capítulo 2: Dolor

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En el sombrío día del funeral de Lucerys Velaryon, los corazones pesados se reunieron en Driftmark, donde las olas del mar acarician las costas. El cuerpo de Lucerys descansa en un féretro tallado con la forma de su rostro, como si estuviera durmiendo en paz. Los rezos se elevan al viento, y los presentes recitan: "Del mar somos y al mar volvemos".

Aemond permaneció con la mirada perdida, sosteniendo a su hijo en brazos. La tristeza se refleja en su mirada mientras el viento susurra secretos que solo él puede escuchar.

Rhaenyra lloraba desconsolada. Sus lágrimas caen como gotas de lluvia sobre la arena, mezclándose con la sal del mar. Su dolor es inmenso, y su corazón se rompía en pedazos.

Jacaerys observó impotente cómo las olas se llevan a su hermano cada vez más lejos. Las palabras no pueden expresar su tristeza, pero su mirada dice todo lo que su corazón siente.

Aegon le da una palmada en la espalda. "Ahora que Lucerys ha partido, Jacaerys no tendrá excusas para no darme un hijo", pensó. La vida sigue, implacable incluso en medio del duelo.

Daemon no lloraba pero su mirada estába fija en el mar. No era su hijo biológico, pero lo había criado como suyo. El mar se lleva a Lucerys, y Daemon se despide en silencio, recordando al pequeño niño valiente que fue Lucerys.

En medio de la tristeza y el desconcierto, Viserys y Aegon Targaryen se encontraban rodeados de una multitud de rostros sombríos y llorosos. Estaban en el funeral de su medio hermano, Lucerys Velaryon, un evento que ninguno de los dos jóvenes príncipes comprendía por completo.

Lucerys, su amado hermano, ya no estaba con ellos. El mar de Driftmark lo había reclamado, dejando a los dos príncipes Targaryen con un vacío inmenso en sus corazones. Ellos, criados en la tradición Targaryen, no podían comprender por qué su hermano no había sido incinerado, transformado en cenizas como era costumbre en su familia, en honor a su legado de dragones.

Joffrey intentó explicarles el significado de las tradiciones Velaryon. Les contó que ellos, aunque también eran Targaryen, compartían sangre Velaryon , y que era costumbre en la Casa Velaryon que los muertos fueran entregados al mar. El mar, les dijo, era su hogar final, su descanso eterno, un lugar donde su espíritu podía navegar libremente.

Pero las palabras de Joffrey parecían no tener efecto en los jóvenes príncipes. Aegon y Viserys eran Targaryen, y para ellos, Lucerys también lo era. "Lucerys es un dragón y debe ser quemado y ser cenizas", dijeron, su voz temblorosa pero firme, sus ojos de desafío y dolor.

Aemond no podía seguir mirando. Se acercó a Jacaerys y le entregó a su hijo, dejándolo allí mientras se alejaba de todo. Aegon, con desprecio, observó al niño que se aferraba a Jacaerys como si sintiera que su padre lo estaba abandonando.

Jacaerys, con los ojos enrojecidos por el llanto, sostenía al pequeño bebé en brazos. El cabello oscuro de Regulus le recordaba al de Lucerys, y Jacaerys se aferraba a eso como si fuera un hilo que lo unía al pasado.

Aegon frío y distante, observabo la al bebé con desprecio. No había apreciaba a Lucerys, pero la noticia de su muerte había despertado en él una eterna satisfacción difíciles de comprender. "No vas a cuidar a ese niño", murmuró.

Jacaerys, sin embargo, no estaba dispuesto a ceder. Su voz se alzó con rabia contenida: "¿Por qué no? Es hijo de Lucerys". Sus ojos desafiaban a Aegon, como si estuviera dispuesto a enfrentarse al mundo entero por el pequeño ser que sostenía en sus brazos.

Aegon no retrocedió. "Cuidarás a los hijos que yo te daré, no a los de otros", sentenció. Su orgullo herido no le permitía aceptar cuidar del niño de otro alfa y de otro omega.

Volver al futuro |Lucemond & Jacegon|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora