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Veinte minutos esperando. Estoy empezando a morder el cigarrillo de mi boca y aún queda cola para salir de aquí. Horas sin acompañante se hacen más largas. La puerta abierta tiene más luz que el resto del antro incluso siendo de noche.

Me duelen los ojos. No, no son los ojos. Es la vista. Ya no siento casi las piernas y el frío me araña la espalda.

Los nervios me tienen agitando el pie descontroladamente, e intento hacer la silueta de un corazón en el suelo con la tierra, las colillas y los papeles abandonados.

El techo está lleno de goteras y el aire esta cargado de aceite, sudor y flores.

Quedan dos delante de mí.

Me toco el costado y noto que aún llevo las quemaduras de cigarrillos como lunares artificiales en mi piel. Suspiro y cambia el sabor de mi boca cuando palpo mis costillas, podría meter la mano dentro y hacer que desapareciera, mi hija lo llama "El nido del patito".

A las personas que van delante no les importó colarse. No han dicho nada. Y sé que yo estaba antes.

Me he quemado con el mechero. Y no me ha quedado más remedio que hundir mi dedo en la nieve, y con ello mi cuerpo.

Noto el calor en mis mejillas y cómo palpitan mis labios cerca del cigarrillo. La sangre circula como granizada por mi cabeza.

Flotan defectuosas figuras color cristal alrededor de mi cara, mis ojos se calman cuando miro que parte de mí se va con esa nube de cenizas y escupo niebla.

Todo está tan en silencio aquí fuera.

Miro el metro que pasa sobre mi cabeza haciendo el estruendo pesado que rompe la calma, destruyéndose en gotas de agua.

Mi ojos miran fijamente los raíles, tan lejos de mi alcance. El tren va muy rápido, imagino de repente que el tren se descarrila y se rompe en mil pedazos, y parte de los vagones incinerados caen lloviendo hacia mí.

Pero el tren tan solo pasa. Y quedo mirando los raíles desde abajo.

El cigarrillo es muy pequeño. Se consume demasiado rápido, se está agotando.

Ahora hay más gente entre la puerta, la nieve, los raíles y yo.

Se escuchan algunos gritos que tapan las finas paredes. El buen uso que suelen tener las paredes, ya no sirve de nada. Se escuchan los gritos y llantos de una madre y el más murmurado Te Quiero.

Podría ser el asilo menos querido y más necesitado. Gritan a mis espaldas. Inspiro y corto la respiración.

- ¡Marie, cliente!

- Voy.

CARELESS SOULS [Proximamente]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora