The well [H.S. au]

Capítulo 1.

El día se pintaba de colores ocres, era evidente para cualquiera que el otoño estaba en su mero apogeo en Windsor.

Gaelle miraba por la ventana del automóvil. El viento chocándole contra el rostro, amaba sentir las ventiscas acariciarle la piel, como si estuviese volando, entre blancas nubes y sobre verdes prados.

A veces solían llamarle infantil, y es que Gaelle, era una de esas chicas que sonríen al mundo con un destello brillante y soñador, una simple mirada suya parecía declamar poesía, y era audaz, pero ingenua. No tenía muchos amigos, dado que, los temas de interés de los demás adolescentes de 17 años, no concordaban en absoluto con los de ella. Gaelle no estaba interesada en fiestas ni vicios absurdos.

— ¿Llevas el cinturón de seguridad? —Su padre habló por sobre la música de Oasis en el estéreo. Aunque eso, Gaelle no lo notaba, debido a aquellos cachivaches que parecía traer todo el tiempo en los oídos, conectados a su Ipod. Reproduciendo el tracklist que ella misma había hecho, específicamente, para los sábados. Esa era otra manía peculiar de ella, ambientar cada jornada con una lista de canciones que, según Gaelle, cantaban al son del día que se tratase, en este caso, sábado.

— Gaelle — Llamó su padre con más ímpetu, esta vez, la chica presto atención.

— ¿Eh? — Retiró con tesura el auricular derecho, y miró con una plena sonrisa a su padre.

— El cinturón ¿Lo llevas? — Gaelle asintió enérgicamente, pero luego de percatarse de que su padre no podría advertir aquello, soltó una afirmación con aire alegre. — ¿Y tú, Eddy? —Fugazmente miró por el retrovisor al pequeño niño, quien se encontraba dormido, mas sí que traía el cinturón. Utilizando este como almohada, evitando estrellar su cabeza contra el vidrio.

Se dirigían hacia la hacienda de su abuelo. Aquella que Gaelle recordaba con cariño, y quizá un poco de nostalgia. Ya que solían ir todos juntos para las fiestas decembrinas; cuando el pobre follaje de los árboles se pintaba de blanco y el suelo parecía un montón de algodón; cuando los padres de Gaelle aún no habían decidido que habían dejado de quererse.

Sin embargo, Gaelle estaba feliz de volver allí; y estaba segura de que Eddy también.

No pasaron más de 2 horas antes de que desde los cristales de auto, se pudiese admirar ya tan familiar fachada azul del cálido hogar de su abuelo, que estaba rodeado por un paisaje basto de cipreses, cedros y algunos otros árboles de los que, Gaelle, no conocía su nombre.

— Entren con el abuelo, yo saco las maletas —. Anunció su padre antes de encaminarse sobre el piso crujiente hacia la cajuela repleta. Gaelle se dispuso a mover con suavidad el hombro del pequeño para despertarle. Eddy soltó un quejido y de mala gana peló los ojos.

— Hemos llegado Eddy —. Anunció Gaelle antes de tomarlo por los brazos y arrastrarle hasta la entrada de aquella casa algo campirana.

— ¡Gaelle! —. El chiquillo chilló entretanto luchaba por coordinar sus piernas adormiladas, y en soltarse de la delgada mano de su hermana mayor. Aquella última pareciendo más entusiasmada aún que el pequeño de 4 años. — Gaelle, voy a caer. ¡Me lastimas! —. Entonces se detuvo, no por las súplicas de Eddy, si no porque se encontraban ya en el porche, frente a la alta puerta de madera clara. Y aún entonces, sostenía la pequeña muñeca de Eddy entre su palma mientras timbraba.

Bajo el umbral no tardo en aparecer el familiar rostro avejentado del abuelo. Gaelle sintió la anticipada calidez que le brindaba todo aquí. Sonrió, achinando los ojos y se abalanzó hacia los brazos de su abuelo, quien le recibió con gusto.

— Has crecido mucho, Gaelle —.Reconoció luego de mirarle el rostro. Efectivamente más afinado de cómo lo recordaba. — Y el pequeño Eddy —. Gaelle no pudo escuchar lo que el chiquillo articulo con su delgada voz. Ya que se había adentrado a la casa, mirándolo todo como si fuese la primera vez, parecía que nada había cambiado, incluso aquel olor a madera e incienso que le encantaba.