22.

622 30 2
                                    


-Soy todo tuyo, Tom. ¿Me quieres o no? – me pregunto como coño he llegado a esta situación. En realidad, me pregunto hasta qué se me está pasando por la cabeza, porque ahora mismo sólo tengo un pensamiento libre que recorre cada recoveco de mi cerebro. La visión de Tom abriéndose el cinturón de los pantalones desabrochados, con el musculoso abdomen marcando cada movimiento, las manos abriéndose paso para dejarme ver claramente sus boxers abultados. 

-Sí, Muñeco. Te quiero aquí, ya, de rodillas. Tengo algo para ti que está deseando joderte la boca. – me toqueteé el labio superior con la lengua casi inconscientemente mientras veía su mano introducirse en el interior de sus boxers, moviéndose con lentitud. Tom entrecerró los ojos, ladeando la cabeza. Soltó un jadeo, tocándose debajo de la ropa. Veía el movimiento de su mano sobre su polla, arriba y abajo, arriba y abajo. Las piernas me temblaron, las encogí un poco intentando disimular la erección que empezaba a crecer entre ellas. Verle frente a mí, masturbándose con tanta naturalidad, como si no tuviera a nadie delante. Era como si su propia mano se moviera sobre mi miembro, tocándome con fuerza, estimulándome. – Ya me he cansado. – se sacó la mano del interior de los boxers y me señaló con un dedo, ordenándome que fuera hasta él - ¿Por qué tengo que tocármela teniéndote a ti delante, eh? – ahí estaba. El enorme bulto bajo los boxer, aún atrapado, esperándome. No hacía falta que me pidiera nada. Las puras ganas de llevármela a la boca hablaban por sí solas. – Vamos, mi Muñeco. Te tengo muchas ganas… - sonreí con sumisión, superficial. 
Me dejé caer al suelo delante suya, de rodillas, con las piernas bien separadas, totalmente erecto. No pude evitar tocarme la punta de mi pene bien dura cuando rodeé con un brazo la cinturilla de los pantalones y los bajé hasta que quedaron justamente debajo de sus nalgas. 
Me temblaba el brazo. No estaba nervioso, estaba excitado a más no poder.  Tom no apartaba su vista de mí cabeza. La pegué a su abdomen que subía y bajaba, acalorado. Me la solté y restregué mis labios por todos los músculos tensos, besándolos, lamiéndolos, paseando mis manos por sus costados hacía abajo, agarrando los boxers, bajándolos despacio. Le tenía ganas después de haberle perdido. Ganas de que me lo hiciera como el bestia que era. Ganas de demostrarle que no era un simple Muñeco con el que jugar porque, aunque pareciera que me estaba vendiendo junto con mi dignidad y orgullo, lo que estaba haciendo era jugarme el todo por el todo en una partida que estaba dispuesto a ganar a su manera, en su campo de minas. Haciendo el último movimiento y, para mi suerte, había picado el anzuelo. 

-Oh, Bill, tu amor va a conseguir tocar mi vena sensible en cuanto te la metas en la boca y empieces a comérmela bien, seguro que sí. – se burló. Su pequeña risa se borró de inmediato cuando le miré a la cara, con la lengua fuera pegada a su ingle, descendiendo a la vez que le bajaba los boxers de golpe y notaba como su pene me rozaba la mejilla enseguida. 

-Suelta un solo comentario más sobre mi afición a chuparte la polla… - se la agarré con algo de fuerza y giré la cara, pegando mis labios húmedos a su longitud, besándosela. – Y te juro que te la arranco de un mordisco. – una pequeña sonrisa torcida apareció en su cara. Sentí su mano sobre mi cabeza, empujando, manoseándome el pelo mansamente, revolviéndomelo y apartándomelo de la frente, echándomelo hacía atrás para poder ver mi expresión mientras abría la boca y se la comía de una vez, hasta el fondo, sin miramientos, entera. 

-¡Oohh! – Tom se encogió sobre sí mismo, apretándome la cabeza hasta que sentí su polla casi rozándome la garganta. Cerré los ojos, escuchando sus gemidos ahogados con cada lamida, cada roce de mi piercing frío sobre la carne dura que engullía con mi boca. Aflojó el apretón de mi cabeza contra su pelvis cuando empecé a moverla de atrás hacía delante con la boca bien abierta, para que sintiera bien las ganas que tenía de ella, de saborearla bien a fondo. No podía negar que me gustara. – Muñeco… Sabes hacer maravillas con la lengua… – me pasó una mano sudada por la frente, por la mejilla. Eché la cabeza hacía atrás, sacándomela de la boca. Por unos segundos nuestras miradas se cruzaron mientras me sobaba la cara, los labios con los dedos introduciendo uno en mi boca. Lo lamí, jugueteando, atrapándolo con mi lengua mojada y mordiéndolo cuando lo sacó de mi boca. - ¡Ah! Serás piraña… 

-¿Ahora soy una piraña? – susurré, bajando la cabeza de nuevo, centrándome en lo que tenía delante. Estaba roja y húmeda, empapada por mi saliva. Le besé la punta y la lamí con la lengua mientras se la acariciaba con una mano, de arriba abajo, desde la base hasta la punta con la que jugaba mi piercing. Noté el preesemen descender por mi pene sin habérmelo tocado una sola vez. No tienes remedio, Bill. Vas a correrte por que tienes la polla del loco de tu hermano metida en la boca. Y te encanta…

-Ahora eres una sucia perra – apoyé las dos manos sobre el suelo. Me temblaban los brazos y con Tom agarrando mi cabeza entre sus manos, guiándome, marcándome el ritmo desesperado con el que quería que me la tragara, la saboreaba. Un hilo de saliva descendía de mis labios. Ya notaba su semen empezar a llenarme la boca y escurrirse por entre mis dientes, empapándome hasta la barbilla. Se iba a correr… y yo con él. 

-Aaah… - sentía el espasmo final, el que me iba a hacer ver las estrellas. Me llevé la mano a la punta de la polla sin poder aguantarlo más. Oí a Tom gruñir por lo bajo y sonrió, mirándome. 

-¿Sabes una cosa? Bien mirado… te pareces a la zorra de Natalie. – y el placer se esfumó de golpe, dejándome extasiado, al borde del precipicio. Me la saqué de la boca al instante y giré la cara, apretándomela para intentar evitar la corrida. Tom se inclinó, temblando. Tosí violentamente notando en mi garganta los restos de su semen, a punto de llenármela por completo. - ¿Qué… que coño haces? – le oí gruñir, desesperado, cortado justamente en el momento cúspide, como yo. Le miré sin levantarme del suelo, jadeando, con el preesemen y la saliva empapándome la barbilla y los labios. Escupí a un lado y sacudí la cabeza. A Tom le temblaba el cuerpo, llevándose las manos a la entrepierna bien despierta y mojada, agarrándosela con fuerza evitando lo inevitable, con la respiración entrecortada como yo. 

-Ahora… te toca a ti. – Tom se inclinó tanto que estuvo a punto de caer al suelo de rodillas, pero se sostuvo. 

-¿Qué? – suspiró. 

-Quiero… que me hagas una felación. Ahora… - me miró fijamente, sin saber si tomarme a broma o no, pero no podía estar hablando más en serio. 

-¿Estás de coña? – sonrió. 

-No pienso seguir si no lo haces y, entonces sí que podrás darte el piro con una puta de verdad. – estaba celoso, sí. El tema de Natalie había pasado de ser una prohibición suya a ser una prohibición mía. No lo soportaba. 
Tom me miró en silencio, evaluándome.

-Así que se trata de eso, eh… celoso de mierda… - se agachó de cuclillas frente a mí, con los ojos llameantes, fieros y las piernas abiertas, sin pudor alguno frente a mi cara. – No me estás demostrando tu amor, Muñeco. No sabes jugar al amor… - acerqué mi boca a la suya, lamiéndome los restos de semen y saliva. Sabía que Tom estaba siempre atento a cada uno de mis movimientos, a lo mínimo que hiciera, nada le pasaba desapercibido.

-Tú no quieres amor, Tom. Quieres follarme. No te hagas la víctima. – él entrecerró los ojos. Su mirada maliciosa me devoraba el cuerpo desnudo, flácido sobre el suelo. Me quería penetrar, ya, en ese mismo instante, lo sabía. Me deseaba como un lobo desea una oveja alejada de su rebaño, perdida en el bosque, inofensiva y vulnerable a sus colmillos. 

-Muy bien. – susurró. Su mano me acarició la mejilla, apartándome los restos de fluido con el pulgar de los labios. Bañados en sudor los dos, respirando, alterados por la reciente acción. Sus labios contra mi oído, calados. – ¿Te rindes? 

-¿Te gustaría que lo hiciera? Te quedarías solo otra vez. Aunque te lo merezcas, sentiría lástima por ti. – Tom enmudeció. Quizás me había pasado… quizás no… 

-Muy gracioso, pero no estás en condiciones de decidir nada, Muñeco. – su brazo rodeó mi hombro como si fuera una serpiente asesina intentando estrangularme. 

-¡Ah, Tom, no! – le grité, dolorido, apretando los dientes. El pelo, otra vez el jodido pelo. ¿Qué coño le había hecho mi pelo para maltratarlo siempre de la misma manera? Intentando arrancármelo con tirones tan fuertes que no entendía como no se quedaba en la mano con varios mechones de largo pelo negro. 

Muñeco primera temporada - By sarae Donde viven las historias. Descúbrelo ahora