Capítulo 1: Heredero

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Unión:

En el año 129 d.C., dos prominentes linajes de la nobleza de Poniente, los Velaryon y los Targaryen, unieron sus destinos en un matrimonio que resonaría a lo largo de la historia. Lucerys Velaryon y Aemond Targaryen, desde su infancia, estaban comprometidos, y finalmente, en una ceremonia tradicional valyria, se convirtieron en esposos. La majestuosa Fortaleza Roja, con sus altas torres y muros de piedra, fue el escenario de esta unión.

La boda fue un evento esplendoroso, donde los nuevos esposos recibieron una lluvia de regalos y bendiciones. Los sacerdotes valyrios entonaron antiguos cánticos, invocando la protección de los dioses sobre la pareja. Muchos observadores escépticos creían que este matrimonio no podría funcionar debido al profundo odio que Aemond sentía hacia Lucerys. Sin embargo, la celebración transcurrió sorprendentemente tranquila.

Aemond, a pesar de su resentimiento previo, no insultó ni agredió a Lucerys en ningún momento. Esto desconcertó a muchos, y se tejieron varias teorías para explicar su inusual comportamiento:

Antes de la boda, la reina Rhaenyra, madre de Lucerys, advirtió a Aemond que no se atreviera a tocar a su hijo. La amenaza de la reina era firme y directa, y Aemond sabía que desafiarla tendría consecuencias graves.

Rhaenyra había amenazó con exiliar a Aemond si la boda no transcurría con tranquilidad. El príncipe dragón no podía permitirse perder su posición y su legado por un arrebato de ira.

Aemond había dejado a Lucerys en cinta antes de la boda. El honor y el deber lo obligaban a casarse con el, independientemente de sus sentimientos personales.

A pesar de todo, algunos susurraban que Aemond estaba secretamente enamorado de Lucerys. Quizás su corazón, endurecido por la rivalidad y la política, latía más fuerte de lo que él mismo estaba dispuesto a admitir.

El amor evidente entre Aemond y Lucerys en cada gesto, cada mirada. Bailaban juntos, sus cuerpos tan cerca que parecían uno solo, sin desear separarse en ningún momento. Aemond, con su mirada intensa, robaba besos apasionados a Lucerys, el pequeño omega, en momentos robados que dejaban a todos los presentes sin aliento.

Estas escenas de amor y deseo no pasaban desapercibidas para Aegon, quien no podía evitar sentir celos. Había pasado un año desde que se casó con Jacaerys en una ceremonia realizada antes de la muerte del rey Viserys. Su esposa, Alicent, había sido la arquitecta de esa unión, con la esperanza de que Aegon pudiera convertirse en rey consorte algún día. Sin embargo, esa unión nunca llegó a funcionar. Jacaerys ni siquiera compartía la cama con Aegon, mucho menos permitía que lo tocara, y Aegon se sentía impotente ante la situación.

"Lucerys se ve muy feliz", dijo Jacaerys, sentado al lado de Aegon, con una voz alegre.

"Eso también podríamos ser nosotros", exclamó Aegon. Jacaerys se rió ante la idea.

"Eso jamás. Ya te he dicho que nuestra unión es solo política, Aegon", respondió Jacaerys, bebiendo de su copa despreocupado mientras Aegon lo miraba fijamente.

"Los hijos también son parte de esta política", replicó Aegon, agarrando la mano de Jacaerys con una fuerza.

"Entonces los hijos de Aemond y Lucerys serán los herederos al trono", sentenció Jacaerys, levantándose de la mesa. Aegon, como un rayo, fue detrás de él, decidido a no dejar que las cosas terminaran así.

La celebración fue tan larga y animada que muchos hombres y mujeres terminaron quedándose dormidos en las mesas, exhaustos por la diversión y el exceso de comida y bebida. Sin embargo, llegó el momento en que Lucerys y Aemond debían retirarse para consumar su unión definitivamente.

Volver al futuro |Lucemond & Jacegon|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora