le dernier match ᝰ.ᐟ

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Jungwon corrió por los pasillos que parecían interminables, escuchando los ecos de su propia respiración mientras el tic-tac del reloj resonaba en su cabeza. Sabía que algo estaba a punto de suceder, algo definitivo. Tenía la sensación de que estaba al borde de descubrir el secreto de la casa... o de quedar atrapado para siempre.

De repente, las luces parpadearon una vez más, y el pasillo delante de él se abrió hacia una sala que no había visto antes. Al entrar, su corazón dio un vuelco. Allí, en el centro de la habitación, estaban todos los chicos de las fotos, en pie, inmóviles, con sus ojos vacíos fijos en él.

Jungwon aterrorizado miró a los chicos que lo rodeaban, aquellos cuyas fotos había visto colgadas en las paredes de la casa. Sus rostros pálidos, con ojos vacíos, no mostraban ninguna emoción, como si ya no quedara vida en ellos. Era como si estuvieran congelados en el tiempo, atrapados en la misma pesadilla de la que él intentaba escapar.

En el centro, Seeun lo observaba con esa sonrisa enigmática. Parecía disfrutar del terror que él estaba experimentando, como si ya supiera el final de la historia.

—Bienvenido a la última parte del juego, Jungwon —dijo ella, su voz suave, pero afilada como un cuchillo—. Aquí es donde decides tu destino.

Jungwon apretó los puños. Estaba cansado de los juegos, de las mentiras y los trucos. Tenía que terminar con esto, de una forma u otra.

—No más juegos —dijo, con la voz firme—. ¿Qué es lo que realmente quieres? ¿Por qué estoy aquí? ¡Responde!

Seeun se levantó lentamente, su vestido flotando como un espectro mientras se acercaba. Los ojos de los chicos congelados seguían sus movimientos con una precisión perturbadora.

—Lo que quiero... —susurró ella, ladeando la cabeza como si jugara con sus palabras— es muy simple. Quiero lo que la casa siempre ha querido: jugadores. Personas que se atrevan a desafiar lo desconocido, a entrar en este ciclo eterno. Pero solo unos pocos entienden las reglas a tiempo. Tú... has llegado lejos, pero el juego aún no ha terminado.

—¿Las reglas? —repitió Jungwon, sintiendo que la presión en su pecho aumentaba—. No entiendo de qué hablas.

Seeun dio un paso más cerca, sus ojos fijos en él con una intensidad inquietante.

—La clave para salir es comprender que no hay escapatoria. El juego no es una elección, es un destino. Tú lo elegiste, aunque no lo recuerdes. Entraste en la casa, te dejaste llevar, y ahora eres parte de ella. Como los otros antes que tú.

Jungwon sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Las palabras de Seeun no solo sonaban a verdad, sino a una verdad que había sentido en lo más profundo desde que puso un pie en la casa. El juego, el ciclo, la desesperación... siempre había estado predestinado.

—¿Y entonces qué? —preguntó, con un nudo en la garganta—. ¿Qué pasa si pierdo?

Seeun lo miró con una frialdad calculada, su sonrisa apenas visible.

—No pierdes. Simplemente te conviertes en parte de la casa. Como ellos —dijo, señalando a los chicos congelados a su alrededor—. Ellos también intentaron ganar, intentaron luchar. Pero aquí no se gana ni se pierde. Solo se juega... una y otra vez.

La sala comenzó a oscurecerse, y las paredes parecían cerrarse lentamente a su alrededor. Jungwon miró frenéticamente a su alrededor, tratando de encontrar una salida, pero las puertas y ventanas habían desaparecido, y las sombras crecían como manos que lo atrapaban.

—Pero yo puedo salir —dijo con desesperación, tratando de convencerse a sí mismo—. Puedo romper el ciclo. ¡No soy como ellos!

Seeun se echó a reír, una risa aguda que resonó por toda la sala.

—Eso es lo que todos piensan, Jungwon. Pero nadie escapa de esta casa. Nadie. Peek-a-boo.

En ese momento, los chicos que habían estado inmóviles comenzaron a moverse, sus cuerpos rígidos y torpes, como marionetas tiradas de un hilo invisible. Sus ojos vacíos lo miraban fijamente mientras avanzaban hacia él, sus manos extendidas, como si quisieran arrastrarlo a su misma oscuridad.

Jungwon retrocedió, pero las paredes se cerraban, y las sombras lo abrazaban con una frialdad que le helaba los huesos. La risa de Seeun se hizo más fuerte, y su figura empezó a desvanecerse en la penumbra.

—Es curioso cómo muestras estar aterrado... —Susurró su voz desde todas partes— Pero en realidad, es tu insaciable curiosidad la que te atrae a este punto sin retorno, cielo. Al final, siempre fuiste esclavo de tu tentación y deseo infinito por descubrir lo que hay más allá.

Las luces parpadearon una última vez, y cuando se apagaron, todo quedó en silencio.

Al día siguiente, la casa roja permanecía en lo alto de la colina, imponente y solitaria. A simple vista, no había nada fuera de lo común. Las ventanas estaban cerradas, y la puerta no mostraba señales de haber sido abierta en mucho tiempo.

Pero si alguien se acercaba lo suficiente, si prestaba atención a las sombras que se movían detrás de las cortinas, podría jurar haber visto un rostro nuevo en las fotografías que colgaban de las paredes.

El rostro de Jungwon, inmortalizado con una sonrisa vacía, como los demás. Una nueva pieza del juego.

Y en algún lugar dentro de la casa, una voz suave y juguetona susurraba:

—Peek-a-boo.

FIN

PEEK A BOO ─── sewonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora