Harry iba de un lado hacia otro en esa triste y fría sala de espera, rogando por escuchar una actualización sobre el estado de su hijo.
Se encontraban de vacaciones, venían siendo días maravillosos en los que Harry trataba de crear hermosos recuerdos y experiencias para su pequeño. Ya era su último día disfrutable antes de tener que volver a emprender viaje de regreso a su pueblo, daban un paseo por la playa, el sol no era el protagonista, pero las nubes hacían del caluroso día un poco más disfrutable. La risa de su hijo corriendo frente a él y tomando la delantera mientras recogía los caracoles que le parecían bonitos, llenaban el aire a su alrededor. Todo era tan perfecto.
Tan perfecto, pero de golpe todo cambió. Su hermosa risa dejó de escucharse, dejó de moverse y de un segundo a otro, cuando Harry creía despreocupado que tal vez había encontrado algo que podía causarle algo de temor, vio a su niño caer sobre la arena en inicio de una convulsión. Su propio corazón y alma se sintieron caer al suelo, corrió hacia él, se dejó caer de rodillas y lo sujetó entre sus brazos con la preocupación y angustia abrumándolo por dentro, sin embargo por fuera se obligaba a mantenerse en calma para tratar de calmar a su vida.
Varias personas se acercaron ofreciendo su ayuda con desesperación, entre ellos una señora que desde el primer momento destacó ser paramédica. Ella iba diciendo paso a paso todo lo que debían hacer para ayudar al niño, Harry iba haciendo lo indicado ayudando a la mujer y tras un rato la convulsión cesó.
Agradeció infinitamente y no esperó ni un minuto más para subir a su bebé a su auto, dirigiéndose rápidamente al hospital más cercano de la ciudad. Todo fue en picada cuando en el momento exacto que entró en la emergencia, una nueva convulsión atacó a su niño. Mientras se lo llevaban en una camilla sentía su alma estrujarse y esa voz en su cabeza que lo culpaba inútilmente de absolutamente todo.
Llevaba alrededor de una hora allí, la preocupación solo aumentaba a cada minuto que pasaba.
En algún momento otro hombre entró en la sala de espera entre risas con un enfermero y se quedaron en la entrada del pasillo hacia las salas conversando en voz baja. De pronto una enfermera llegó corriendo hacia ellos.
— Estoy en descanso...
— Olvídalo, necesitamos más apoyo.— La cara del enfermero cambió por completo y sin más corrió junto a ella a quién sabe dónde, pero Harry reconoció que esa chica era parte del equipo médico que se llevó a su hijo e intentó correr también a ese pasillo, pero el hombre pelinegro se lo impidió.
— Oye, oye, tranquilo. No puedes entrar ahí...
— Mi hijo. Ellos estaban atendiendo a mi hijo, necesito saber qué pasa.— Habló Harry desesperado entre su incesante llanto. El de ojos miel comprendió la situación y lo llevó de regreso a los asientos.
— Tranquilo, cariño. Tu hijo seguro está muy bien y necesita que estés en calma, ¿escuchas?— Harry asintió tratando de respirar correctamente.— Muy bien.— Se puso de pie para ir hacia el dispensador de agua y llevarle un vaso a Harry.— Bebe un poco.
— Gracias, lo siento mucho...— El pelinego negó sentándose a su lado, dejando una mano en su hombro.
— Tranquilo, puedo imaginar por lo que estás pasando.— Harry barrió sus lágrimas.— ¿Cómo te llamas?
— Harry... Styles.— Harry no fue capaz de notar la extraña y paralizada reacción del otro chico.
— Un gusto, Harry, yo soy Zayn.— El rizado le dio una débil sonrisa.— ¿No quieres llamar a alguien? No veo muy conveniente que estés solo en este momento.
— No tengo a quien llamar, yo no soy de esta ciudad, no quiero hacer a mis amigos conducir cinco horas.
— Entiendo, pero quizás al menos mantenerlos informados sea bueno.— Harry asintió sorbiendo su nariz.— ¿Qué le pasa a tu pequeño?
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Héroe.
ФанфикHarry solo estaba disfrutando unas lindas vacaciones con su hijo, cuando de pronto se encontró en la sala de esperas de un frío hospital, rogando por una noticia sobre William. Jamás esperó que de ese pasillo saliera ese hombre que marcó su vida, su...