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Aquel día finalmente había llegado, un azabache estaba tratando de controlar sus crecientes nervios mientras que su mejor amigo de toda la vida trataba de darle calma.

—Tranquilo viejo... ¡Todo saldrá bien! Y en un abrir y cerrar de ojos, finalmente estarán unidos como matrimonio.

—Lo sé perfectamente, Lucas. Pero no puedo evitar sentirme así, digo... normalmente soy un bastardo que se la pasa amargado y todo le sale mal... Se supone que este día debe ser perfecto, ella se lo merece. Esque es tan perfecta y esta boda debe estar a su altura... No quisiera equivocarme y echar a perder todo, no quiero que se lleve un mal recuerdo de este día.

Lucas sonrió comprensivamente. —¡Ay, amigo mío! Entiendo tus preocupaciones, pero debes tener fe en ti mismo y en el amor que compartes con ella. Este día será perfecto, solo tienes que visualizarlo y ya.

Yuugo asintió, aunque todavía se sentía inseguro. —Tus palabras siempre me reconfortan, Lucas. Pero a veces siento que no merezco toda esta felicidad. Dina es tan hermosa, tan dulce... Me ha mostrado un amor que nunca antes había experimentado. Quiero que este día sea inolvidable para ella, quiero que se sienta como la mujer más especial del mundo.

Lucas sonrió, entendiendo los miedos y las inseguridades de su amigo. —Yuugo, escucha bien. Tú eres digno de este amor, de esta felicidad. Dina te ha elegido a ti, y eso significa que ve en ti algo especial. No dejes que tus dudas te consuman, porque eres un hombre increíble y mereces toda la alegría que este día te traerá.— El pelirrojo le dio una palmada en el hombro. —¡Ánimo! Párate en ese altar y haz lo tuyo, demuéstrale cuánto la amas y que estás dispuesto a ser el mejor esposo que puedas ser.

Yuugo se sintió reconfortado por las palabras de Lucas. Sabía que su amigo siempre había sido su apoyo incondicional, y en este momento crucial de su vida, eso significaba más de lo que podía expresar con palabras

—Gracias, Lucas. No sé qué haría sin ti, bro. Siempre has estado ahí para mí, en los buenos y malos momentos.

Lucas le guiñó un ojo. —Ya lo sé... Por cierto... Si tienen un hijo, deberían ponerle Lucas, y si es niña, Lucrecia. Sería un honor tener un pequeño Lucas azabache o rubio corriendo por ahí.

Yuugo rió, imaginando la idea. —¿Y por qué tu rata blanca no se llama Yuugo Jr? —respondió Yuugo con una sonrisa irónica.

Lucas fingió indignación. —Uno, Oliver no es una rata, mi adorado bebé solo tiene unos cinco días de haber llegado a este mundo. Dos, mi esposa manda. Ya sabes cómo es...

Ambos rieron, disfrutando de su amistad y del alivio que Lucas siempre lograba traer a la vida de Yuugo. —Como digas, faldero —replicó Yuugo, jugando con su amigo.

Lucas se rió a carcajadas. —¡Jajaja! ¡En definitiva, no cambias! Pero realmente tú eres más faldero que yo, y eso que yo soy el más faldero del mundo.

Yuugo se sonrojó, avergonzado por la broma. —Ya cállate —dijo Yuugo, aunque en el fondo apreciaba el humor y la sinceridad de Lucas—. Pero en serio, gracias por estar aquí conmigo en este día tan importante.

Lucas asintió con una sonrisa. —De nada, amigo. Estoy aquí para ti, siempre. Ahora, llegó tu turno. Es hora de que te levantes, te enfrentes a tus miedos, camines y la esperes en aquel altar con la confianza de un tigre.

Yuugo asintió y se dirigió a colocarse en su posición. A medida que avanzaba, las emociones se agolpaban en su pecho: el miedo, la emoción, la felicidad y el amor que sentía por su futura esposa. Cada paso era un recordatorio de la importancia de aquel momento y de las promesas que estaba a punto de hacer. Aunque sus nervios seguían presentes, estaba decidido a dar lo mejor de sí mismo y hacer de aquel día el comienzo de una vida llena de amor y felicidad junto a la mujer de sus sueños. Sin lugar a dudas él y su amada superarían cualquier obstáculo, porque siempre estarían juntos.

Dear Dad I Yuugo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora