II

55 1 0
                                    


Me dijo que le estirará el cuello, y le levanté la cabeza hacia arriba, hacia el cielo, mirando el crucifijo colgado en su pared.

A mi me dolían los brazos. Era demasiado esfuerzo para una sola noche los dos solos, otras veces no había que santificar a tantas personas.

- Sabes que te adoro. Perdóname por haberte hablado así antes, es que estos cachos de mierda me pudren las entrañas...

- No pasa nada. ¿Vas a dejarlos aquí? ¿A todos?- mi respiración densa solo se oía en aquella noche con el sonido de los grillos.

- Ahh... La nena está asustada - rió, y la luz de algunos de los farolillos que parpadeaban en el techo iluminaron sus dientes salpicados de reflejos granates. En su barba también habían gotas fusionando su color negro azabache con el rojo puro.- Son esos ojos los que me hacen creer cada día más que puede existir un mundo mejor. ¡Y esa curiosidad me hace darme cuenta que he acertado al traerte hoy! Vamos a mover algunos cuerpos para que se pueda pasar y caminar más fácilmente. No conviene tampoco molestar a los muertos.

Sentía mis calcetines empapados. Esa sangre había manchado mi camisa y rozado mi cara, dejando huellas rojas y cristalinas.

La espalda empezaba a vencer a mi cuerpo. Me costaba mucho mover a uno yo sola.

Él encendió un cigarrillo y se lo colocó en la boca inerte del hombre que yacía en el sofá con una pistola de clavos en el regazo.
Mientras lo miraba me preguntó:

-¿Te acuerdas de las noches cortas de verano? ¿Eh?

- Sí, claro que me acuerdo.

- Claro que te acuerdas... Estábamos aún en Dallas, tú no parabas de reírte porque conseguí el Oso de peluche más grande de toda la feria... Para ti, pero se me cayó al río y terminó en la caseta de un viejo perro que se lo follaba. ¡Ja ja ja!

- Me gustaba esa historia.- Recogí la barrena del suelo y me corté con un pedazo de cristal.

- Loca te encantaba esa historia. Esa y la de Walt.

Había alguien en el apartamento de arriba. Lo oímos entrar y escuchamos la televisión encendida. Los dos nos miramos y sabíamos que debíamos irnos. Creo que solo yo creía eso. Acercó sus manos a mi cara y la sujetó acariciando con sus pulgares mis mejillas.

- No te vas a ir sin mi permiso. ¿Vale? Porque estamos los dos metidos en esto. Así que si yo no me voy tú no te mueves.

Noté que el pulso se le aceleraba a medida que acerba su nariz y su frente a la mía, y revolvía mi pelo entre sus dedos.

- Yo haré lo mismo si tú no me abandonas. Sabes los cosidos que tuve que hacer desde hace mucho tiempo, ya no se me puede escapar nada. No es casualidad que me quedara contigo después todo, hay varios casos y expedientes abiertos que lo demuestran.

- Loca... - solía decirme- estás completamente loca...
Su sonrisa se mezclo con mis labios sellados y el sabor salado me llegaba a la lengua y subía hasta mi nariz.

- ¿Qué pasa loca?

Los ojos verdes brillantes chocaron con los míos. Y mi mano apretó el acero, pegajoso.

- Nada. - Volví a besarlo.

- Tapa todo esto pequeña... Se me parte alma cuando veo a tales infelices aniquilados por su propia fe.

Me dijiste que no eran personas leales, nobles, generosas, que no eran honestas ni tenían buen corazón. No eran buenos hombres. No eran buenas mujeres. No eran buenos niños.

CARELESS SOULS [Proximamente]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora