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Lo que algunos llaman "felicidad", Felix lo llama "manualidades"

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Lo que algunos llaman "felicidad", Felix lo llama "manualidades".

Y lo algunos llaman "felicidad", Hyunjin lo llama "Felix".

Lo que algunos llaman "tristeza" Felix lo llama "zumo de uva".

Y lo que algunos llaman "tristeza", Hyunjin lo llama "familia".

“¿Crees que eres feliz?” Le preguntó el hombre extraño a Felix.

“¿Qué es ser feliz?” Le contestó el pequeño rubio al desconocido.

“Bueno, ser feliz es muy relativo. Muchas personas dicen que ser feliz es algo en concreto, como por ejemplo dinero o una buena vida llena de lujos, por otro lado, otra gente dice que ser feliz es un sentimiento que se siente cuando crees que te sientes libre, sin ataduras, sonriéndole a la vida. Por eso te pregunto, pequeño desafortunado, ¿crees que eres feliz?” Volvió a preguntar aquel hombre con voz ronca y grave, completamente extraño para Felix. Su madre y su mejor amigo, Hyunjin, le han repetido millones de veces que no hable con extraños, pero, ¿y si ese extraño encuentra la felicidad del niño?

 Su madre y su mejor amigo, Hyunjin, le han repetido millones de veces que no hable con extraños, pero, ¿y si ese extraño encuentra la felicidad del niño?

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Felix, o mejor conocido como el Desafortunado, se encontraba jugando en su habitación, bueno, no realmente jugando. En verdad estaba otra vez haciendo cosas sin sentido con tijeras, pegamento y purpurina, a veces metía de vez en cuando algunas pegatinas, y otras coloreaba con lápices de colores.

Con una sonrisa proveniente de un niño de 5 años, cortaba papel con unas tijeritas adecuadas para sus cortos dedos. Su cara brillaba haciendo resaltar sus pecas que estaba alrededor de su cara angelical que, a pesar de tener ya 15 años, su imagen seguía siendo la misma que la de un pequeño de 6 años, incluyendo su inocencia.

Movía las tijeras por todo el papel, hasta que elevó su vista y miró a una parte del suelo, dándose que le faltaba el pegamento. Este abrió sus ojos como platos y también su boca, mostrando levemente sus dientes.

«¡No puede ser!» pensó. «¡Una buena manualidad no es una manualidad si no contiene pegamento! O si no, ¿cómo se supone que voy a pegar la purpurina?» Felix dejó las tijeras y el papel que estaba cortando en el suelo. Se levantó y se dirigió rapidamente hacia su mesita de noche, pasando por el lado de la cama. Digo "por el lado" porque la cama de Felix solo tiene un lado, ya que su cama estaba pegada a la pared, además de estar cubierta por una sábana encima y dos sábanas tapando lo bajo de la cama, esa oscuridad. Y dos edredones gordos y calentitos que Felix usaba para abrigarse por las noches, aparte de una manta de algodón, que no solo se la ponía para dormir junto a los dos edredones sino que también la llevaba puesta cada vez que iba a algún lugar de alta temperatura. A Felix le gustaba el calor.

Cuando el Desafortunado abrió el segundo cajón de su mesita, donde solía guardar su material de manualidades, se dio cuenta de que había de todo menos pegamento. Felix por un segundo entró en pánico, abrió sus ojos aún más y abrió el cajón que había encima. ¡Guau! En el primer cajón tampoco había pegamento. «¡No puede ser!» volvió a repetir en su mente. «¿Qué voy a hacer? Si tampoco tengo pegamento en mi cajón mágico, entonces, ¿dónde tendré? Ay dios, ¿Que puedo hacer?» entonces ahí Felix trató de usar todos sus conocimientos de un niño de 15 años. Dejando aparte las ecuaciones que solía aprender en su instituto y la sintaxis, llegó a una conclusión. «¡Ya sé lo que voy a hacer!» se dijo, de alguna manera entusiasmado, sacando su sonrisa más grande. «Iré al mercadillo que hay a unas cuadras de aquí, si al final, ¡todo me pilla cerca!»

Y eso hizo el pequeño. Debido a su entusiasmo, trató de salir corriendo de su cuarto, pero su emoción era tan grande que no recordó lo desordenado que es su cuarto, resbalando con una de las cosas que había en el suelo y que solía facilitar el paso. Debido a ese objeto que parecía ser la sábana que usó ayer por la noche para taparse mientras leía su diario, acabó cayendo al suelo de boca, dándose un golpe en la nariz. Felix hizo un pequeño quejido y se apoyó con una de sus manos en el suelo y con la otra mano tapando su nariz con dolor. Se sentó en el suelo, está vez acariciando su naricita con sus dos manos, buscando algo de alivio.

—Estoy bien... Estoy bien... —Se dijo a sí mismo. Después de acariciarse su nariz por unos cortos minutos, se volvió a levantar y abrió la puerta blanca con pomo de metal de su habitación. Miró alrededor, buscando a su madre que, como siempre, estará en la cocina bebiendo ese zumo que tanto le gusta.

El rubio echó a correr de nuevo. Su madre siempre le decía que correr por los pasillos está prohibido, pero el entusiasmo de Felix en aquel momento era tal que no lo pudo evitar. Así que, como era de esperar, Felix de nuevo no se volvió a fijar en lo que había a su alrededor, chocándose con una pequeña mesa de madera donde habia un gran jarrón morado, un regalo de su abuela. Por mucho que Felix haya puesto toda su visión y reflejos de gato, no pudo agarra el jarrón a tiempo, cayendo y rompiéndose en unos cuatro grandes pedazos.

—¡Oh, no! —Se dijo agitado—. Ahora es un puzle... —Miró al jarrón con algo de tristeza y preocupación. De repente, una idea se le vino a la mente—. ¡Pues lo arreglaré yo mismo! —Se dijo con gran alegría—. En cuanto consiga el pegamento, claro... —Y después de ese pequeño monólogo, volvió a echar a correr, fijándose muy bien en cada escalón para bajar a la salida.

Cuando iba hacia la puerta, sus ojos se abrieron y se iluminaron. ¡Otra idea en la mentecita torpe de Felix!

—¡Se lo tendré que decir a mamá! —Se dijo, en voz alta—. O si no se pondrá muy preocupada, como todas las madres, ¡claro! ¿Cómo he podido ser tan insensible? —y Felix una vez más echó a correr hacia su madre.

—¡Mamá! —llamó con una sonrisa. Pero la madre no reaccionó, ni siquiera se dio la vuelta para mirar a su hijo. Su única acción fue servirse más de aquella botella, que parecía ser vino. «¡Otra vez ese dichoso zumo de uva! Ugh, odio el zumo de uva» pensó Felix—. Voy a salir a comprar pegamento. ¿Me dejas? —preguntó con una gran sonrisa. Sin embargo, la madre solo seguía ignorando a su hijo, volviendo a servirse de esa botella. Echó y echó líquido de uva hasta que se llenó la copa entera. La mujer lo tomó con rapidez y, con la botella de vino, se acercó al guiso que estaba preparando para la comida, echando ahí el vino que quedaba. Felix miró al guiso con disgusto. «¡No pienso comer eso! El zumo de uva me da asco... No entiendo como mi madre lo puede estar bebiendo todos los días» Felix sonrió levemente de nuevo, y fue corriendo hacia la puerta.

Abrió la puerta con rapidez y una sonrisa que no le cabía en la cara, corriendo por el pueblo chiquitito en el que vivía hasta llegar al mercadillo.

Abrió la puerta con rapidez y una sonrisa que no le cabía en la cara, corriendo por el pueblo chiquitito en el que vivía hasta llegar al mercadillo

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                                Elle

¡Nueva historia!
Esta está inspirada en el juego "Little Misfortune" (me encantó) espero que les guste :)

Lindo Desafortunado//Hyunlix//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora