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<hay cosas que no deben ser creadas>

Navegantes de la galaxia.

Liam miró con incredulidad a su padre. —Padre... creí que teníamos principios—, murmuró, sintiéndose enfermo por lo que habían hecho.

El comandante Liebert lo miró con seriedad. —Quiero que mires afuera... no podemos seguir viviendo de esta manera—, dijo con el ceño fruncido. —Entre más pasa el tiempo, más pobres nos volvemos... entre más somos, más difícil es conseguir alimento para todos, necesitamos un planeta.—

Liam miró a su padre y luego dirigió su mirada hacia el concejo. —Aún así... no debimos haber jugado de ese modo con su vida—, expresó, su voz cargada de pesar.

Liebert frunció el ceño. —El conocimiento que reunimos durante milenios... el mismo conocimiento que solamente tuvo sentido una vez que tuvimos la suficiente confianza para juntarlos.—

Uno de los consejeros se paró y miró hacia el árbol que se encontraba en medio de todo. —Tú no lo recuerdas, pero los árboles no brillan de este modo, ni mucho menos te permiten recibir consejos de personas que ya murieron.—

Otro consejero se dirigió hacia Liam. —Todo lo que existe en algún momento desaparecerá... el mismo universo no se encuentra exento de esa regla.—

Liebert colocó lo que parecía ser un disco en un orificio que salió en la mesa. —Este es un legado que ha estado con nosotros desde antes que nos unamos... tardamos siglos en decodificarlo, puede que parezca un disco, sin embargo, es demasiado avanzado.—

Un consejero se adelantó. —Según la información que obtuvimos de ese disco, el universo ya murió.— Liam se mostró sorprendido. —Verás, en el primer universo existió una civilización tan avanzada que descubrió todas las interrogantes que existen... ellos mismos notaron que el universo terminaría muriendo y crearon algo llamado la Estrella de la Esperanza con la que recrearon todo de nuevo.—

Los consejeros asintieron, cada uno tomando su turno para explicar la historia que habían descubierto. —En aquel tiempo lejano, la civilización creadora de la Estrella de la Esperanza comprendió que la muerte del universo era inevitable. Decidieron que lo mejor que podían hacer era crear una fuente de energía infinita, una estrella que pudiera dar vida a nuevos mundos y preservar la existencia en el nuevo universo que surgiría después de la muerte del actual— dijo uno de los consejeros.

—Sin embargo,— continuó otro consejero, —esta estrella requería de un manipulador, alguien que pudiera activarla y dirigir su poder hacia la creación de planetas habitables. El código genético necesario para activar la Estrella de la Esperanza se perdió en el tiempo, hasta que descubrimos que residía en la línea de descendencia del Doctor Himetsu, uno de los últimos sobrevivientes de la civilización creadora.—

Liebert frunció el ceño. —Vagó entre las estrellas con el código genético en su sangre.— Liam lo miró con sorpresa. —Encontró refugio en la Tierra en la época en la que los humanos aún vivían en cuevas. De los tres sobrevivientes de su raza, él fue el único en tener descendencia. El Doctor Himetsu tuvo dos hijos, quienes heredaron una parte del código genético del Doctor.—

Uno de los consejeros tosió un poco. —Nosotros llevamos más tiempo vagando por el espacio, por lo que cuando dimos con ellos sabíamos que necesitábamos el código genético completo para activar la Estrella de la Esperanza. Así que a lo largo de las generaciones, manipulamos sutilmente las vidas de sus descendientes.—

El consejero principal se adelantó. —Así fue hasta que obtuvimos a Nobizuke y Tamako, quienes tienen la mitad del código genético cada uno. Nos aseguramos de que se encontraran y se enamoraran. Su unión era esencial para preservar el código genético del Doctor Himetsu en su estado más puro... Nobita es la clave, el único que puede activar la Estrella de la Esperanza y llevar esperanza a nuestra raza.—

Liam agachó la mirada—¿Están seguros de que esta es la única forma?— preguntó con voz cargada de dudas y preocupación.

Liebert asintió con solemnidad. —Sí, hijo. Sí tan solo los otros supervivientes hubieran tenido hijos... Uno de ellos vivió en nuestro mundo, el enorme árbol en el centro de nuestro hogar. Nació en nuestro mundo contaminado porque se alimentó de él... Atrae levemente la energía de la estrella, y con ella fue suficiente para que pudieras ver a tu madre, incluso estando muerta.—

El comandante se acercó a su hijo, colocando una mano reconfortante sobre su hombro. —Lo que estamos haciendo es por el bien de nuestra civilización, por nuestra supervivencia. El legado de la Estrella de la Esperanza es nuestra única esperanza.—

De uno de los tubos salió un pergamino. Uno de los consejeros lo abrió cuidadosamente y sacó un papel. —Al parecer, ellos también saben quién es Nobita—, dijo, girando el papel para que todos pudieran verlo. Era un mensaje enviado por un infiltrado, mostrando la foto de Nobita y la recompensa que pedían por él. —No podemos dejar que lo maten—, agregó el consejero con preocupación.

Liam palideció al escuchar las palabras del consejero. —¿Qué... qué quieren hacer con él?— preguntó, con temor por su amigo.

El consejero principal se aclaró la garganta antes de responder. —No somos los únicos que sabemos sobre Nobita. Hay una sección del espacio que cree que los creadores de la estrella eran dioses y que solo ellos deberían manejarla. Creen que cualquier otra especie sapiente es indigna y que solo traerá caos si tiene acceso a ese poder.—

Un murmullo de preocupación se extendió entre los presentes. Liebert frunció el ceño, pensando en las implicaciones de esta revelación. —Entonces... ¿quieren matar a Nobita para evitar que active la Estrella de la Esperanza?—

El consejero principal asintió gravemente. —Sí, eso parece. Temen que Nobita, al ser descendiente de los creadores, pueda acceder al poder de la estrella y desencadenar un caos que ellos creen que solo los dioses deben controlar.—

Liebert se acercó a su hijo, colocando una mano en su hombro con firmeza. —Por eso debes traerlo aquí. Más ciudades como las nuestras están en camino y lo cuidaremos hasta que pueda activar la Estrella. Mientras tanto, él debe dejar su semilla aquí y en las otras ciudades. De ese modo, la capacidad de usar la Estrella nunca se perderá—, explicó con seriedad.

Liam frunció el ceño —¿Qué esperas que haga? ¿Que llegue diciendo que soy parte de una organización que manipuló a tus antepasados y a tus padres para que estén justos, con el único motivo de que nacieras?—

Liebert negó con la cabeza, mirando a su hijo con determinación. —Tienes que mentirle. No puedes decirle la verdad... dile que puede usar la Estrella por su corazón. Él tiene un complejo de héroe y lo creerá—

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