=22=

264 49 4
                                    

Cuando despertó esa mañana estaba atrapado, entre dos cuerpos cálidos, pero atrapado.

Tenía a Yusuke sobre la mitad de su costado derecho aferrado a su torso y con una pierna sobre su abdomen y a su gato Taiga en su costado derecho, extendido panza arriba a su lado cuan largo era. Akemi suspiró llevando una de sus manos al cabello de Yusuke para acariciarlo y lo miró.

Se veía más tranquilo que nunca, sus facciones relajadas lo hacían parecer más joven de lo que realmente era. Akemi usó su otra mano para recoger uno de los mechones del flequillo de Yusuke y acomodarlo detrás de su oreja, a la cual se detuvo a acariciar brevemente desde el arco como aquella noche. 

Yusuke se estremeció y soltó un suspiro involuntario mientras se aferraba más a su costado.

—¿Se enojará mucho si le tomo una foto? —preguntó Akemi al aire, estirándose para alcanzar su celular sobre la cajonera al lado de la cama y enfocar con la cámara el rostro de Yusuke.

Cuando terminó se rio satisfecho antes de escabullirse fuera de la cama con facilidad después de haber despertado un par de veces en la misma posición tanto con Iori por las noches como con Yusuke por las tardes antes de ir a prepararse para salir.

Después de todo tenía una cita, una en una cancha de baloncesto callejero.

Se vistió con su ropa deportiva y fue a preparar el desayuno de su gato, que en cuanto olió lo que se cocía en las sartenes salió corriendo del cuarto y se sentó en una de las sillas del comedor justo cuando Akemi llegó con su comida. El gato maulló cuando lo vio.

—Buenos días, holgazán —saludó Akemi, dejando la comida en el lugar del gato antes de aplastar sus orejas en una caricia, luego tiró de sus bigotes de forma juguetona—. Cuida bien a Yusuke mientras no estoy.

El gato maulló de nuevo, más ocupado en su comida como para prestarle atención y Akemi puso los ojos en blanco y fue al ascensor.

A esa hora el lugar estaba vacío salvo por la única otra persona con problemas de insomnio en todo el edificio.

—Bruja —saludó Akemi cuando bajó a la recepción y encontró a Hikari frente a su computadora en una de las mesas de la recepción, con un cigarro en los labios, chocolate y una botella de vino. Hijari volteó a verlo, con ojos rojos e irritados—, veo que seguimos con la dieta matasanos.

Hikari bufó, dando otra calada a su cigarro antes de tallarse los ojos con el dorso de su mano.

—Cállate mocoso —tomó un sorbo directo de la botella de vino y se recargó del todo en el respaldo de la silla— ¿Dónde dejaste a tu pequeño novio?

—Durmiendo —rio Akemi, acercándose a las ventanas de la entrada para abrirlas y que el humo de cigarro atrapado en la habitación se fuera—. Tu madre te va a matar si ve esto.

Hikari bufó.

—No regresará de Osaka hasta dentro de dos días, pero no me cambies el tema —regañó, apuntándolo con su cigarro antes de darle una sonrisa cansada—, creí que no te interesaba relacionarte con nadie, en especial desde el desengaño que tuviste en Corea.

—No me interesaba —coincidió Akemi, dando un vistazo a la hora en su celular antes de acercarse para recoger las botellas de vino vacías que Hikari había dejado en el suelo—, solo pasó.

Hikari tarareó mirándolo desde su lugar en su silla.

—Parece lindo, tierno e inocente —apreció Hikari con aprobación, jugando con uno de sus zapatos balanceándolos sobre la punta de sus dedos antes de tirarlo y levantar el mentón de Akemi con su empeine—, no es de nuestro mundo.

El Novio De YusukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora