2 ✩ my thoughts are get dark but you shine so bright

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Chuuya está de viaje cuando sucede. 

Dazai tropieza con fuerza en los pequeños escalones de la entrada del apartamento, y no tiene tiempo suficiente para proteger su cabeza —o cualquier otro lugar—, porque lo siguiente que sabe es que está en el piso.

El dolor se extiende en oleadas de mal a peor, y su cabeza palpita como si estuvieran martilleando un clavo en medio de sus cejas. Se siente flotar en el dolor, y hay algo húmedo resbalando hasta su boca. Es acre, sabe a hierro, y su cerebro atolondrado le proporciona por fin información útil: sangre. 

Eso despierta sus instintos, o algo así. Dazai gime cuando se da la vuelta, el mundo gira con él y se siente absolutamente confuso y mareado como para pronunciar una sola palabra.

Sabe que está solo, que Sigma llegará en algún momento alrededor de las seis, pero que Chuuya no está y las probabilidades de que se ponga de pie para evitar el escándalo de esta caída son bajas. 

El pomo de la puerta girando, las llaves tintineando, se lo confirman.

No tiene idea de cuánto tiempo ha estado allí tirado, por lo que sólo exprime una sonrisa cansada y avergonzada cuando Sigma se queda congelado en la entrada, sus ojos fijos en la frente de Dazai.

—Hey, guapo, ¿me echas una mano? 

Resulta que no es una caída simple. Dazai se había tomado una dosis más de la receta que su psiquiatra le había recomendado. Dado que son antidepresivos, el efecto es fuerte. Y tuvo suerte de que uno de ellos, el debilitamiento parcial en su cuerpo y el mareo provocado por la dosis alta, haya sido en su apartamento.

Eso no elimina el ceño fruncido ni los labios apretados de Sigma mientras enmienda su cabeza con gasa, después de haberlo desinfectado y curado. El baño es horriblemente silencioso, y ni siquiera las bromas de Dazai logran hacer que Sigma mueva una ceja.

Es lo que pasa cuando tienes a alguien que se preocupa por ti; es lo que pasa cuando esa persona encuentra este tipo de cosas, le dice su cerebro. El ruido en su cabeza se silencia y, si fuera algún perro o algo así, seguramente habría dejado de mover la cola y bajado las orejas para mostrar su arrepentimiento.

—No fue a propósito —habla Dazai, una vez en la habitación. Sigma ya no tiene una expresión severa, pero se está quitando el uniforme de gerente en un premeditado silencio—. Sólo pensé que una pastilla más no haría daño.

—Hemos hablado sobre la sobredosis, Dazai.

Dazai. No Osamu, no "cariño". 

Dazai asiente, pasando el nudo en su garganta.

Es cierto, lo han hablado. Tienen tres años saliendo juntos. Viven en un apartamento grande, espacioso y hermoso en el centro de la ciudad. Incluso adoptaron este gato persa, el que actualmente está con Chuuya porque es un tipo débil que no soporta estar sin ninguno de ellos cerca en sus viajes de trabajo. Eso es irrelevante, suspira Dazai. Porque los tres años significan más que lo material. Y todavía se las ingenia para que haya momentos como estos.

—No volverá a suceder.

—Eso dijiste el año pasado. 

—Fue un error —masculla Dazai, cerrando los ojos. 

Se acuesta con cuidado en la cama, sintiendo todavía su cabeza metida en una extraña botella repleta de agua. Sigma ingresa al baño por un momento y, cuando sale, Dazai vislumbra que tiene el cabello ahora recogido. 

—Sabes perfectamente qué debes hacer cuando te sientas así.

—Estabas trabajando. Y Chuuya está en otro país, no es como-

—Osamu —interrumpe Sigma, ahora al lado de la cama, con los brazos cruzados. Su expresión es dolorosa, del tipo que apuñala ese órgano sensible en la caja toráxica de Dazai—, me repetiré cuantas veces lo desees, porque esa cabeza tuya es demasiado vil como para hacértelo olvidar. Pero siempre, siempre vamos a estar para ti en esto, ¿de acuerdo? Noche, mañana, madrugada, cuando el mundo se esté cayendo, qué sé yo. Aquí, ¿bien?

Dazai aprieta las sábanas en su mano derecha, la que no es fácil para Sigma ver.

Siempre ha habido algo extraño en recibir amor, cariño, ternura, preocupación.

Pensar sólo en ello le da náuseas, aunque supone que no de las malas. Sólo es un poco raro. 

Un tipo como él ha sido afortunado de llegar hasta aquí. Pensar que sus payaserías lo llevarían a esta línea del tiempo le hace sentir como si su vida, con un cambio ligero en su rutina anterior, habría desencadenado un final diferente. 

En todo caso, en el aquí y el ahora, Dazai asiente. Sus ojos pican, otra sensación rara que ha experimentado sólo con ellos, pero nunca en el mal sentido.

Sigma se arrodilla, su mirada comprensiva, pero nunca de lástima. Él pasa sus largos dedos con delicadeza por el puente de la nariz de Dazai, la devoción derritiendo a Dazai en un charco gelatinoso de emociones suaves.

—¿De verdad quedó claro?

Dazai asiente.

Luego, pasando saliva, lo intenta de nuevo.

—Sé que me amas —Toma otra respiración profunda antes de continuar—, yo también te amo. A ti y a Chuuya. De una forma... tan rara. Y grande. En momentos así es difícil de concebir tal hecho, pero yo lo hago. No confío menos en ustedes por cosas así, sólo... se sale de control.

Sigma sonríe, algo pequeño e íntimo, y se inclina para besar su cabeza.

—Eso está mucho mejor. Gracias, cariño.

Dazai arruga las cejas, disgustado consigo mismo al notar que su nariz siente un pinchazo, similar a cuando tiene las lágrimas allí mismo.

Su pareja sólo sonríe más.

—Haremos videollamada con Chuuya en unas horas. Allá es de madrugada, pero dijo que se pondría una alarma. Descansa un rato, te llamaré para eso y para la cena. ¿Sí? 

Dazai no tiene que abrir la boca para decir que sí porque Sigma ya lo ha besado en la frente, la nariz, los labios y la barbilla y se ha ido.

En silencio, con el lejano sonido del tráfico, la calefacción del cuarto y sus pensamientos reduciéndose cada vez más, Dazai llega a la conclusión de que no importa cómo ha conseguido que dos personas tan increíbles y maravillosas como Chuuya y Sigma han llegado a su vida, él no lo desperdiciará. 

Se duerme con algunos otros pensamientos que siempre están ahí para atormentarlo y la imagen brillante de Sigma con su pijama puesto yendo a hacerle una deliciosa cena. 


love ☆ sigskkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora