CAPÍTULO 3: Mejillas blandas.

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Jueves.

A primera hora, cuando apenas ha salido el sol, le pido a Anouk que me traiga a la cocina una caja del armarito del lavabo, puesto que la peste dentro resulta estomagante.

ANOUK: ¿Era esto lo que buscabas? Creo que he vomitado hasta el hígado...

UNO: Lo sé, no he podido pegar ojo con el ruido de la cisterna. —Saco una pastilla de la caja y me la tomo con agua del grifo. Como le veo con cara de preguntar si no se lo aclaro, añado...—: es por... la urticaria. Iba a prepárame una taza de té, ¿quieres otra para ti? Puede que te ayude con el dolor de tripa.

Anouk niega con la cabeza. Tras unos minutos, cuando tengo una taza calentita, le hago de muleta hasta que alcanza el sofá y luego me siento frente a la mesita del salón para seguir con el mantenimiento de mi reloj de pared.

ANOUK: No te tomaba por alguien de té.

UNO: Me lo recomendaron para las escamas. —Doy un sorbo—. No sé si es el té, las pastillas o ambas, pero consigue quitarme el picor por un rato.

ANOUK: Si para ti funciona... Gracias por dejarme pasar la noche. Supongo que no hace falta que lo diga, pero por si acaso... —Se levanta, aunque despacio, y trata de intimidarme—: como le cuentes a alguien que me has visto entero, ¿adivina quién será el próximo al que morderé en el cuello?

UNO: No tengo ningún interés en chismorrear sobre ti, no eres tan interesante. —Otro sorbo. Mi desdén hace que se ponga en cuclillas con una pierna a cada lado del reloj.

ANOUK: Pensé que después de verme sin la túnica te daría grima. —Se rasca la sien—. ¿No te doy miedo?

UNO: No más que antes. ¿Por qué, debería?

ANOUK: La gente suele ser cruel sin motivo, aunque veo que el umbral de miedo es diferente para cada uno...

UNO: Por supuesto y ahora... haz el favor de quitar los pies de encima de mis muebles. —Le acompaño a la entrada—. La próxima vez piénsatelo mejor antes de morder a alguien.

ANOUK: Muy gracioso.

Piripiripiripiripi... Hay Arrozules* aleteando alrededor de la chimenea.

UNO: No, por favor, otra vez no... —Salgo por la ventana del desván, hay algunos salientes de madera para subir al tejado—. ¿No podrían anidar en otra parte...? —No hay huevos, así que tiro el nido, lo que provoca que los adultos me píen y protesten—. No me miréis así, buscaos un árbol. —Pero agitando los brazos los espanto en un pispás—. ¡Largo, largo de aquí!

Advierto unas extrañas marcas antes de descender por lo que me pongo de rodillas y gateo muy despacio para no desplazar la nieve acumulada. Hay dos huellas con garras grabadas, como si alguien hubiera estado en cuclillas un buen rato en la cumbrera. Veo a Jotun por el jardín...

UNO: Si alguien hubiera estado merodeando, ella se habría dado cuenta, ¿no? Y si no, ¿quién podría...? —Vuelve el picor de brazos, luego en la cara—. ¿Y esto?

Bajo al baño del segundo piso, estiro la piel delante del espejo y... se trata de un pequeño pincho que empieza a sobresalir de la mandíbula.

Entre los cajones de la cocina encuentro un montón de herramientas con las que deshacerme de él: un cascanueces, unas tijeras de carnicero, cuchillos... Sin embargo, ninguna funciona, si no se parten en dos se rayan. Al final todos los utensilios rotos acaban amontonándose junto al fregadero mientras mi piel acumula heridas con cada intento.

UNO: ¡¡Mierda, mierda!!

¡TOC, TOC, TOC! Llaman a la puerta, no tengo más remedio que cubrirme los cortes. Trato de disimular, pero...

DRAISON3: LicántroposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora