Capítulo 3.

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Harry había esperado durante días el regreso de Clementine, inclusive a veces salía, recargándose en la firme piedra hasta el atardecer. Pero ella seguía sin aparecer. Llegó a pensar que quizás aquel día había sido sólo una ilusión suya, tal vez su mente le había creado un bello ser para fastidiarlo una vez más, para darle una cosa más por la cual esperar.


— ¿Nevará? —Pauline preguntó a su hija, mirándola con la cabeza ladeada. Había detenido su tarea cortando patatas., sólo para mirar con terneza a Clementine, quien se encontraba de espaldas a ella, de cara a la ventana empañada.

Sin embargo, Clementine no prestaba demasiada atención a lo que el clima fuese a ser. Ella veía hacia la aglomeración de árboles, se concentraba en Harry, aunque ya quisiese dejar de hacerlo. Trataba en alejarlo de su cabeza, pero de alguna u otra forma, Harry siempre lograba mezclarse en cada pensamiento que se cruzara por su juicio.

Estuvo muchas veces a punto de volver, pero siempre lograba detenerse a tiempo. Ese chico está demente., no hay por qué volver ahí para comprobarlo. Esa oración ya hasta se había convertido en un mantra para ella.

— Uh... supongo —Respondió entretanto miraba el firmamento, estaba grisáceo y lleno de nubes.

¿Pasará frío estando ahí solo? Y ahí estaba de nuevo, Harry manifestándose en su mente.

Y no es que la preocupara, pero de cierto modo le inquietaba un poco imaginarse al pobre chico marchito de frío, tiriteando; o peor aún, rígido y sin vida.

Lo había decidido, volvería. Y sólo sería para comprobar que esté bien. De nuevo, no es que le preocupara; sólo que, ¿Quién querría vivir con la culpa de la muerte de alguien a quien no ayudó? Pues ella no.

— Mamá —Llamó a su madre, volviéndose hacia ella. Pauline la miró y asintió sonriente. — ¿Puedo salir a dar un paseo? —Clementine ya había tomado su abrigo azul del perchero, sus ojos chispeantes viéndose casi suplicantes.

— Bien. Pero vuelve pronto, que ya casi está la comida lista —Soltó severa, pero aún con una sonrisa tierna en el rostro.

Dicho eso, Clementine salió disparada hacia el frío viento invernal, cubriéndose el cuerpo con el abrigo y abrazándose a sí misma.

No tardó mucho en llegar a su destino. Encontrándose a un Harry desparramado entre el suelo y la pared del pozo, con los ojos totalmente cerrados y la expresión impasible. ¡Ay no! ¿Había llegado demasiado tarde? Se acerco dubitativa hacia él, acuclillándose a su lado, su piel lucía pálida y fría. Clementine temió que aquel chico no volviera a abrir los ojos nunca más, y sería su culpa.

Afortunadamente no fue así, Clementine advirtió el movimiento de su pecho bajo sus ropas, respiraba. Él estaba bien, aunque no dudaba que estuviera pasando frío. Podría traerle una manta mañana.

— Clementine... —La enronquecida voz de Harry resonó, somnolienta. Se había quedado dormido en la espera de la chica de cabellos áureos, y ahora mismo rogaba porque la hermosa imagen que se le presentaba no fuera una artimaña que le jugaba su propia mente. Deseaba que Clementine fuera real.

La muchacha sonrío ante el alivio, y la expresión perezosa de Harry.

— ¿No tienes frío? Luces pálido —El chico miró su piel, erizada y descolorida. Ni si quiera se había percatado de que estaba temblando. Tocó su nariz sin lograr sentirla, luego repitió el mismo procedimiento con sus labios, obteniendo el mismo resultado. El ambiente era gélido, y ahora podía sentirlo.

— Sí. Nevará pronto —Afirmó luego de mirar el cielo con el ceño fruncido.

— ¿A dónde irás cuando pase? —Clementine seguía sintiendo aquella angustia de que Harry pudiese helarse.

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⏰ Última actualización: Jul 27, 2015 ⏰

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