Capítulo IV

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Un descenso apresurado por una ensortijada y ajustada escalinata, en un pomposo vestido de novia, auspiciaba una caída segura.

No obstante, un par de fornidos brazos sujetaron a la muchacha antes de que acabara desperdigada por el suelo. 

 ―¿Se…se encuentra bien Miss?  ―titubeó el joven que la sostenía con ahínco desde la cintura y   apretada su pecho contra su firme torso, como si aún su vida siguiera corriendo peligro.   

La muchacha inhaló una gran bocanada de aire y empujó el cuerpo de su salvador del suyo, con todas las fuerzas de las que fue capaz en un momento tan bochornoso como aquel. 

 ―Tiene que darme aire, ¡¿no se da cuenta que no puedo respirar?! ―Protestó. Tenía las mejillas encendidas y estaba hiperventilando bajo aquel aparatoso ropaje nupcial. ― Y soy Señora, no Señorita  ―añadió, apaisado su falda y arreglando su peinado con prisa. 

¿Y si alguien la descubría en esa situación íntima en el sector de servicio? ¡Y con nada menos que el Encargado de los Establos! Sería la última pizca que faltaba para que reputación rodara por los suelos. 

Puede que Mr. Griffiths fuera un joven apuesto: alto y fornido, la atracción principal entre el personal de servicio femenino de “Whispers House”, en especial de las doncellas, pero ella no formaba parte de ese grupo. Sin mencionar que, al margen de los atributos físicos, el muchacho olía desesperadamente a estiércol y a sudor de caballo, pese a su esmerado intento de aseo y eso quitaba todo el atractivo superficial.

Con semejante cercanía, había adivinado quién era su rescatador incluso antes de verlo a los ojos. Esos orbes azul oscuro, absolutos, peligrosamente negros, como el pelaje de la yegua que con tanto ahínco le había confiado.

 ―Me disculpo mi Señora. No me había dado cuenta que se trataba de usted. Solo actué por impulso al ver su inminente caída.  ―se excusó en todo formal, tomando prudente distancia de la nueva dama de la mansión. 

Por debajo de la camisa comenzaban a correrle gotas de sudor y esto provocaba que la tela se le pegara al musculoso cuerpo. 

Intentó bajar la mirada avergonzado, pero lo cierto era que resultaba difícil apartar la vista de aquella muchacha hermosa de ojos magnéticos y aspecto frágil. Su joven y apasionado espíritu se agitaba nervioso en su interior y en su corazón florecía el anhelo de proteger a su Señora más que a cualquier otro amo. Un sentimiento tal, había sido despertado únicamente por los caballos que con tanta dedicación cuidaba. Sin embargo, su mente era centrada y sabía mantener su puesto. 

Por otro lado, sentía un leve resquemor con aquella jovencita que ni siquiera había proferido un simple “gracias” tras salvarla de una grave caída. Se le notaba lo foránea. Ningún nativo de “Whispers House” hubiese obrado con tan indiferencia, ni siquiera Mr. Bradley, padre, con su temperamento áspero y un tanto huraño. 

 ―Y se lo agradezco  ―añadió la muchacha, ganándose de nuevo su corazón ―. De no ser por usted hubiera terminado hecha un desastre. No obstante, ¿debo preguntarle qué hace aquí? 

¿Sería suya la sombra que había percibido en el jardín hacía rato? ¡No! Imposible, aquella era más menuda, afinada, en cierto sentido parecía ser una silueta femenina o de un hombre de talla pequeña. 

 ―Yo podría preguntarle lo mismo a usted  ―alegó sorpresivamente el muchacho. Claro que ni bien las palabras brotaron de sus labios se arrepintió de aquella imprudente declaración.  ―Pero,  no me compete en absoluto  ―añadió, en un intento de mejorar la situación.

Los dorados iris de Elizabeth brillaron con el fragor de mil soles.

 ―Me da gusto que lo tenga claro. Pero ya que está aquí y como ha dejado ver que es asiduo a los rumores, quizá me pueda informar ¿qué ocurrió en el Gran Salón durante mi ausencia? 

Los gritos habían cesado casi hacia el final de su bajada y no habían vuelto a oírse. En cambio, un hondo silencio pareció invadir la propiedad. Incluso la orquesta había dejado de tocar. ¿Se habían retirado los invitados? ¿Alguien se había dado cuenta de su partida?

 ―Tal parece que ocurrió un accidente en el Gran Salón…Se ha roto uno de los cristales del ventanal principal, hay vidrios por doquier y algunos invitados resultaron heridos. He oído el bullicio desde los Establos y he venido hasta la propiedad. Mr. Parker, el encargado de los jardines, me ha contado lo ocurrido y estoy aquí para ayudar, como el resto del personal  ―soltó abrumado y un poco agitado por tan extenso discurso.

La explicación había esclarecido más de una duda, pero había sembrado otras.

Por más pesarosa que le resultara la situación, la joven sabía que había un solo camino que debía tomar para  satisfacer su curiosidad. 

 ―Muy bien, prosiga Ud. entonces. Yo iré en un momento, detrás.  ―Anunció.

Tenía un fuerte pálpito de que aquella onerosa aparición estaba  involucrada en lo que fuera que hubiese sucedido.

Tenía un fuerte pálpito de que aquella onerosa aparición estaba  involucrada en lo que fuera que hubiese sucedido

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Whispers House. El origen del mal. (En Curso) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora