Capítulo 4- Believe

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Tenía un dolor de cabeza de la hostia, menos mal que era sábado y podía dormir todo lo que se me antojara. Estuve un rato en la cama desperezándome sin muchas intenciones de salir de ella hasta la hora de comer, estuve ahí simplemente pensando, con la mirada fijada en el techo. Tenía que procesar todavía la llegada de Juanjo, ayer entre tantas cosas no pude pararme a pensar bien que hacer ante esto.

Hacía ya dos años que no lo veía y verle ahí de nuevo, sin esperarlo me aterró, seguía muy enfadado con él, no podía pretender ahora ser mi amigo, me hizo daño y mucho. Y es que como bien me había dicho mi madre tantas veces "hasta las cicatrices bien curadas vuelven a doler", y no iba a poder impedirlo.

¿Entonces a que conclusión iba a llegar con todo esto? No tenía ni puta idea la verdad, podría evitarle cada vez que saliésemos todos juntos, al fin y al cabo somos un grupo grande. Eso si, seguiría con el plan de fingir que no lo conozco, era la salida más sencilla, pero en cuanto esto me sobrepase acudiré a Rus y le confesaré todo.

Tras dejar de lado un poco estos pensamientos me acordé que había quedado a comer en casa de mi tía con mis primos, mierda. El plan de quedarme todo el día en la cama se acaba de desvanecer por completo, genial.

Me levanté de la cama finalmente tras estar luchando internamente con mi pereza y fui directo a la ducha, para eliminar el olor a alcohol que todavía desprendía mi cuerpo. Ya en el baño puse mi playlist favorita y me metí en la ducha bajo el agua caliente.

Una vez me vestí, miré la hora y eran ya las dos, iba a llegar tardísimo, aun que me tranquilizaba pensar que ellos no solían comer hasta las tres. 

Cogí el metro y en tan solo dos paradas estaba allí.  Vivían en uno de los barrios más pijos de madrid, eso era notable con solo levantar la vista, los enormes edificios con pinta de caros y varios restaurantes y tiendas de alta gama a lo largo de toda la calle.

Una vez en el ascensor apreté el botón que indicaba piso 8, y por fin conseguí llegar hasta su puerta, donde mi tía ya esperaba con una cálida sonrisa mi llegada.

-Martinito, por fin te vemos- comentaba la mujer.

- Hola tia- dije con una gran sonrisa mientras ella me envolvía con sus brazos- que ganas tenía de veros.

Justo entre sus piernas se apreciaba una pequeña cabeza asomándose con ojos curiosos.

- Pero a quien tenemos aquí - cogí a mi pequeño primo y lo levanté con los brazos extendidos hacia arriba mientras daba vueltas y le hacía reir.- ¿cómo está el gran mateo?.

-Martiin- escuché como alguien pronunciaba mi nombre desde el interior de la casa con una voz muy chillona y alegre, era mi prima de 8 años.- AAAA ¿Vienes a maquillarte conmigo? porfi porfi porfi.

-Lucía ahora vamos a comer, asi que guarda todo, ya tendrás tiempo luego para jugar con él.

Entre risas la miré para asegurarla que luego jugaríamos como siempre a ser divas del pop.

Ya en la mesa, estuvimos hablando, de como nos iban las cosas y que teníamos que vernos más. Pronto terminamos de comer y mi tía me avisó de que se tenía que ir a hacer unos recados y que si podía quedarme con ellos. Obviamente encantado acepté.

- Ah y se me olvidaba- volvió a entrar mi tía que ya casi había cerrado la puerta- dentro de una hora llegará el profesor de piano de Lucía así que abridle, y si tienes prisa puedes dejarles con él, hay confianza,  ya es como de la familia del tiempo que pasa con ellos.

- Vale perfecto- asentí mientras agarraba a Mateo que intentaba meterse una pieza de lego en la boca.

Una vez se fué, Lucía me agarró del brazo sin darme tiempo a reaccionar y me arrastró hasta su cuarto.

how can we rewrite the stars?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora