Padre disolvió con disimulo el baile media hora después de mi huida. Un desfile de caballos, transportaciones y carruajes iniciaron sus caminos hacia el palacio de la capital de Hidra, Drainor.
La capital estaba situada al sur, a unos ochenta kilómetros de nuestra ubicación, tras el frondoso bosque negro. Padre prefirió instalarse en Dorcha, a las afueras, que vivir en el centro del ajetreo que era Drainor, supongo que también aquí, se aseguraba de que mis posibilidades de escapar fueran prácticamente nulas.
El palacio negro, estaba franqueado al sur por el bosque negro, al este por las extensas y gigantes montañas de Drot, al oeste por las aldeas militares del ejército hidro y al norte por el mar del Ascenso que se introducía en el castillo, llenando la laguna de la cueva de la luna. Esto hacia que este palacio pareciera el lugar más seguro y que un intento de huida pareciera una estupidez dadas las opciones que se presentaban.
El bosque negro, era una trampa mortal para cualquier visitante que no conociera el terreno. En él, se alzaban miles de zainos, robustos y espesos árboles de hoja romboide, que se unían formando una enorme nube gris, debido a que el color de sus hojas se parecía al pelaje de un lobo. La altura de estos árboles era descomunal debido a que el frio, la humedad y la poca luz del reino de Hidra favorecía la fortaleza de sus raíces.
Hidra vivía en un invierno permanente, la única estación en la que el tiempo nos daba tregua era en primavera, que era un descanso efímero de este frio glacial, ya que el verano desconocía que existiéramos. Solo las aldeas colindantes al reino de Fires disfrutaban de un poco más del calor.
La noche había sido un desastre y solo había conseguido perturbarme más de lo que ya estaba. ¿Qué quería Mason de mí?, ¿De qué promesa hablaba?, ¿Y a quién se la hizo?, ¿Por qué Kaiden había cambiado tanto conmigo? y ¿Por qué estaba siendo objetivo del general?
A pesar de que este palacio estaba lleno de gente, siempre me había sentido sola. La soledad era una fiel y apacible compañera, lejos de entristecerme, sentirme a solas conmigo me reconfortaba y me enseñaba a controlarme. Cuando necesitaba paz, buscaba a esa silenciosa amiga, recluyéndome en mi habitación o escabulléndome al lago negro, dentro del frondoso bosque. Conocía ese bosque como la palma de mi mano, gracias a Mys y a mi insomnio, que me permitió mucho tiempo libre. A cualquier mortal le asustaría lo que albergaba aquella oscuridad, pero no a mí, ya que era más aterrador lo que se escondía bajo el techo de este palacio.
Mys había llamado a mi puerta tras finalizar el baile, pero no necesitaba hablar. Sé que quería explicaciones de la escenita con Kaiden, pero sabía que no era el momento. Ella me conocía demasiado y no me exigía palabras para comprender lo que necesitaba. Siempre que buscaba ese momento de intimidad, ella se marchaba y se llevaba a mis guardias con ella. No me presionaba con su presencia tras mi espalda, pero siempre me vigilaba desde la distancia. Nunca podría estar completamente sola, esta era la maravillosa vida que me había tocado. Aunque intentara huir, sé que ella estaría observándome desde la posición más cercana. Hoy no fue diferente, observó la desesperación en mi rostro y desapareció haciendo un gesto a mis guardias para que la siguieran, dejándome con mi sosegada soledad.
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El destello del ámbar. Libro 1: El legado de la luz.
Fantasy¿Qué pasaría si la magia no te hubiera bendecido?¿Si tuvieras que pasar por una ceremonia que podría matarte por este mismo motivo? Lena, princesa de Hidra, es la única mortal dentro de la nobleza de Argentia. Enjaulada en un reino al que siente no...