III

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- ¿De verdad?

- Vas a pudrirte como lo hizo tu familia.

- ¡Que te follen!- Hice caer con el puñetazo el vaso de agua de la mesa. Me habría gustado que cayera sobre los pantalones del inspector, o sobre la cabeza.- Yo no puedo declarar algo que no soy... ¡Mírame! Mírame a los ojos y verás que soy totalmente culpable de ser inexplicablemente inocente.

- ¡Explíquenos por qué se supone que es inocente! ¿¡Eh?! Esa puta sonrisa será un defecto en una sentencia de muerte.- Desde el doblado del cuello de la camisa hasta la sien se habían teñido de rojo todos sus rasgos, una vena en el cuello aparecía en relieve sobre su fachada enfurecida y confusa. En momentos como este siempre parece que quién necesita un psiquiatra son realmente ellos.

- Porque... Yo no fui. Yo-No-Fui.

- Unos argumentos necesitan ser argumentos.

- Los argumentos y las pruebas las tiene delante de usted. Léame lo labios: Yo No Fui.

- ¿Quiere agua?

- ¿Agua? Es arsénico, quiere matarme con mi consentimiento. Luego dirá que me he suicidado.-El sonido del aire acondicionado solo tensaba aún más las cuerdas entre mi supuesta confesión y la salida- Usted me dejará ir porque sabe que no tengo nada que ofrecerle. ¿No es así?

- Estaba en el lugar de los hechos. - dio un par de vueltas alrededor mientras contaba las baldosas.

- ¡Eso no lo sabe!

- ¿Y si dijera que hay testigos? - Me miró y se paró en seco hacia mí.

- En su trabajo no debería dejarse llevar por las apariencias... En mi registro de conversaciones no dispongo de ningún farol. No conseguirá nada.

- No tiente a la suerte vagy veszít kisasszony.

- ¡Oh! ¿aprendió eso en una guía de viajes?- No puedo evitar sonreír. Debe ser porque soy una persona muy alegre. Nací con ese don y con la gracia de Dios en mi rostro, en mis piernas y en otro lugares... Útiles.- Tiene que admitir Úr inspector que muere por mis encantos.

- Conteste a la pregunta.

- ¡Vamos, no sea así de cerrado! No se haga el misterioso...

- ¡Demuestre que no es culpable!

Resonaron en mis oídos como si hubiera sonado un gong en mi cerebro. Los dos imbéciles asistentes de las esquinas no paraban de mirarme y sus manos tocaban con sutileza los revólveres de su cartuchera.

El que creía que podía ser un buen amante intencionado por mi conciencia, se acercó a mí. No todos se atrevían a estar tan cerca mis ojos, habían corrido rumores de que sabía hipnosis y tenía veneno en cada espolón de rayo verde, por esos mismos idiotas cuenta-cuentos terminaron llamándome Medusa. Y ese joven valiente y nervioso se había convertido en mi odiado Perseo, cada vez más cerca, más cerca...

...

Terminé arrancándole la mitad del labio. Me ponía nerviosa tener su respiración entrecortada encima, no soporto que invadan mi espacio personal. ¡Ah! ¿Y sabéis qué? Por eso me cayó otra pena de muerte más, es curioso que vaya a acabar en un trono de rayos. Me gustaría saber qué se siente en los brazos de Zeus.

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⏰ Última actualización: Mar 09, 2018 ⏰

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