Cuando eres la perfecta definición del omega imperfecto, pierdes todo pensamiento positivo de algún día encontrar al amor de tu vida. Vegetta tiene veinte años, un hijo de tres y un lazo roto debido a su ingenuidad ¿Qué alfa querría encargarse de co...
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—¿Es-Está vivo?
Escuché vagamente la voz de Helena, para después oír a Willy y Mateo entrando al callejón, gritando mi nombre. Todo se volvió demasiado confuso para ese punto, era yo tratando de controlarme, calmar a mi omega interno que me pedía ponernos a llorar al ver el cuerpo de Norman en el suelo, con los restos de lo que fue un ladrillo cerca de su cabeza.
No lo pensé, no lo planee ni mucho menos imaginé que terminaría de ese modo. Cuando giré para entrar al callejón, Norman me daba la espalda mientras golpeaba a Helena, quien estaba tirada en el suelo hecha un ovillo, cubriéndose el rostro y el estómago. La rabia que sentí fue suficiente para que observe a mis lados, encontrándome con unos ladrillos viejos y abandonados apilados unos sobre otros, tomé el que estuvo más cerca y corrí hacía él, para el segundo en que los ojos de Helena me miraron, ya el cuerpo de Norman caía al suelo en cámara lenta, junto con el ladrillo roto.
—Demonios, Vegetta. —Willy le tomó del brazo, sacudiéndome ligeramente.— Amigo, dime que estás bien, por favor. Mírame.
Salí del trance en el que me encontraba cuando su cuerpo rodeó el mío y me abrazó con fuerza, sentí su calidez y fue suficiente para aferrarme a la frágil espalda de mi mejor amigo, dejando que mi omega sea libre, que mi cuerpo tiemble y que mis ojos se llenen de lágrimas contenidas, mientras le repetía a Willy que quería a Foolish.
—Llámalo ¿Si? Llámalo, él puede ayudar.
Recordé que Foolish tenía una reunión y que seguro para ese momento debía estar en ella, pero mi egoísta deseo pudo más, así que apenas un brazo de Willy me liberó, saqué mi celular de mi bolsillo y marqué al segundo número en llamadas rápidas. Pegué el aparato a mi oreja y al segundo timbre, escuché la voz de mi alfa, llenándome de una sensación de paz impresionante.
—Hey, mi amor ¿Qué pasa? —preguntó, preocupado.— Ahora deberías estar en clases.
—Lo siento. —gemí, tratando de aclarar mi garganta.— Lo-Lo siento Foolish, es que... Necesitaba... Necesito escucharte.
—¿Veyitta? —su voz se escuchó mucho más alarmada.— Mi amor ¿Qué ocurre? ¿Por qué lloras?
—Mierda. —llevé una de mis manos a mis cabello y contuve la respiración por unos segundos, tirando de mis cabellos con algo de fuerza.— Es que... Él, fue él, él empezó a golpear a una omega y no pude... Mierda, Foolish, no pensé-Bueno, sí pensé pero... Creí que no debía, no era bueno el-
—Permitirlo.
—Ujum. —suspiré, apoyándome en la pared que estaba a mi espalda y observando a Mateo auxiliar a Helena.— No debía... permitirlo.
—¿Te hizo algo? ¿Cómo estás?
—No, no. —negué con la cabeza, aunque Foolish no podía verme.— Él ni siquiera me vio, solo... Solo lo golpee con un ladrillo que encontré, lo golpee en la cabeza y ahora está... Está en el suelo. Demonios, Foolish. —me dejé caer hasta que me senté en el piso, apoyado aún contra la pared.— Dime... Dime que todo estará bien. Vamos, dime.
