Capítulo uno.

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Alec espió por las cortinas, curioso por ver quien se había asomado en su propiedad.

― ¿Quién es ese chico sentado en la entrada?

Su hija Daisy salió de su habitación vistiendo pantaloncillos de mezclilla y una camiseta de una banda del momento que Hardy desconocía. Más maquillada de lo que hubiera deseado, pero lo suficiente cubierta como para que no necesitara darle la mirada de padre estricto.

― Es Campbell, te he hablado de él.

― Pues no lo recuerdo―dijo gruñendo contra su taza de té. ― ¿Va contigo al colegio?

 Daisy se hechó perfume y le dió un beso a su padre en la mejilla.

― Papá, te he hablado de él, no, no va al colegio, vive con su abuela y es totalmente gay, por lo que no hay amenaza alguna con que se sobrepase. ¿Feliz?

 Mucho, quiso decir, pero su hija ya atravesaba la puerta de la entrada y se fundía en un abrazo con aquel chico.

 Campbell, murmuró para sus adentros.

 El niño volteó la cabeza en dirección a la casa y sonrió, sacudiendo su mano de forma enérgica. Aquello fue suficiente para que Alec cerrara las cortinas y volviera a sus asuntos.

+

 La siguiente vez que supo algo de ese tal Campbell, fue una semana después. Daiz volvió con su madre para el resto de vacaciones de verano, y al parecer el muchacho estaba muy aburrido en el viejo pueblo de Broadchurch. Lo suficiente para meterse en problemas y entrar a hurtadillas a las cuatro de la mañana a la tienda de conveniencia que antiguamente pertenecía a Jack Marshall y ahora estaba en la administración de Bettany Hills, una muchacha de treinta años y citadina.

 ― ¿Cuánto tiempo lleva en la celda? ― preguntó Hardy viendo al niño durmiendo entre los barrotes, abrigdo sólo con su chamarra de mezclilla.

 El cabello le caía fino y en cascada contra sus facciones puntiagudas y angulosas.

 ― Unas cuatro horas―respondió el alguacil a cargo.― Realmente parece que estaba dejando el dinero porque hallamos diez libras encima de la caja registradora y la dueña ha dicho que la vacía cada noche al volver a casa.

 Hardy bufó. Era las ocho de la mañana apenas y ya tenía trabajo.

― Entonces, ¿qué? ¿Se levantó a las cuatro de la mañana a comprar un bocadillo? Aunque haya dejado el dinero aún así invadió propiedad privada.

 Calloway, el alguacil se encogió de hombros.

 ― Es el chico Bain, ya sabe, vive sólo con su abuela, lo conozco, es amable. No tiene problema de drogas, al menos, y Bettany Hills decidió no poner la denuncia solo quiere una disculpa.

 Hardy asintió rascándose la barba de unos cuantos días.

  ― Bien, ¡está bien! ― gruñó golpeando los barrotes de la celda y abriéndola. ― ¡Arriba, niño!

 Campbell cayó a un costado como saco de patatas, asustado.

 Se levantó del suelo con sorprendente facilidad para alguien que parecía lo suficiente dormido como para no incomodarse con las bancas lisas y frías. Más alerta de lo que cualquier chico de diecinueve años debería estar.

 Hardy no vió señales de droga en sus ojos.

 El muchacho no parpaedó mientras Alec lo examinaba. Sonreía de a poco debido a la tarea de sopotar la mirada sin batir sus lagas pestañas rubias.

 Demonios, ni siquiera Hardy tenía esas pestañas antes de la transición.

 Debía admitirlo, era un chico muy lindo.

― Te vas a casa niño―anunció Hardy luego de aclararse la garganta. ― Sigue al Alguacil Calloway para firmar tu salida y recoge tus pertenencias sustraídas durante el cateo.

 ― Gracias, Detective Hardy.

 ― Como sea, no quiero volver a verte por aquí.

 Oh, pero los deseos de Hardy nunca se cumplían de la manera que él esperaba, y Campbell con certeza soportaría otra noche en una celda si eso significaba despertar con Alec Hardy vestido en aquel traje azul marino que tan bien se apretaba a su cuerpo.

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⏰ Última actualización: Apr 10 ⏰

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buen chico, mal chico. (alec hardy x campbell bain)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora