Capítulo siete - El Rey

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El joven, tenía una agilidad sorprendente, a las chicas les costaba seguirle el paso. Pronto notó este detalle, pues aminoró la marcha, dándoles un momento para descansar. El islote en que se encontraban entonces era bastante grande, al punto de haber un árbol algo extraño, Lo cubría un líquido gelatinoso ambarino y las hojas eran de un rojo intenso, como una fresa dulce y madura, sin embargo proporcionaba la sombra necesaria.

Alix se sentó en la hierba, al menos está era como la de su mundo, pero Lady y Cobalto se quedaron de pie.

- Necesito saber ¿Dónde se supone que estamos - dijo la niña tratando de recuperar el aliento.

- El lugar que se extiende ante sus ojos recibe el nombre de Gume - respondió orgullosamente.

- Puedes tratarla de "tú", ni que fuera tan importante - dijo Lady, para molestia de la niña.

- Todas las personas son importantes, sean niños o ancianos, merecen respeto, no sé que te hizo pensar lo contrario, primita - la defendió Cobalto.

En aquel momento se dieron vuelta y comenzaron a hablar en voz baja, pero no lo suficiente como para que la niña se perdiera la conversación.

- no sabes lo feliz que estoy de que hayas regresado - murmuró el joven.

- no fue por ti - contestó secamente - ni siquiera quería regresar.

- entiendo que te hayas ido para respirar un poco, pero nunca regresaste, así que el rey te trajo de vuelta.

¿El Rey? Al parecer en esta tierra había un gobernante. La niña estaba tan absorta mirándolos, que estos se dieron cuenta.

- He aquí un mal hábito - la reprendió él - supongo que debe ser por la cultura del otro mundo.

- Perdone - dijo algo humillada.

- Tranquila, pero como bien decía Agatha, inapropiadamente por cierto, podemos evitar algunas formalidades, puedes tratarme de tú - dijo con un guiño.

- ¿Decía... Bueno, ¿Decías algo sobre un rey? - estaba demasiado ansiosa por saber - si no es molestia que pregunte.

- Para nada, siempre es un buen momento para hablar de Él - los ojos del joven se iluminaron al decir esto último.

- ¿Aún crees en eso? - Lady hablaba con cierta amargura.

- ¿Cómo es que no recuerdas a quien te salvó la vida? - dijo tristemente.

- Mi vida la salvé yo sola, al irme de este lugar condenado, dónde tontos como tú aún piensan que tiene salvación, pero no la hay, no existe tal cosa como un rey. Lo único real en todo esto son los demonios, que destruyeron mi aldea, mi casa y mi familia.

Mientras hablaba, se le aguaron los ojos, se veía dolida y resentida con aquellos eventos que conseguía olvidar.

- ¿Dónde estaba tu rey entonces? - añadió a gritos.

- ¡Enviando a sus servidores a rescatarnos a mí y a tu hermano! - él también estaba alterado llegado este punto, pero logró suavizar el tono de voz con la siguiente frase - mira, Aga, no niego que fueron tiempos difíciles, pero nunca estuvimos solos.

Puso una mano en el hombro de su prima al decir esto último, para enfatizar sus palabras.

- ¿Dónde está mi hermano? - dijo secamente, al tiempo que retiraba el brazo del joven.

Contestó con silencio, pronto desvió el tema, si bien para distraerla o sencillamente no quería hablar del tema.

- Debemos irnos, la noche está próxima - en sus palabras se escuchaban escasas notas de preocupación.

- ¿Dónde está mi hermano, Cobalto? - repitió, más alterada.

- Nos vamos - dijo el secamente, en tono que no admitía súplica.

Como él llevaba la voz cantante, dicho esto se dió la vuelta y saltó hacia otra isla.

- ¡Esta conversación no ha terminado! - le gritó Lady, mientras agarraba con fuerza la mano de la niña y le seguía.

"Al menos ya no vamos tan rápido" pensó Alix, comprobando que podía moverse cómodamente, sin que le faltara el aire, aunque era bastante complicado y agotador moverse por aquel mundo. Una pregunta se movía en la mente de la niña.

- ¿Por qué ya no eres un gato? - preguntó a Lady.

- La materia sufre cambios al atravesar un portal, ya sean grandes o pequeños - explicó ella.

- Pero yo no sufrí ninguna transformación.

- Tal vez no sea tan importante, pero, ¿Te has fijado en tu cabello?

La verdad era que no, no se había detenido por algo tan trivial en tales circunstancias. Pronto notó que tenía más importancia de la que le había dado cuando la muchacha se detuvo, agitando la larga trenza frente a su rostro.

Contemplándola con horror la niña vio que su cabello era...

Gume, La Tierra Del ReinoWhere stories live. Discover now