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 ❝El cielo te envío a mí❞

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La pareja disfrutó de un hermoso viaje, luego de algunos días donde recorrieron cada rincón de la ciudad, disfrutando especialidades locales y sobre todo demostrando cada que podían su profundo amor.

El día siguiente de la llegada de la pareja a su hogar, Kunikuzushi fue recibido con las opiniones positivas del drama en el que había actuado junto a Ajax, mismo que había alcanzado un alto índice de audiencia en las televisoras.

Antes de que el omega pudiera sentirse feliz, su celo llegó, haciendo que tuviera que posponer o directamente cancelar algunas cosas del trabajo, incluida una película en la que actuaría junto a Ajax. Kazuha ya lo presentía desde aquel día donde su amor estuvo todo caliente y necesitado en el hotel.

Contrario a un omega común, el libido del índigo no aumentaba demasiado durante su época de celo, lo que si se agradandaba era su posesividad, su lobo se ponía muy irritable no queriendo que el albino diera un paso fuera de la casa. Esto duraba cinco días enteros, como el celo normal de un omega.

El omega incluso despidió por estos pocos días a las criadas junto a los guardias, no quería a nadie cerca de su alfa durante su celo, gruñía incluso cuando su esposo recibía alguna llamada del trabajo.

— Cariño, debo atender esta llamada. Es importante. —dijo con un suspiro el alfa de hebras albinas, su brazo izquierdo siendo tomado con fuerza por su omega, ambos se encontraban en el nido del índigo, cada poro de la piel del alfa repleto del aroma a flor de cerezo, mismo que mantenía a su lobo ronroneando, pero necesitaba atender esa llamada realmente.

El menor había hecho su nido en el armario que usaban, había dejado la ropa tirada por toda la habitación y había colocado la ropa sucia de su alfa en el pequeño sitio, junto a esto todos los regalos que el albino le había dado, Kazuha incluso pudo ver unas flores que le había obsequiado a su omega, los lirios rojos junto a las pequeñas margaritas ya se encontraban marchitas y secas, pero el lobo de su amado pareció pensar que aún eran hermosas, por lo que las mantenía.

Los ojos de Kunikuzushi miraron a su marido, esos orbes violetas ahora iluminados con el tono electrizante, sus mejillas sonrojadas levemente, mechones de su cabello índigo pegados a su cuello y frente, el omega negó con un gruñido.

— No. Alfa se queda. —dijo con voz ronca, sus uñas clavándose en la piel bronceada del mayor, haciendo que el albino jadeara—. Nido. —gruñó, claramente era el lobo de su bebé. Kazuha sabía que durante sus celos, los instintos dominantes de su amado se volvían más fuertes, ya estaba acostumbrado a la exigencia del lobo de su omega.

— Cariño... —El albino intentó hablar, pero se calló en seguida al ver aquellos orbes violetas humedecerse, la nariz del político se movió al sentir el potente aroma del índigo agriarse, podía captar el sentimiento de rechazo que sentía el menor a través de la marca.

Por un segundo, Kazuha no supo como actuar, por lo que suspiró e ignoró su celular, que de todas formas estaba demasiado lejos como para alcanzarlo sin levantarse.

— Lo siento, cariño. Está bien, alfa se quedará contigo. —pronunció el albino, su mano acarició el cabello mojado a causa del sudor de su amado y besó su cabecita, ocasionando que de aquellos labios brotara un tierno ronroneo.

— Mío. —El omega dijo emitiendo gruñidos suaves, su nariz viajó por todo el brazo del alfa hasta que se hundió en su cuello, su expresión intoxicada por las deliciosas feromonas a mar y playa, casi parecía adicto a ese aroma.

Los omegas en celo estaban extremadamente sensibles a las feromonas de su alfa, encontraban ese olor como la droga más eficaz, nublando sus sentidos hasta dejarlos todos sumisos y calientes.

Los ojos del mayor miraron la erección de su bebé y sonrió con suavidad, el omega mordisqueaba su cuello queriendo dejar marcas mientras lo llenaba con su aroma, la feromona de Kazuha apenas perceptible bajo el aroma hipnotizante. El alfa gimió de gusto cuando el índigo mordió fuerte, sintiendo a su lobo orgulloso de ser marcado de esa forma por su omega.

El albino suspiró, su mano viajando hacia la estrecha cintura del menor, amasó la suave piel mientras el omega bombeaba feromonas como loco, sus labios dejando escapar suaves gruñidos.

— Cariño, no podría oler más a ti ni aunque lo intentes. —dijo Kazuha con una risita suave, dejó un piquito en los labios del índigo, los ojos del omega lo miraron, su ceño fruncido mientras en silencio difería de sus palabras. El albino suspiró.

Las manos de Kazuha movieron el cuerpo del menor hasta que quedó sentado en su regazo, ambos se apretujaron en el pequeño armario, el lobo del alfa gruñendo de pura satisfacción al estar en el nido que había hecho su omega.

El albino gimió al sentir a Kuni restregandose en su pierna, su pantalón de pijama húmedo por el lubricante natural, su aroma dejando ver su necesidad.

A pesar de la apariencia posesiva de su esposo durante el celo, Kazuha sabía que esos efectos, al igual que con los demás omegas, solo se calmaban con el sexo, al sentir el nudo de su pareja los lobos podían estar tranquilos y se retiraban por un rato, luego volvían, así se repetía el proceso hasta que acabara el celo.

— Nudo. —Fue la única palabra que salió de esos deliciosos labios rosados luego de algunos segundos de silencio donde el omega marcaba a su marido mientras frotaba su redondo culo contra la pierna de Kazuha, su pantalón negro del traje ya húmedo.

— Muñeco, estás tan necesitado ¿no es así? —susurró el mayor en el oído de Kunikuzushi, las puntas de sus orejas se sonrojaron, un escalofrío recorrió su espalda mientras asentía—. Tan ansioso por mi nudo, por mi polla estirándote. —gruñó Kazuha cerca de los labios de su bonito bebé, no pudo aguantar más, su boca devoró con avaricia la del índigo, ambas lenguas jugando entre ellas durante el beso.

Las uñas del índigo se clavaron con fuerza en los hombros del alfa haciéndolo gruñir, sus manos grandes apretaron la cintura del omega mientras se comían la boca, los ojos violetas del menor vidriosos a causa de la lujuria.

— A-Alfa, por favor... —rogó Kunikuzushi con voz ligeramente ronca, un sollozo suave abandonando sus labios húmedos e hinchados por el intenso beso compartido.

— Calma, querido. —dijo el mayor en el oído de su lindo esposo, el omega no pareció muy contento con esa petición, su ceño se frunció y su aroma se amargó, negó.

— Lo quiero, ahora. —exigió, una sonrisa afloró en los labios del albino mientras metía la mano debajo de la camisa de pijama de su amado, las yemas de sus dedos jugueteando con la piel suave.

Su bebé era tan impaciente.

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