🌹 ~𝘓𝘰 𝘘𝘶𝘦 𝘌𝘭 𝘝𝘪𝘦𝘯𝘵𝘰 𝘚𝘦 𝘓𝘭𝘦𝘷𝘰~🥀

𝙿𝚛𝚘𝚕𝚘𝚐𝚘

Era un día agradable, el sol resplandeciente como siempre, los pajaritos cantando aquéllas melodías de siempre, todo era tan pacífico, aunque.. eso se creía en aquél hospital, el cual era inundado de gritos desgarradores y voces elevadas que parecían ser parte de una discusión, Las enfermeras intentaban separar aquéllos dos hombres de alta altura mientras que los doctores atendían la habitación en donde provenían los gritos y el llanto desgarrador.

La gente presente en el hospital se pregunta que era lo que ocurría, solo podían ver cómo esos dos hombres discutían y peleaban a gritos sin importarles la presencia del personal ni de la gente, hace minutos todo era tan pacífico como todos los días hasta llegaron ellos.. parecían que querían entrar a la habitación pero los médicos no se lo permitían.

— ¡Eres un idiota, Como pudiste hacerlo eso a mí primo! — Gritaba un estadounidense mientras ahorcaba a un alemán

— ¡Tú me lo diste cuando perdiste la apuesta!, ¡Era mío y hice lo que siempre quise! — Respondía T.R. Devolviendole un golpe a Estados Unidos quién lo lanzaba contra la pared dándole fuertes puñetazos al rostro y abdomen sin parar

— Eres un monstruo, ¡Como te atreves a preñarlo! — Decía Estados Unidos con su mano ya ensangrentada con la sangre del alemán que caía sentado al suelo limpiando la sangre que brotaba de su nariz y labios

Estados unidos y T.R. seguían atacandose verbalmente y físicamente hasta que el hospital cayó en profundo silencio tras un llanto de bebé, Estados Unidos miraba como derrotado a T.R. mientras que este sonría victorioso, T.R. había logrado su cometido, había logrado obtener uno de sus mayores objetivos, obtener un heredero.

El estadounidense maldecía a T.R. en su mente, pero ya no había nada más que hacer, también se lamentaba no haber protegido a su primo, era su culpa meterlo en aquél conflicto, era su culpa, por culpa de uno de sus berrinches había dejado a su Adorado primó en las garras de esa escoria sin escrúpulos

— Dios mío.. ¿Que fue lo que he hecho? — se preguntaba Estados Unidos levantándose y dirigiéndose a la habitación, dejando a T.R. siendo atendido por las enfermeras.

Estados Unidos dando pasos firmes, veía como los médicos se retiraban de la habitación en silencio, Estados Unidos abrió la puerta, encontrándose a su Primo sosteniendo a aquel bebé, ese bebé era tan pequeño, tan inofensivo, lástima que su padre fuera el demonio en persona

— Oh Chile.. Me arrepiento de haberte dejado solo, Solo eras un niño perdido en ese mundo de destrucción y guerra, ya no se que excusa le daré a España, tú padre va a matarme si se entera sobre este problema — Dijo Estados Unidos mirando a Chile dictadura, quién ni siquiera lo miraba, la mirada del Chileno solo era dirigida a su ahora hijo

— Estados Unidos, no debes por qué disculparte, ya está aquí con nosotros, Alemania, acaba de llegar al mundo y está aquí en mis brazos, no Puedo explicar el sentimiento que tengo atorado en mi, Es un sentimiento de compasión y tristeza, saber que fue mi culpa no haber resistido Duránte el embarazo. — Aquellas palabras salían de la boca de Chile dictadura, quien hablaba exhausto y débil, acariciando a su bebé con delicadeza el cuál respiraba lentamente.

— Chile, no es tu culpa de que Alemania, ahora mi sobrino, haya nacido prematuro, Te juro que saldremos adelante y que serás fuerte por ti y por tu hijo — decía Estados Unidos intentando consolar a Chile dictadura, observando como las finas lágrimas brotaban de los cansados ojos de Chile dictadura y caían lentamente por sus mejillas enrojecidas

— ¿Acaso se olvida de que existo, yo?, Estados Unidos no te olvides que yo soy ahora el padre del bebé de Chile dictadura, Ahora sí quieres llámame un cuñado o algo así por el estilo — Hablaba T.R. entrando a la habitación con su sonrisa sádica.

La habitación se quedó en silencio, sólo el ruido de las máquinas y la respiración inquieta de Chile dictadura sonaban en la habitación.

— Por qué recuerda, que yo siempre obtendré lo que sea, un mal paso y desechare a Chile como al resto de mis anteriores esposas. — Decía T.R. acercándose lentamente hacia Chile dictadura, posando sus manos en las del recién nacido.