24.

451 23 9
                                    


En aquel momento no era consciente de donde me estaba metiendo. Daba un paso, y otro, y otro al frente, sin saber hacía donde me dirigía, sin tener una meta fijada en mi mente. Simplemente caminaba hacía delante con la cabeza agachada y los ojos clavados en la acera, incapaz de levantar la mirada. Me pregunté si así caminaría a partir de ahora, si en esto se basaría mi futuro, caminando hacía delante, siempre hacía delante pero sin objetivo en la vida, sin sueños, sin deseos, sin sentimientos. Nada que perseguir. Sumido en una soledad y oscuridad perpetua, sólo con la carga de los recuerdos que no volverían a la vida, que habían quedado atrás, muy atrás. 
¿Lo que sentía era un justo castigo enviado del cielo? Vaya una tontería. Era demasiado incrédulo como para creerme que Dios se molestaría en joderme la vida simplemente porque me había enamorado de un monstruo, que para mi desgracia, estaba ligado a mí por lazos de sangre. 
De todas formas, ya no quedaba nada entre nosotros. Cuanto me gustaría decir que todo ha desaparecido, todo lo que sentía se ha ido, pero no es así. 
Es ahora, cuando todo ha acabado, el momento en el que más le hecho de menos, más deseo tenerle a mi lado, más ganas de contacto entre nosotros ansío. Es ahora cuando más patéticamente le amo. Ahora, después de haberme roto, pisoteado y aplastado en su cruel juego. Después de haberse comido todas mis piezas en su salvaje afán por tener lo que no se puede ni debe tenerse. Y yo he caído, como la última pieza del juego, como el Muñeco que ya no sirve y que por ello, puede romperse y tirarse sin remordimientos, dejándolo solo con recuerdos que nunca volverán a la vida. Porque no volverán ¿Verdad, Tom?


-Esto es un Jaque Mate. Lo siento, Muñeco, pero tú eres el perdedor. 
¿Conoces esos momentos en los que de repente, el mundo se vuelve enorme a tu alrededor y tú te sientes pequeño e insignificante, inseguro y diminuto, frágil y vulnerable ante cualquier leve sacudida que te propine el aire? Yo sí. Era la primera vez que vivía esa sensación con semejante intensidad. El suelo temblaba, el baño parecía deformarse, abalanzarse sobre mí dispuesto a tragarme y, en un acto reflejo, desvíe la mirada al suelo con los ojos fuertemente cerrados, muerto de miedo ante aquel monstruo amorfo que, en realidad, no existía. 

-Lo entiendes ¿No? – volví a abrir los ojos con lentitud y le miré sumido en un intenso silencio, aferrándome el brazo izquierdo con la mano derecha. Me sentía de repente tan indefenso, tan niño, tan… estúpido. Y Tom sonreía levemente, sin excesiva malicia, incluso parecía un tanto molesto, cansado, disgustado. Parecía no hacerle gracia el asunto, no le parecía divertido… o eso creía yo, esperanzado de manera ingenua. - ¿Cómo explicarlo? – extendió los brazos haciendo un gesto de obviedad, sonriente. – Creo que desde un principio ya te hiciste la idea de que no era una persona fácil de manejar, no tuviste cuidado y acabaste sumiso, totalmente a mi merced, de mi propiedad, dispuesto a dejarte hacer de todo como a una puta bien cobrada. – ladeó la cabeza, acariciándose el cuello con una mano expresando total indiferencia. – Y resulta que eso me encanta. – me miró con tanta lascivia que sentí las piernas aflojárseme, pero me mantuve en pie y alcé la mirada por fin, entrecerrando los ojos en un arranque de valor, mirándole a la cara. 

-Si te refieres a que me has follado como te ha dado la gana y las veces que te han dado la gana, sí, lo has hecho. ¿Y qué? A mí me gustaba y no me arrepiento de nada. – hablé, sintiéndome otra vez seguro. Yo no era menos que él. Si quería juego, iba a tener juego.  Lo que tenía claro es que algo no cuadraba. De un día para otro Tom no podía pasar de mi culo así como así, volver al principio después de tantos avances, de sus sonrisas y sus caricias amables. Algo pasa, no soy gilipollas. Pero sus ojos no me dejan ver más allá de sus ganas de hacer daño, de jugar conmigo. 

-¿Quién está hablando de arrepentirse? Ha sido fantástico, mucho más excitante, brutal, sucio y mojado que tirarse a cualquier puta, por muy guarra que sea. 

-¿Pero? – Tom ensanchó la sonrisa, divertido por mi estado de alerta. 

-Sólo has sido un juego. – abrí los ojos de par en par, sorprendido por la generalización de la respuesta y su significado. Sentí un torbellino que se instaló en mi pecho, contando una marcha atrás hacía mi desesperación y un agujero negro de confusión en mi cabeza.
Parpadeé varias veces, sin capacidad para comprender todo lo que esa afirmación conllevaba y clavé la mirada en su pecho, desconcertado. 

-¿Qué? ¿¡Que coño quieres decir con eso!? 

-No te exasperes, Muñeco – se rió. 

-¿¡Que no me exaspere!? ¡¿Pero tú eres gilipollas o te lo haces?! – tanto secretismo, el vaso que se había llenado a lo largo de la semana empezaba a desbordarse y con él, mis nervios. Di varios pasos al frente, hacía él que se apoyó con chulería contra el filo del lavamanos y me miró por encima del hombro. Tenía la tentación de agarrarlo del cuello y estrujarlo con fuerza. – Llevo una puta semana detrás de tu jodido culo de chulo putas y tú pasas de mí como de la mierda y encima me sueltas borderias sin sentido. Me abandonas en una cama a la suerte, no me hablas, no me tocas, no me miras, ¡No me follas! ¡Y todo eso de la noche a la mañana! – Tom sonrió. 

-Si querías que te follara solo tenías que pedirlo. – sus ojos brillaron con malicia. Le di un fuerte empujón hacía atrás con el puño cerrado. 

-¡Deja de jugar! ¿¡Es que acaso soy el único de los dos que se lo toma en serio!? 

-Sí… - el histerismo me podía por momentos y el oír ese último comentario, dicho con toda la frialdad e indiferencia del mundo, cerré los ojos unos segundos y tomé aire, intentando tranquilizarme en vano. – He jugado contigo desde el principio. Probablemente todo lo que te halla dicho hasta ahora habrá sido mentira. No me gustas, no te quiero y mucho menos te amo. Sólo te he follado y me he divertido jugando al sin sentido de tu vida diaria. Si tú te has quedado pillado por mí, es tu problema. ¿Lo pillas mejor así? – me quedé observándole con la boca abierta, totalmente estupefacto ante sus palabras. Unas palabras que jamás había pensado que acabarían saliendo de su boca, al menos no así, no después de todo lo que habíamos pasado juntos. 

-No… no te creo. – tartamudeé. Tom soltó una sonrisita socarrona. 

-¿No? ¿Qué te hace pensar que no es así, qué eres más que un juego para mí? – la cabeza me daba vueltas. La giré desconcertado a un lado y a otro, buscando respuestas en mi mente. Estaba sudando. Estaba desesperándome. 

-Soy un hombre. 

-Sí. Mi primer y único hombre. No puedes culparme por ello, Muñeco. Cualquier tío por muy hetero que fuera se moriría por ti. Eres… un regalo divino para maricones. Eres una auténtica preciosidad. Esa carita inocente, ese cuerpo frágil y a pesar de todo, tu carácter. Son cualidades dignas de un chapero. Tenemos de ejemplo perfecto a Sparky, macarra donde los haya, por el que las mujeres suplican y él va detrás de culo. – tragué saliva. Sentía como la extraña asfixia que me inundaba el pecho se expandía hasta mis pulmones y me obligaba a respirar con ansiedad. 

-Soy tu hermano. – hermano. Odiaba esa palabra… Tom empezó a caminar por el baño, sin apartar los ojos lujuriosos de mi cuerpo, dando vueltas a mí alrededor con los brazos cruzados. 

-Un reto interesante, pero no ha sido difícil de superar a pesar de tu cabezonería. Enseguida te olvidaste de ese pequeño detalle, ¿Verdad? Te he tenido comiendo de la palma de mi mano desde el principio. Te mueres por mis huesos, reconócelo. – apreté los puños y cerré con fuerza los ojos aguados, notando su mirada fija en mi trasero mientras se paseaba detrás de mí. 

Muñeco primera temporada - By sarae Donde viven las historias. Descúbrelo ahora