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-¡Traga, traga, traga, traga, traga! – los gritos me perforaban cada zona del cerebro y aún así, como un idiota, era incapaz de dejar de sonreír. Veía desenfocado al tío que había delante de mí, un tío grande, con una prominente barriga y joven, de unos veinticinco, con la cara mal afeitada y los ojos ya llorosos de tanta bebida y tan fuerte, tan cargada.  No pudo más y, finalmente, cayó hacía atrás, llevándose la jarra del ponche consigo, tirándosela encima y haciendo volcar la silla, aplastándola con tanta grasa y destrozándola. Más gritos. Mi risa de gilipollas se ensanchó y, haciendo acopio de toda mi fuerza de voluntad, envolviendo mi estómago revuelto en una burbuja de puro alcohol, sintiendo como la sangre en mis venas había desaparecido por completo para dejar paso a ese fuerte líquido que me subía directamente al cerebro, me llevé la gran jarra de ponche a los labios y en seis sorbos, me la tragué entera.  Cinco jarras completas. Había ganado. 

-¡Uehhh! – gritos de histeria por todas partes sólo consiguieron aturdirme aún más, haciéndome difícil el conseguir levantarme del taburete por mi propio pie con tanta gente dando vueltas alrededor de mí, tantos colores revoloteando alegremente. Todo el mundo se me empezó a pegar y a tocarme felizmente por todos lados, de manera amistosa. 

-¡Puede que seas un maricón, pero eres el maricón mas enrollado que he conocido! 

-¡Que te den… hip… por el culo! – solté, entre risitas estúpidas y pasos totalmente descompasados. 

-¡Ese Billy, ese Billy, ueh, ueh! ¡Ese Billy, ese Billy, ueh, ueh! – y ahora se ponían a corear a mi alrededor. Me sentía como un hippie fumado de los sesenta, incapaz de dejar de reír como un idiota, con cara de drogado divirtiéndose bajo los efectos de la marihuana y era gracioso, alucinante, incluso divertido… hasta que empecé a notar los efectos secundarios. 

-¡Vale ya, vale ya! ¡He ganado! – me subí a la mesa, alzando las manos, vociferando - ¡Invitadme a otra ronda! 

-¡Uehh! - En ningún momento se me ocurrió que estaba haciendo el imbécil totalmente. De todas formas, no era el único que lo hacía.

-¡Ese Billy, ese Billy, ueh, ueh! – ¡Si me puse a hacer palmas y todo incitando a todo el mundo a que me siguiera aclamando! Por supuesto, mi vena de famoso rockero tuvo que aflorar justo en ese momento. Ahora tenía más claro que nunca que ser el vocalista de un grupo famoso era mi destino por mucho que luchara contra él. 
Alguien abrió una botella de champán, agitándola y dirigiendo el chorro a presión hacía mí, bañándome entero de arriba abajo. 

-¡Eh, eh, eh que está frío!

-¡Uehh! 

-¡No creáis que voy a dejar que me la metáis por el culo por mucho que gritéis, eh! ¡Más quisierais pijos de mier…! – de un tirón, sentí el suelo acelerarse hacía mi cabeza. Me escurrí sobre la mesa y caí al suelo de espaldas, dándome el mayor hostión de mi vida. Bueno… lo hubiera sido si no llega a ser porque había alguien debajo que impidió el tremendo golpe contra el duro mármol. 
Por unos momentos estuve a punto de dormirme allí, sin ganas de levantarme, sólo con ganas de dormir y olvidarme de todo. Cerré los ojos, sin apenas percatarme del movimiento que había debajo de mí. Alguien me agarró los hombros, sacudiéndome con brusquedad. 

-¡Bill, Bill, imbécil! ¡Levanta! – abrí los ojos de golpe. A ese tío yo lo conocía de algo…

-¡Coño, pero si es mí mejor amigo, Sparky, el chucho atómico! – y me empecé a reír por mi propia broma. 

-¡Pero que gilipolleces dices! ¡Levántate idiota! – me puso de pie, tirándome del brazo.

-¡No quiero! – empecé a patalear.

-¡Bill! 

-¡Quiero dormir! ¡Déjame dormir! ¡Quiero dormir en el suelo, quiero! 

-¡Joder! 

-¡Uuh! – gemí en el esfuerzo por soltarme de sus fuertes dedos. De repente, Sparky me agarró de las mejillas y me miró fijamente a los ojos. 

-¡Bill, estás haciendo el tonto! ¡Estás totalmente borracho y si es lo que quieres, yo te llevaré a un sitio para que puedas dormir tranquilo! – se me iluminaron los ojos o quizás es que se me dilataron las pupilas porque me estaba dando un chute al corazón de alcohol. En cualquier caso, sonreí. 

-¿Sí? ¡Viva! ¡Llévame a la cama! – Sparky puso los ojos en blanco unos segundos. 

-Díos mío… - y me cogió de la mano, entre bufidos y suspiros de fastidio, arrastrándome hacía las escaleras que subían a las habitaciones, quitándose a la gente de en medio a empujones. 

-¡Sparky, eres un bruto! 

-¡No me digas! 

-¡Si te digo, eres un bruto pero yo conozco a alguien más guay que tú! – Sparky me dirigió una mirada asesina. Me llevé la mano a la boca, riéndome con toda la malicia y mezcla de estupidez de la que era capaz. 

-¿Te refieres a ese guay que en estos momentos se está tirano a tu ex, la que te puso los cuernos con otros cientos de tíos? – ahí me dio en la yaga, recordándome de golpe a Tom, todo lo que había ocurrido esa noche con él, su maldita frialdad y provocación a la hora de restregarme los cuernos. Entrecerré los ojos y en cuanto terminamos las escaleras, ya en el piso de arriba, me tiré al suelo de rodillas aún con Sparky agarrándome fuertemente la mano. - ¿Qué haces? 

-¡Que te jodan, a ti y a los pijos! ¡Os odio! ¡Pijos! 

-¿Me estás llamando pijo a mí? – le miré de arriba abajo. Sparky podía tener pinta de cualquier cosa salvo de pijo. Era un macarra total que no se vestía con camisa ni para ir a una boda. El pelo rubio revuelto que le daba un aspecto de tipo duro, los ojos fríos y penetrantes, los labios fruncidos y un tanto quemados, descuidados, las pequeñas cicatrices que Tom le había dejado marcando su cara, exactamente en la ceja, en el pómulo derecho y bajo el labio inferior. Su cuerpo estaba bien formado, quizás mejor que el de Tom. Sparky siempre había sido grande, bastante grande pero aún así, no me superaba en estatura, quizás un par de centímetros más bajo que yo, no mucho más. Era un chulo de mierda, prepotente, bastardo… me recordaba a Tom. 

-Tom… Tom… - me encogí en el suelo, sollozando. 

-¡Oh, joder, otra vez! 

-¡Tom, eres un cabrón, cabronazo! – y me puse a llorar otra vez. Sparky se cruzó de brazos frente a mí, con cara de mala hostia. Varias personas que salían de los dormitorios o del cuarto de baño se me quedaron mirando, riendo como subnormales que eran. 

-¡Ya vale, se acabó! ¡Deja de hacer el idiota, das vergüenza ajena! – Sparky me agarró del brazo, cansado de mis lágrimas y empezó a arrastrarme por el pasillo. Me deslicé de rodillas por el mármol y hasta que conseguí levantarme entre tambaleos, anduve casi a gatas. El muy gilipollas no se detenía ni para ayudarme a levantarme y yo… simplemente lloraba. 

-¡Tom, te odio, muérete! ¡Ojala tengas un gatillazo y te la pilles con la puerta, mamón! ¡Cabrón, gilipollas! ¡Snif! 

-¡Joder con el marica de los huevos! 

-¡Tom! ¡Idiota, idiota, idiota! – Sparky se detuvo frente a una puerta. Aún sin soltarme la mano, la abrió. Otra puerta se abrió a la vez. La primera a la derecha, haciéndome callar las maldiciones dirigidas hacía mí hermano/novio/psicópata. Le miré salir del dormitorio desnudo de cintura para arriba, con el ceño fruncido y las rastas sueltas cayendo sobre su pecho y espalda. 
Me miró. Yo le miré a él con las lágrimas en los ojos y el puchero intacto en mi expresión. Debió de considerarme patético. Daba pena.

-¡Tom! – le grité. Él frunció el ceño aún más, mirando a Sparky que no se había percatado de su presencia y que tiró de mí, introduciéndome en la habitación. - ¡Tom, eres un cabronazo! – le grité antes de que Sparky cerrara la puerta con nosotros dentro.  Nos quedamos solos. Quise salir fuera y correr hacía Tom, abrazarle y pedirle perdón pero no. No lo hice porque Sparky me agarró de la cintura y de un empujón, me tumbó sobre la cama. Me quedé allí, con los ojos abiertos mirando el techo, sin moverme. Sentí como la cama se hundía a mí lado y le vi sentarse, suspirando. 

-Eres un coñazo, ¿Lo sabías? 

-Hum… - murmuré, sin inmutarme. Ahora que estaba sobre una cama difícilmente me sacarían de allí. El estómago me empezó a dar molestas sacudidas, demasiado molestas, demasiado vomitivas. Tenía muchas ganas de vomitar, muchísimas y si me movía de la cama lo más mínimo, potaría, seguro. 
Miré la habitación desde mi posición, sin moverme. Esa no era la habitación de Natalie, estaba casi seguro. 

-Voy a tener que arrastrarte hasta tu casa, ¿Verdad? ¿O volverás con Tom? 

-Hum…

-Oye, te estoy hablando, no te duermas. 

-No me duermo. 

Muñeco primera temporada - By sarae Donde viven las historias. Descúbrelo ahora