05.

316 19 2
                                    


By Andreas.
 
Tom estuvo increíble. Fue rápido, conciso y letal al golpear, como un cazador corriendo detrás de un oso salvaje. Se tiró encima del enemigo en cuanto lo vio, sin dar explicaciones a nadie, corrió manzana tras manzana, saltando bancos y verjas hasta alcanzar a su enemigo y una vez frente a él, sus piernas volaron sobre el asfalto y delante de toda aquella gente lo embistió con el hombro tirándolo al suelo de espaldas.
 
Cuando yo llegué, Tom ya estaba encima de él, agarrándolo por la camiseta sudada y obligándole a levantarse o, al menos, a incorporarse lo suficiente como para que pudiéramos verle la cara. Ricky y yo retrocedimos, asqueados, al reconocer el rostro lleno de cicatrices de arañazos y restos de puños despiadados del antiguo líder de los Arios, el que se llamaba a sí mismo Fhürer. Aunque Black se mantuvo en todo momento cerca de Tom, resultaba obvio que aunque él no estuviera para protegerle nuestro líder no apartaría la navaja del cuello de aquel desgraciado ni aunque le amenazara con una pistola.
 
-Vaya, Capitán… qué sorpresa más agradable. – el Fhürer sonreía, con su cabeza rapada abultada por el golpe. Tom dejó ver su sonrisa más despiadada mientras lo obligaba a levantarse y le empujaba hasta acorralarlo contra la pared del callejón más cercano para no llamar tanto la atención.
 
-Ricky, vigila. – ella asintió y apoyando la espalda contra la pared, dejó salir su cabeza de entre los estrechos muros.
 
-No sé qué he hecho esta vez, Capitán. Te juro que no he vuelto a intentar quitarte tu terreno. Desde que dejaste que aquellas putas y amigos tuyos me dieran semejante paliza, no he vuelto a involucrarme con bandas callejeras, lo juro. – le observé detenidamente, buscando cualquiera signo de engaño en su tono de voz. Le vi seguro de sí mismo, demasiado sonriente también. Parecía incluso feliz de ver a Tom e incluso se atrevió a dirigirle una mirada de asco a Black antes de que Tom le sacudiera de nuevo y le hiciera chocar contra el muro con renovada fuerza. Lo soltó, pero no le quitó el ojo de encima.
 
-Andy ¿crees que dice la verdad? – me preguntó. Yo dudé.
 
-Está sudando. Te tiene miedo.
 
-Oh, eso ya lo sé. Todo el mundo me tiene miedo. – sonrió. - ¿Por qué? Si soy un trozo de pan. Te dejé escapar aquella vez ¿recuerdas? Si yo me hubiera encargado de ti tal vez hubieras acabado peor, Rey de los cerditos nazis oing, oing. – Tom imitó a un cerdo, burlándose y como si el “Fhürer” fuera amigo suyo de toda la vida, le dio un par de golpecitos en el hombro amistosamente. - ¿Qué tienes que contarme? Vamos, sé que es un secreto muy gordo. Si me lo cuentas te dejaré ir como si nada. Hoy me siento generoso. Habla. – Tom me tendió la mano con una sonrisa traviesa y yo le di el último porro que me quedaba y el cual le tendió a nuestro enemigo. Él lo cogió, sin saber muy bien qué hacer con él hasta que Tom se lo encendió con un mechero, haciéndose el amistoso con él.
 
-¿Tú no…? – preguntó él y Tom negó con la cabeza.
 
-Lo estoy dejando. Bien, ahora que estás más relajado me vas a contar un par de cosillas ¿verdad?
 
-Si me sigues tratando igual de bien… - pobre desgraciado. ¿No sabía cómo actuaba Tom? Las mejores horas de su vida antes de mandarlo directamente al infierno, así actuaba él, sutil, buscando el daño psicológico y luego, el físico.
 
-Por supuesto. Si es muy largo de contar te invitaré a un par de copas y a una raya. Te metes rayas ¿no? puedo darte las que quieras. – Tom miró a Black, que cargaba con la coca escondida en su bolsillo con cierto asco. No le gustaban las drogas, pero cada quien era libre de meterse lo que quisiera, esa era su filosofía. Le enseñó a nuestro enemigo una papelita lista para consumir y el Fhürer asintió, feliz por la atención brindada. – Y ahora que estamos todos mucho más relajados… me vas a hablar de algo de lo más interesante ¿no?
 
-¿Qué quieres saber? – Tom se apartó, dejándole su espacio para no atosigarlo con las preguntas. Eso no era algo bueno para alguien que le tenía tanto miedo. Bien sabía yo que Tom podría hacer que alguien se meara en los pantalones si se ponía persuasivo.
 
-¿Qué significa para ti el dibujo de una cruz del revés? – preguntó, tanteando el terreno. El cabeza rapada no pareció inmutarse por la pregunta.
 
-Es el signo del demonio ¿no? una cruz del revés. La iglesia negra o algo parecido. Satanismo.
 
-Sí, algo parecido, vamos bien. Pero ¿aparte de eso? – el Fhürer se encogió de hombros.
 
-Pues no sé. Algunas sectas utilizan esa insignia para hacer rituales negros ¿no?
 
-¿Llamarías ritual negro al asesinato de cuatro personas con una marca así en su piel?
 
-¿Iguales en los cuatro?
 
-Iguales en los cuatro. – eso Tom no lo sabía, pero por si acaso sacaba algo en claro lo afirmó. De momento solo teníamos claro que de cuatro muertos, dos tenían una cruz del revés grabada en el cuerpo y habían muerto por manos de una misma persona o, al menos, utilizando el mismo método. De la muerte de los otros dos no sabíamos absolutamente nada.
 
El interrogado alzó una ceja, indiferente.
 
-He oído algo así. Han matado a cuatro Encadenados ¿no? pero no sabéis quién.
 
-Exactamente.
 
-¿Y sospecháis de mí? – Tom negó con la cabeza, sonriente.
 
-En absoluto.
 
-Entonces ¿por qué me acorraláis aquí?
 
-Porque eres el único tío al que le he visto cara de malo después de más de una semana y puesto que ya estoy empezando a desesperarme al no encontrar nada, he decidido acosarte a ti. – tuve ganas de preguntarle entonces qué demonios estaba diciendo, por qué revelaba una información tan importante al que podría ser nuestro enemigo, pero decidí no poner en entredicho su manera de actuar delante de aquel cabeza rapada. Luego me arrepentí. Bill lo habría hecho sin importarle quién hubiera delante.
 
-Pues lo siento pero no tengo ni idea de esos tíos.
 
-Yo no he dicho que fueran tíos.
 
-Bueno, has dicho que alguien ha matado a tus colegas ¿no?
 
-Sí, pero tal vez son mujeres, no hombres. - ¿a dónde quería llegar a parar?
 
-Lo dudo. Las mujeres son bastante más pacíficas en ese aspecto ¿no? – Tom sonrió.
 
-¿Ah, sí? ¿Lo son? Ricky ¿lo son? – mi amiga, a mi espalda, aún observando la calle con gesto disimulado, se rió.
 
-Yo no hablaría en general.
 
-Por lo que son tíos y tías. Lo sé. Gracias por la información. – Fhürer entrecerró los ojos y ahí vi claramente un gesto de frustración reprimida que no supe si otorgársela al hecho de que Tom había dado en el clavo o a la irritación de tenerlo delante especulando.
 
-Yo no he dicho eso.
 
-Sí lo has dicho. – insistió nuestro líder.
 
-No lo he dicho.
 
-Sí lo has hecho.
 
-No lo he hecho.
 
-Lo has hecho.
 
-No lo he hecho.
 
-No lo has hecho.
 
-Sí lo he hecho.
 
-¿Qué dices haber hecho? – entonces, él se quedó mudo. Yo no pude reprimir una sonrisa al ver como Tom había conseguido liarle con un simple juego de palabras. Tom también parecía sentirse satisfecho. – Así que admites haberlo hecho tú.
 
-¡Yo no he dicho eso!
 
-¿Cómo que no? acabas de decirlo.
 
-Me has liado, joder. – escupió el porro al suelo de pura rabia.
 
-Yo no te he liado. Tú has dicho haberlo hecho. ¿Qué has hecho exactamente? ¿Has matado tú a mis cuatro colegas?
 
-Por supuesto que no.
 
-¿Entonces qué has hecho?
 
-Nada.
 
-Pero acabas de decir que has hecho algo. – y llegó el momento de intimidar. Tom se levantó del suelo en el que se había situado de cuclillas y sin borrar esa sonrisa falsa de la cara, se acercó al acusado con porte peligroso. – Así que lo has hecho tú. – Fhürer se encogió contra el muro, negando con la cabeza.
 
-¡Por supuesto que no!
 
-¿Entonces? Si no lo has hecho tú ¿por qué no dices quién lo ha hecho?
 
-Porque no sé quién lo ha hecho.
 
-¿Cómo que no? todos hemos oído claramente como decías “Sí lo he hecho” ¿verdad? ¿Lo hemos oído todos? ¿Black? – nuestro amigo asintió, un poco reticente ante el interrogatorio.
 
-Sí, lo he oído.
 
-¿Andy?
 
-Es cierto, ha dicho que lo ha hecho él. – asentí.
 
-¿Ricky? – ella se rió.
 
-Por supuesto.
 
-¿Ves? Lo has hecho tú. Tú los mataste ¿verdad? – y ahí venía el Tom violento dispuesto a sacar la información con sacacorchos y, de hecho, tenía uno. Su navaja pareció resplandecer al abrirla frente a los ojos del cada vez más nervioso Fhürer. – Sabes cuál es el castigo impuesto por asesinato ¿verdad?
 
-Te repito que yo no…
 
-¡Basta de juegos! Black. – él obedeció a la orden no explícita y en dos grandes zancadas se posicionó delante del enemigo, que asustado por el ritmo que habían tomado las cosas, intentó escapar. Black lo agarró por el brazo y lo obligó a mantenerse inmóvil en el sitio. El Fhürer empezó a moverse con histeria.
 
-¡Ya te he dicho que no tengo ni idea de lo que me estás hablando, yo no he hecho nada, nada! ¡No sé nada! – Black le rodeó la espalda con los brazos y los obligó a colocarlos a su espalda, inmovilizándolo totalmente. Tom jugueteó con la navaja entre los dedos.
 
Fhürer empezó a sudar la gota gorda.
 
-Me da igual. – respondió Tom. – Mis compañeros no están tranquilos desde hace días y tengo que darles algo para hacer que se relajen, ya sea un hombre o una mujer, ya sea un nazi o un judío. Sea lo que sea. – por fin, sostuvo la navaja con firmeza y apuntó con el filo el cuello del acusado, que pálido, se quedó tieso. – No te lo tomes como algo personal. Simplemente estabas en el lugar equivocado y en el momento equivocado. Nos veremos en el infierno. – y con un movimiento certero, manejó el arma contra su cuerpo indefenso. Black cerró los ojos con fuerza, pero Ricky y yo observamos la situación con cierta diversión hasta que él gritó, al borde del pánico.
 
-¡Los Caídos, han sido los Caídos! – y Tom detuvo el filo de la navaja justo antes de atravesarle la pierna, porque obviamente, no pensaba matarle. Un buen susto nunca venía mal para sacarle información al enemigo. El indefenso hombre aguantó la respiración hasta que Tom, satisfecho por la respuesta, apartó el objeto afilado de su cuerpo.

Muñeco acabado Cuarta temporada - by Sarae Donde viven las historias. Descúbrelo ahora