Casi Nada

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En los confines de un rincón desconocido, un amigo me presentó a ti, una figura de luz y sombra, una esencia que resonó en el abismo de mi ser. Como un eco en una caverna, un sentimiento emergió, una melodía que despertó en el silencio de mi alma, una melodía que nunca antes había resonado.

Poco a poco, te fui desentrañando, como un misterio que se despliega en un lienzo de realidad y sueños. Cada sonrisa tuya, cada palabra que pronunciabas, cada gesto que hacías, eran pinceladas en el retrato que pintaba de ti en mi mente. Sin embargo, en la profundidad de mi ser, una verdad se escondía, una verdad que me negaba a aceptar: tú no estabas hecha para mí.

Tu corazón ya tenía su gobernador, un rey que reinaba en tu pecho. Yo, un simple peatón, solo podía observar desde la distancia, anhelando lo que nunca podría tener. Con el corazón roto, me marché, dejando atrás el retrato que había pintado, dejando atrás los sueños que habíamos compartido.

Mi alma dolía con cada paso que daba, como una herida que se niega a sanar. Pero sabía que era necesario, sabía que debía alejarme de ti para poder sanar. Y aunque cada fibra de mi ser gritaba tu nombre, sabía que tú no me alcanzarías.

En ese dolor, encontré la fuerza para seguir adelante, para buscar nuevos horizontes, para encontrar nuevas melodías que resonaran en mi alma. Y aunque el eco de tu nombre aún resuena en el abismo de mi ser, sé que algún día, ese eco se desvanecerá, y solo quedará el recuerdo de un amor que nunca pudo ser.

Así, en el poema de mi vida, tú eres un capítulo, un capítulo que, aunque doloroso, me enseñó a amar, a soñar y a seguir adelante, a pesar de las adversidades. Y por eso, te agradezco, porque aunque tú no estabas hecha para mí, me ayudaste a descubrir quién soy.

Ultra-VioletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora