Parte 6

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“¡¡Ya para de reír, Marimo!!” Unas sonoras carcajadas provenían del peliverde tras escuchar la historia número…Ya ni lo recordaba, por parte del cocinero.
Ambos pasaron gran parte de la noche bebiendo y contando algunas de sus anécdotas. Unas más alocadas que otras.

Comenzaron por sus pasados como prometieron.Narraron sus tragedias y sus entrenamientos que les tomó sudor, sangre y lágrimas.

Sanji no se atrevió a contar sobre su familia original, no aún. Sin embargo, contarle acerca de Zeff le ayudó con la melancolía que fue distanciarse de él y quitarse un poco más de la culpa por lo que ocurrió con la pierna de su cuidador.

Asimismo, Zoro se abrió a platicar sobre Kuina, fue un relato corto y sin ninguna muestra de emoción en la cara del espadachín, pero de alguna forma, Sanji pudo percibir el dolor que aún le corroe internamente a su nakama, de la presión que siente encima y de la frustración que vivió esa vez del encuentro con Mihawk.

En ningún momento se miraron con lástima o pesar, solo replicaban para contradecirse en ciertos puntos, de este modo, le daban a entender al otro que habían atravesado vivencias completamente difíciles y que era justificable la forma en la que actuaron de allí en adelante. Esas palabras rozaban las de ánimo, las de querer hacerse sentir mejor mutuamente y lo mejor de todo, es que ahora conocían por qué algunos rasgos de sus personalidades e incluso debilidades.

Sanji le palmeó el hombro temiendo que le rechazara de manera brusca, mas el peliverde solo respiro profundamente y siguió con más preguntas.

De esta manera, juntos, se adentraron aún más en el corredor de sus recuerdos. Pasando por sus niñeces poco usuales, sus adicciones, sus sueños a detalle y los primeros amoríos y rechazos del rubio. Los cuales implican toda una actuación cerca de la fogata por parte de este, para explicar cómo fue su estrategia de seducción y descripción de las bellas damas.
Zoro aguanto esto asintiendo. Luego sonriendo ligeramente y en un instante llegó reír y a comprender que así era Sanji, que pedirle a Sanji no ser un loco por las mujeres era pedirle al sol que no brillara; con esto pudo disfrutar un poco más agusto de las historias.

El moreno también compartió algunas de sus mejores peleas, las más sanguinarias y en las que estuvo en el ojo de la muerte. Algunas sorprendían a Sanji, él movía sus cejas para demostrarlo y Zoro continuó por desvelarle algunas técnicas y sus gustos por las katanas para ver más de ese espiral rizado moverse al asentir, símbolo de la completa atención que le daba Sanji.

Llegaron incluso, a las preguntas rápidas para conocer sus gustos, cosas como “¿Cuál es tu lugar favorito?” O “¿Tú color?” Iban y venían.
Quienes conocieran las personalidades de estos dos, quedarían pasmados ante lo que están haciendo; dan la imágen de dos jóvenes inexpertos al socializar y dos seres dóciles que lo necesitan urgentemente. Todo lo contrario a lo que son.
Pero siendo sinceros, jamás tuvieron el tiempo de experimentar esos momentos sencillos y de calma, llegando a ser alentadores. No pudieron convivir, hasta ahora, con alguien de sus edades y sus vidas estaban repletas de catástrofes y el madurar muy tempranamente.

De este modo, llegaron a dónde están ahora. Acomodados frente a frente, cada uno recostado en un tronco, mirándose cara a cara sin incomodidad u odio alguno.
Las ojeras comenzaban a notarseles y pese a ello, no querían detener su charla, se sentían a gusto.

La razón por la que Zoro reía sin parar, fue por la experiencia acerca de la primera vez que el cocinero atendió a unos comensales a escondidas del Chef principal, cuando aún no estaba listo. Para no hacerla muy larga, terminó con varias personas indigestadas, incluyendo al mismo Zeff que intentó defender al pequeño comiendo de lo que este había preparado. El rubio se ganó una paliza y limpiar vómitos del piso.

“Es solo que, ¿Pulpo con aderezo de melocotón y salsa picante? Estabas pensando en matarlos, ¿Verdad?” La risa de Zoro no cesaba aunque se volvía algo más tenue.

“¡Solo quería experimentar! Era muy pequeño y apenas iniciaba ¡No me juzgues alga parlante!” Sanji le mostró los colmillos y el ceño fruncido, salvó que a él mismo le divertía esa historia. Se unió a las risas y negó con la cabeza para intentar apaciguarse.

El peliverde finalmente se contuvo y miró hacia el cielo, cuando una anécdota más se le vino a la cabeza. “Acabo de recordar…La vez que conocí a Luffy y me ayudó.” El rubio asintió pues la historia ya fue previamente contada.

“También había una niña que me dió de comer unos Onigiris con chocolate, fue extraño y me negué al principio.” Sanji estaba a punto de reclamarle cuando éste siguió. “Pero al ver que ese idiota de la marina pisoteaba su creación, me atreví a probarla, con suciedad y todo pero…Honestamente no estaba tan mal.” Zoro se encogió de hombros y su idea era comparar a los dos pequeños aspirantes a cocineros de ese entonces.

Una especie de choque eléctrico recorrió a Sanji, su pecho se infló y un brillo peculiar se instaló en sus ojos. Había creído cada palabra, cada hecho que le narró el musgo y está no sería la excepción. Mas, este en particular lo llenó de emoción.

Le mostró a Zoro como alguien admirable, como alguien que compartía sus principios. Ese gesto le demostró una fase de su nakama más empática y le pareció absurdamente dulce, aunque no lo admitiera.
Y es que, ahora que lo veía bien, ese siempre había sido Zoro, una persona que no es egoísta, que en su forma reservada, igualmente mostraba aprecio con sus acciones. Esta idea abrió sus ojos y aún más su corazón, sus sentimientos se desbocaron y está vez, no pudo esconder su sonrojo.
“Eso fue…increíble, incluso…Lindo de tu parte.”

Zoro se fascinó al ver la reacción de su compañero y en parte también sintió un calor en sus mejillas, por la vergüenza y por ver esos iris azules que lo contemplaban con esas largas pestañas. “Esa definición no me va. Soy más cómo…”

El Vinsmoke quedó confundido cuando Zoro no continúo hablando. Pero quedó más confundido aún cuando el espadachín, en un rápido movimiento, tomó su mentón y lo acercó a su rostro para mirar ese punto fijamente, sus respiraciones chocaron y ese punto picó un poco más.
Para Sanji está fue la gota que colmó el vaso, cerró sus ojos lentamente y sus labios se inclinaron cada vez más cerca a los de Zoro.

“Ahora tienes barba.” El dato que arrojó Zoro fue acallado por un roce superficial a sus labios con otros más rojos. Su ojo rebotó de su sitio y sus manos temblaban y parecían olvidar seguir sus órdenes de apartarse. No lo hizo.

Ambos seres se conectaron más que antes, no había espacio sin llenar, y la sensación de los labios agrietados de Zoro y los suaves de Sanji se complementaban perfectamente.
Si bien el bello momento duró unos segundos, podría haber durado más, si no fuera por un grito estridente y un golpe que lo hizo caer de lado, al suelo. ¿Qué había pasado?

Pues que en medio del beso, Sanji abrió sus ojos y se encontró cara a cara con un ciempiés gigante en el hombro de Zoro. Inmediatamente le empujó y salió corriendo mientras gritaba lo más alto que podía hacia el refugio.

Los minutos pasaban y Sanji no volvió a salir de allí por dos grandes razones, el beso y el horrible insecto. Se acostó y tapó sus oídos para ver si de esa forma callaba sus pensamientos, también abrazó a Chopper, en parte para compartirle de su calor y en parte para opacar el latido de su corazón.

En otro lado, Zoro seguía en la posición que había caído, se limitó a parpadear y a dar un bostezo.
Nada que ver con lo que pasaba en su mente, el cocinero del amor lo besó, a él, un hombre que es su rival proclamado de por vida.
No tenía sentido y lo peor es que él se lo permitió, hubiera podido apartado e insultarlo si hubiera querido pero no fue así. ¿Qué le pasaba?

Las estrellas iban descendiendo y la luna avanzando a su propio ritmo. El cielo estaba un poco más claro, dando a entender que hablaron toda la noche.
Ambos estaban agotados de todo lo que ocurrió ese día y esa noche, claramente inolvidable.
El primero en caer dormido fue Zoro, allí mismo en el suelo de hojas. Ya tendría los días siguientes para pensar en ese asunto.

Solo se oyeron los aullidos de algunos animales, la madera consumiéndose por el fuego y algunos pasos fuera de la tienda que el espadachín no percibió, tampoco sintió como una cálida manta de hojas lo cubría y una caricia en su cabello le deseaba un buen descanso en silencio.

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⏰ Última actualización: Apr 04 ⏰

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