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Era un nuevo día y Sera estaba acomodando cajas con algunas cosas suyas. Alguien llamó a la puerta y sabiendo de quien se trataba suspiro con pesades, acercándose a la puerta para abrirla.

— Señorita Rosie, ¿no cree que es muy temprano? — dijo, levantando una ceja, la caníbal vio que la Serafín estaba "semidesnuda", giro su cabeza con un leve sonrojo — Antes que nada, ¿puedes ponerte otra ropa? —.

La Serafín estaba vestida con una blusa de tirantes color verde claro, con unos shorts color café.

— No le veo nada de malo a mi ropa — respondió, confundida, por la propuesta de la caníbal — Bueno, eso ya no importa, además, ¿creo aver te dicho que vendría temprano? —.

Las dos entraron a la habitación, a Rosie le empezó a dar un tic en el ojo, todavía no se acostumbraba al dulce aroma que desprendía la más alta.

— Bueno a lo que vine — dijo, quitándose su sombrero y aremangando sus mangas — Créeme que todavía no puedo olvidar ese sabor, era tan... agradable — Rosie empezó a acercarse a Sera, viendo como esta caía en la cama, como si le tuviera miedo.

Rosie se subió encima de Sera, y por alguna extraña razón se quedó viendo su rostro, encontrándose con los ojos de la Serafín, pero los apartó rápidamente.

La caníbal empezó a morder el cuello de la Serafín, escuchando un gemido agudo de parte de Sera. Paso su lengua por la sangre que chorreaba, sintiendo de nuevo ese sabor dulce. Mordió por varias ocasiones el cuello de la contraria, sin desperdiciar ni una sola gota. Aparto su boca del cuello de la Serafín, viendo su rostro, cómo sus mejillas estaban rojas y sus pupilas no dejaban de temblar.

Volvió a concentrarse en el cuello de la mujer alta, sintiendo como ella se retorcía de dolor, arqueado su espalda hacía su cuerpo.

— Maldita sea... n-no seas así — dijo, con dificultad, pero no fue tomada en cuenta por la más baja. Apretó sus puños, clavando sus uñas en su palma, ocasionando que sus manos se llenarán de unas cuantas gotas de sangre — ¡No muerdas así!... —.

Rosie por otra parte no hizo el mínimo caso ante las palabras de Sera. Continúo, dejando mordidas por el cuello de ella, esta trato de apartarla con la poca fuerza que le quedaba; que no era mucha. La pecadora al percatarse de la acción de la Serafína, agarro sus muñecas, poniéndolas arriba de su cabeza.

Con una mano siguió sosteniendo las muñecas de la Serafín Mayor, y con la otra su cintura, acercando el cuerpo de ella hacía el suyo.

— No aguantas nada. Serita — dijo, viendo de reojo la expresión de Sera a su apodo. Una expresión de molestia y enojo — M-maldita pecadora —.

Tendría que aguantar ese apodo por días, soportar que esta caníbal la toque de esta manera y tal vez alguno que otro chantaje por parte de Rosie.

Rosie notó que pequeñas gotas de sangre caían de las manos de Sera, por lo que decidió tomarlas y simplemente lamer la sangre de ellas, disfrutando del sabor.

— ¡Para! ¡Eso no! — dijo, apartando la mirada, retirando ambas manos del agarre de la overlod — Creo que ya tuviste suficiente — dijo, dejando de estar encima de Sera.

La Serafín Mayor, se sento en la cama, pasando un dedo por su cuello, acariciando la zona de la mordida, ya cicatrizada, ardiendo un poco ante el toque de su dedo.

— ¿Arde? — la caníbal pregunto, acercándose de nuevo a la Serafína, pasando su lengua por su cuello. Sera al sentir el contacto, soltó un pequeño gemido de queja, sintiendo sus mejillas arder. A este punto ya se sentía harta de esto — ¡N-no hagas eso!... y si, si arde — respondió, apartando a Rosie — ¿Por qué tan malhumorada? — dijo, en un tono burlón.

Sangre dorada/SeraxRosieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora