09

905 164 10
                                    

"No escuches las palabras de una persona extraña como esa".

Incluso ante el flagrante desprecio, el alborotador no se echó atrás.

De repente, puso el brazo sobre la mesa y empezó a flirtear con Erina.

"Piénsalo. Si te unes a nuestro partido, podrás ganar dinero. Te estamos dando una oportunidad".

Erina seguía mirándome, ignorando al hombre, pero su rostro estaba lleno de incomodidad.

El alborotador, con expresión burlona, me miró y luego volvió a dirigir su mirada a Erina.

"¿Qué te parece si te unes a nosotros? Te daré mucho dinero".

"Pensemos en los papeles mañana. Tenemos tiempo de sobra".

Erina continuó la conversación sin prestar atención al hombre.

Sin embargo, el alborotador no se dio por vencido. Persistente, escupió palabras, decidido.

"Si quieres, puedo incluir también al tipo que está a tu lado. Pero si te niegas, lo dejaré caer inmediatamente".

"Por ahora, descansemos bien hoy. Hay mucho que hacer mañana."

"Disculpe, señorita."

La atmósfera en la posada cambió.

La gente a nuestro alrededor gradualmente sintió problemas y comenzó a apartarse, fingiendo no darse cuenta.

El alborotador, ahora con expresión seria, nos miraba fijamente.

Con un ruido metálico, un vaso se volcó.

Los platos se hicieron añicos y la posada se llenó de un ambiente tenso.

"¿No es de mala educación no escuchar las buenas palabras?".

"No quiero oír nada de ti".

Erina ni pestañeó.

Mientras su mirada permanecía fija en mí, el hombre volvió su atención hacia mí.

"Hola."

A diferencia de Erina, mi expresión era tranquila.

Mi actitud indiferente pareció provocarle.

Al dirigirme una mirada lastimera, se me escapó una risa forzada.

Se mirara como se mirara, no era más que un extra.

Su forma demasiado convencional de hablar y comportarse era simplemente divertida.

"Si te falta confianza, considera tus palabras y acciones. No mueras sin motivo".

"Basta."

"Es mejor que esconderse en la falda de una chica y andar a escondidas."

"He dicho que pares."

"¡¿Si no te gusta, tal vez deberías dejar de ser un aventurero y encontrar otra cosa que hacer...?!"

Le lancé un puñetazo.

El hombre, incapaz de continuar con sus palabras, se estrelló contra el suelo.

La mesa se vino abajo y un alboroto resonó por toda la posada.

El hombre me miró con expresión estupefacta.

Al comprender rápidamente la situación, su rostro se contorsionó.

"Este... cabrón... ¡¿Cómo te atreves?!".

Intentó cargar de nuevo contra mí, pero le asesté otro puñetazo.

El Personaje Que Creé Está Obsesionado ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora