⸸3. La anormalidad de siempre⸸

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⸸Narrador omnisciente⸸

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⸸Narrador omnisciente

La semana transcurrió como una lenta agonía para Kim Sunoo, la muerte seguía rodeándolo, como una trampa diseñada para que cayera en ella. El insomnio se había convertido en una especie de cáncer, que devora sus neuronas, así como los parásitos con las entrañas de los animales. Aun no recordaba el nombre de aquel que lo acompañaba en la lucidez fantasiosa que su psiquis enferma implanto en su sistema, tampoco sabe por qué Soobin y Yeonjun se fueron ausentando poco a poco de la casa, su padre lo llamó para preguntarle cuando era el cumpleaños de Beomgyu, así pedir su descanso. Era imposible que de eso una pregunta demasiado compleja surgiera ¿dónde quedaba él en la vida de su padre? Siempre a lo último, está claro que es un recuerdo de un matrimonio destrozado. Lo definiría como algo sencillo, y cruel, pero muy cierto.

Era poco común que él se perdiera de tantas cosas, pero así fue. Pesadillas, una tras otra, algunas parecían tan reales que el miedo permanecía allí.

Su tormento siguió hasta el viernes por la tarde estando en clases de historia egipcia siendo reprendido por la profesora Park por escribir «Yang Jungwon» en cada hoja u esquina de dónde hacía sus apuntes, ese nombre fue grabado con tinta roja. En su cabeza ha habido muchos espacios en blanco desde entonces, pero su intuición le gritaba que trataba del chico de la fiesta. Lo más seguro fue preguntarle a Wonyoung, con la esperanza de que le dijera que era un pariente lejano, dada la familiaridad de sus apellidos. Sin embargo, no pudo evitar sentirse decepcionado al oírla decir todo lo contrario:

—¿Segura no lo viste? —la interrogó por tercera vez.

La chica negó sutilmente. Intentaba concentrarse en la última hora, pero era imposible con el joven más preguntón de lo que siempre suele ser.

—Te juro por princesa, no lo vi —aseguró apacible—. Me tenían de acá para allá, de tanto sacarme charla.

Capto la mentira, esa forma de disuadir el juicio de su mirada y la ligera mueca de disgusto, aunque no lo asoció con su conversación. Decidió que lo mejor sería dejarlo pasar.

Ambos quedaron en silencio, la profesora Park les dio una última reprimienda, y juzgando su falta de atención con mohines, pero no perdió tiempo y se puso a escribir más contenido. Muchos resoplaron fastidiados. Sunoo recorrió sutilmente el gran salón con la mirada, no estaba seguro, presentía algo, pero quizás era la ansiedad, tenía aquel impulso de querer salir corriendo.

—Para la semana próxima quiero que traigan hecho y bien pulido el proyecto grupal sobre los temas escogidos en la clase pasada, y la maqueta representativa—les pidió la profesora sin ninguna consideración del poco tiempo—. Sin excepciones.

—Vaya, que vieja... —dijo en voz baja un chico al fondo —: Sabía, muy sabía.

Se había corregido entre risas; a Sunoo se le erizaron los bellos del brazo y en la nuca tuvo un cosquilleo, similar a la comezón.

Mis vampiros (Sunoo harem)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora