Cap.-1

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Teru era reconocido y popular por toda la escuela, era bien sabido que provenía de la familia Minamoto, una reconocido legado de exorcistas, por este mismo motivo no toleraba ni le agradaba cualquier espectro ni persona con un trato relacionado con estos dichosos seres.

Y como se volvía costumbre, una vez más, en la sala de consejo estudiantil Teru tenía atado a Akane con su brazalete, tan solo tirado en el suelo boca abajo, para Akane la carga espiritual que Teru imponía era pesada, lo odiaba, detestaba cada minuto en el suelo atado, no podía moverse ni un milímetro. Todo lo que deseaba era acabar y ver a su amada Ao.

—Oh... ¿De verdad sigues aquí? —Preguntó divertidamente Teru mientras entraba a la sala del consejo.—Por supuesto, ni siquiera puedes moverte.

—Muy divertido, ¿puedes soltarme ahora? —Respondió molesto Akane, ni siquiera podía alzar la mirada para ver a Teru, este mismo hecho provocó gracia a su contrario.—¿De qué te ríes? Desátame.

—Hm... Pídelo por favor.

—Eres un...—Se quedó callado por un par de minutos, el rubio permaneció en la misma posición con su característica sonrisa amable, Akane comprendió que simplemente no lo iba a dejar ir hasta que cumpliese con su petición.—¿Por favor...?

—Deja me la pienso.—El joven tomó los lentes del más bajo, se los colocó mientras tomó asiento en una de las sillas y se cruzaba de piernas.

—Por favor, presidente Minamoto. —Pidió en un tono casi suplicante, cuando finalmente fue liberado por Teru, sintió un alivio instantáneo en todo su cuerpo, sus extremidades se habían acalambrado por estar más de una hora sin movimiento alguno en el duro suelo.—Bastardo.

—No escuché un "Gracias, presidente Minamoto".

—Y no lo escucharás, yo me largo. —Apenas logró alzar la mirada hacia Teru y este ya le amenazaba con la espada frente a él, probablemente esperando la frase que quería y que simplemente no iba a obtener.—Adiós, presidente.—El pelirrojo se levantó, Teru no le hizo nada, y de haberlo hecho, de todos modos estaba acostumbrado.

—Hasta mañana, Aoi.

Finalmente logró salir de la sala de tortura, estiró su cuerpo, sintiéndose adolorido y caluroso, mas no mal, comenzaba a creer que se volvía insensible ante todos sus maltratos, y esto parecía preocupante para él, pero la realidad a continuación sería incluso peor. Conforme avanzó fue sintiéndose incómodo, una extraña sensación comenzó a surgir en su entrepierna, a pesar de que su mente quisiera concentrarse en Aoi y su próxima declaración esa sensación se volvía más presente, por desgracia, era lo que menos quería y esperaba en ese momento: una erección. ¿Por qué tenía que ser justo ahora que planeaba confesarse a Aoi? Era lo peor.

De la forma más rápida posible se cubrió la zona con discreción, evitando a toda costa al resto de estudiantes en los pasillos, con tal de finalmente llegar al baño y encerrarse en un cubículo. No pensaba hacerlo ahí, era anticuado y antihigiénico, cualquiera al entrar seguro lo escucharía. Solo deseaba que desaparezca pronto para al final salir. Así esperó por varios minutos, sin resultado alguno, cada vez era más molesto e intolerante, su rostro comenzó a tornarse en rojo tan solo de vergüenza, finalmente se resignó. 

Comenzó a tocarse, su dignidad se iba al carajo pero ya no importaba, iba a deshacerse de ello ahora. Se sumergía en el pequeño placer que le otorgaba esta acción, su respiración se volvía pesada, no gemía, pero dejaba escapar uno que otro jadeo que hacía evidente el hecho de que se estaba masturbando en un cubículo. Durante su indecente acto lo único que le llegaría a la mente para estimularle era nada menos que el dolor, uno como el que había experimentado hace no más de una hora. Rogaba por que nadie le viese, para su fortuna, logró llegar al climax y en ningún momento escuchó a alguien entrar o salir.


. . .

Ese día no se confesó.

Masoquista | Teru x AkaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora