VIII. Confesiones en la cocina

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—Pero qué extraño—murmuró Athenea cuando Jane terminó de contarle lo sucedido con el profesor de DCAO

—Ya, bueno, no sé que decirte. Por cierto, ¿sabes a qué se refería con lo de mirar con disimulo a Riddle?

—Ehhmm, bueno, puede que se refiriera a que me he pasado la clase mirándole.

Jane alzó las cejas de forma sorprendida, y miró a Athenea con mirada insinuadora.

—No por nada que tenga que ver con su funesta personalidad o su  apariencia.

—¿Y entonces por qué?

—Pues porque cuando Moody ha enseñado la maldición cruciatus, él se ha puesto como muy nervioso.

—¿Y quién no lo haría? Si daba miedo

—Parecía más personal que eso.

—Bueno, si tú lo dices.

Athenea no le contestó, pero se quedó pensando el resto del día. A la hora de comer, al ver que  Mattheo no estaba sentado en la mesa de Slytherin al lado de Theodore y Enzo, se preocupó un poco más. Bastante más de lo que ella admitiría.

—Oye Enzo—llamó a su amigo—¿Dónde está Mattheo?

—Dijo que no se encontraba bien después de DCAO y se fue sin decirnos nada.

—De todas formas, estará en las cocinas seguramente— se metió en la conversación Theo sin apartar la mirada de "Orgullo y Prejuicio"

—¿En las cocinas?

—Va allí cuando algo le preocupa o cuando está triste. 

—¿Y no le habeís acompañado para ver que le pasa?

—Cuando está así, es mejor dejar que se le pase el disgusto solo.— le explicó Theo— no aceleramos el proceso aunque vayamos.
Athenea dejó su estofado de carne a medio terminar, y se levantó rápidamente.
Ahora tenía una hora de estudio libre, no pasaba nada por ir a ver qué le pasaba al idiota aquel y perdérsela, pensó.
Así que bajó a las cocinas, dónde casi se chocó con varios elfos domésticos.
Pero allí no había nadie, aunque sí una varita. Rugosa y tosca, como la de Mattheo. Se acordaba de cómo era porque se habían peleado por quien tenía la varita más chula cuando estaban en 1°.
Agarró la varita y le preguntó a un elfo con calcetines en la cabeza.

—¿Has visto pasar a algún estudiante de Slytherin?

—¿Aparte de la que está delante mía?

—Sí, a otro.

—He visto a un chico con el pelo como un nido de cuervos.

—¿Se ha dejado aquí la varita?

—Sí, se sentó en esa mesa de allá, nos vio trabajar durante un rato, y luego se marchó escaleras arriba.

Athenea salió de las cocinas con la varita de Mattheo en la mano, sintiendo una creciente preocupación. Algo estaba mal, y aunque no se llevaran bien, no podía ignorar lo que había visto en la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras (DCAO). Con paso decidido, se dirigió hacia la torre de Astronomía, un lugar donde sabía que muchos iban a pensar, o a esconderse. Sin duda era el mejor lugar para empezar la busqueda, era a dónde ella solía ir.

El castillo estaba inusualmente tranquilo, con la mayoría de los estudiantes ocupados en sus actividades diarias. El eco de sus pasos resonaba en los pasillos de piedra, mientras subía por la escalera en espiral hacia la torre. Al llegar, encontró la puerta de la sala de observación entreabierta.

Entró en silencio, y allí estaba Mattheo, sentado en el alféizar de una de las ventanas, mirando el paisaje de los terrenos del castillo, con la mandíbula tensa y los ojos oscurecidos perdido en sus pensamientos. Por un momento, Athenea se quedó parada, dudando si debía acercarse. Quizá no fuera el mejor momento para acercarse a él. Pero finalmente se animó y avanzó, extendiendo la varita hacia él.

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⏰ Última actualización: Aug 27 ⏰

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