, estamos mano a mano. Él obtiene poder, y yo obtengo lo que quiero, a su hija.

- No lo dudo... - hace silencio - bien, quería informarte que Isabelle... aceptó. Está totalmente convencida de este matrimonio. -  sonrío al escuchar sus palabras.

"Lo logré"

- No sabes los felíz que me hace oír eso, Marco. Saber que pronto estaremos juntos... - me detengo a mirar el cofre de oro con el anillo de diamantes, dentro.

- Muy pronto...pero no pierdas el foco. Debes cuidarla de la mafia roja ahora que estará en tus manos.

— No te preocupes. Lo tengo muy en claro. — no aparto la vista del ventanal.

Ella no lo sabe, y no debe saberlo, Alder. — ordena.

Tomo aire. Sé que no será algo difícil mantener el secreto. Sobre todo cuando es algo que perjudica a gran parte del mundo criminal. No permitiré que la toquen.

— Estoy viejo...— habla cansado y me dispongo a oírlo — . Este matrimonio es lo único que salvará a los clanes. Es lo que único que la salvará a ella y por eso confío plenamente en tí.

Asiento agradeciendo sus palabras, sabiendo que no puedo fallar.

— A Isabelle no la van a tocar. Cuando llegue el día me encargaré de ello.

Nos despedimos luego de unas palabras más. Fué una conversación corta pero comprometedora.


Mientras camino hacia la habitación, el eco de mis pasos resuena en los pasillos silenciosos del palacio. Me detengo un momento frente a la puerta, sintiendo una mezcla de anticipación y satisfacción.
Abro la puerta y entro, observando cada detalle de la habitación, preparada meticulosamente para nuestra vida juntos.

La cama, con sábanas de seda, invita al descanso y al lujo. Las flores frescas sobre la mesa desprenden un aroma suave y embriagador. Me acerco al ventanal y observo el paisaje que se extiende más allá de los jardines.

Pienso en los días que vendrán, en las noches compartidas y en los planes que juntos construiremos. Me siento en la cama, sosteniendo el anillo de diamantes, y lo observo bajo la luz tenue de la lámpara.

"Pronto, Isabelle" murmuro, sintiendo una ola de emoción. "Pronto estaremos juntos. Y con cada día que pase, consolidaremos este imperio."

- Tu y yo seremos imparables...

Me levanto, decidido, y guardo el anillo en su cofre. Cuando esté a mi lado será el comienzo de una nueva era, una en la que Isabelle y yo gobernaremos juntos, fuertes y unidos.

Con una última mirada a la habitación, cierro la puerta tras de mí, listo para enfrentar lo que venga.

Porque este es solo el principio de nuestro reinado. Y estoy preparado para todo lo que el destino nos depare.

Cruel Ambición | 1 | (BORRADOR) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora