capitulo 1 Baal

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BATALLA DE BAAL


Coraje y valor, palabras dignas para un capítulo que enfrentó cara a cara la muerte de su linaje y salió victorioso.

Baal, la flota tiránica Leviatán se acercaba al sector Planetario donde residían Los Ángeles Sangrientos, como una ominosa neblina de fatalidad ante la amenaza inconmensurable y apocalíptica.

Dante convocó a todos los capítulos de Los Ángeles Sangrientos, uniendo fuerzas para confrontar el colosal peligro que se cernía sobre ellos. Los hijos de Sanguinius se reunieron en el Ar Angelicum, los más nobles de todos los Adeptus Astartes y los más problemáticos, ataviados con placas de negro y rojo, blanco y dorado, diversidad en colores cada capítulo, pero su orgullo carmesí los unía profundamente.

En un momento, un esclavo dio la señal de la llegada del comandante de Baali y Compañía. Las puertas contiguas se abrieron, el exaltado heraldo de Sanguinius, líder de la Guardia Sanguinaria, el Hermano Sefar, abrió camino. Detrás de él, guerreros dorados, la Guardia Sanguinaria, marchaban de par en par. Tras sus pasos llegaban los capitanes de cada compañía, y en medio, una figura imponente con una máscara dorada que reflejaba la cólera de Sanguinius: era el propio Comandante Dante, maestro de Los Ángeles Sangrientos, señor de la hueste Angélica. A su derecha estaba el Hermano Corbulo, portando el propio Grial Rojo, el mismo recipiente que había recogido la sangre del moribundo Sanguinius. A su izquierda estaba el Capellán Amael, Patern Sanguis, solo superado por Astorath el Sombrío en la orden del Reclusiario, sacando el relicario de Amit de la Basílica Sanguinar, donde la última pluma del Primarca se mantenía en éxtasis permanente. Detrás de él, caminaban Mefist, Señor de la Muerte, jefe de Bibliotecarios; seguidamente, los campeones y capitanes más honorables de Baal completaron el séquito.

Sobre el rostro de Dante estaba la máscara mortuoria de Sanguinius, la justa ira de su señor padre congelada en oro y su sangre preservada en la Piedra de Sangre. Sobre la frente de Dante, el supremo líder inspeccionó a sus aliados con los ojos brillantes y sin pestañear de sanguíneos momentos, donde solo era ya silencio por la imponente presencia que emanaba.

"Mis hermanos", dijo Dante. Su pronunciamiento sobresaltó en el silencio sepulcral. "Estos artefactos que llevan mis guerreros y sus sirvientes se remontan a la época de la Gran Traición de Horus a nuestro amado Emperador. Estas reliquias, aquí, estas armaduras, estas armas que llevan mis hermanos, datan de la guerra más terrible de nuestra historia." Y señaló el Grial Rojo y el Relicario de Amit. "Dieron testimonio de la muerte de Nuestro Señor, porque ambos son vasos para sus restos mortales. No ha habido mayor conmoción en los capítulos de la Sangre que cuando Nuestro Señor cayó ante las espadas de su odioso hermano, no cuando nuestros antepasados se separaron unos de otros, no en aquellos tiempos en que nuestros capítulos se han enfrentado a la aniquilación, como el mío ha tenido tres veces en el lapso de mi vida la pérdida de Sanguinius resuena hasta el día de hoy en todos nosotros, es un dolor que es inmortal. Sin embargo, esos tiempos pasaron, sin importar cuán oscuros pareciesen, mediante el sacrificio de nuestro Señor, el Emperador triunfó y se restableció el orden. De esto saco esperanza." Nadie habló.

"He vivido mucho tiempo, he visto cosas que nunca pensé ver. Cada siglo que sobrevivo presenta un nuevo horror para poner a prueba nuestro Imperio. He visto despertar a los Necrones, he visto emerger a los Tau. Estuve allí cuando las flotas salieron por primera vez del vacío intergaláctico para atacar los mundos de nuestra especie. He luchado contra Ghazghkull, la Gran Bestia de los Orkos, en el mundo tres veces condenado de Armagedón. He visto caer capítulos, he visto mundos morir, he visto la flor del poderío marcial del Imperio batido por la perfidia de los traidores, he visto la ambición de hombres vanidosos entregar a los inocentes a las obsenas ansias de oscuridad sin fin." Los ojos brillantes de la máscara de Sanguinius recorrieron la multitud de guerreros. "He visto todo esto, me he enfrentado a todo tipo de enemigos, y los he matado a todos", dijo, alzando la voz. "El Imperio está en pie. Somos Los Ángeles de la Muerte, los campeones designados por el Emperador. Somos los señores de la batalla, los portadores de la venganza. Somos los hijos de Sanguinius, la línea Roja de Sangre que nadie traspasará." Puso sus manos sobre la mesa y se inclinó hacia adelante. "Lo que está por venir te pondrá a prueba. Mirarás al cielo en busca de las estrellas y no las verás, los enjambres de Tiránidos bloquearán su luz, te maravillarás de la cantidad de criaturas que aterrizarán en estos mundos y dudarás de que se acabe alguna vez. Hablarás con tus psíquicos y tus bibliotecarios, y ellos te hablarán de la sombra que ciega y golpea a todos aquellos que miran en la Disformidad. Verás todo esto y creerás que no podemos prevalecer. Pero te digo esto: prevaleceremos. Los cortaremos con espada, proyectil, plasma y rayo láser. Por la fuerza de nuestra sangre, los haremos retroceder. Haremos de nuestra maldición una virtud, y liberaremos el salvajismo ilimitado de Sanguinius sobre estos intrusos. Haremos esto porque debe hacerse, haremos esto porque no hay otros para hacerlo." La flota Enjambre Leviatán viene contra nosotros con gran parte de su fuerza. Si estos mundos de Baal caen, todo el último Segmentum quedará abierto a sus enjambres. Las flotas colmenas se precipitarán hacia el norte, devorando todo a su paso, y el Imperio recibirá un duro golpe." Golpeó con el puño el mármol nuevo y perfecto de la mesa, rompiendo su superficie. "Esto no será así. Esta será una victoria donde solo ha habido derrotas. Aquí, en Baal, el Leviatán morirá." Su grito resonó por toda la cámara. Respiró hondo y entrecortadamente. Su furia afectó a todos los que estaban cerca de él, y al despertar, su sed provocó la de otros aún más lejanos. Y así, la ira Roja de Sanguinius irradió desde el Comandante Dante como ondas lentas en un charco de sangre, hasta que todos sintieron su toque y el impulso de luchar creció en los corazones gemelos de los guerreros. "El Imperio perdurará", gruñó Dante, "por la sangre de Sanguinius que llevo sobre mi frente y que llevo en mis venas, juro que así será."

Con el eco ancestral de las palabras de aliento y coraje que emanaron de las palabras de su progenitor genético en milenios pasados, Dante inflamó los corazones de los descendientes de Sanguinius, infundiendo en ellos un orgullo indomable y un coraje intrépido. En un éxtasis colectivo, los hijos del noble linaje corearon su nombre con fervor, erigiéndose como un respaldo inquebrantable para su comandante en la inminente batalla que se cernía sobre ellos.

No hubo tiempo para más festejos. Dante realizó los preparativos para contener la invasión tiránida. Sin embargo, lo que vendría era incontenible. Cientos de miles de naves aparecieron rumbo a Baal en formaciones tan densas que la flota de invasión parecía un colosal organismo de múltiples extremidades. La flota de los Sucesores de Sanguinius se enfrentó a ellos en órbita desde sus naves espaciales, y pronto el cielo sobre Baal estalló en una intensa tormenta de fuego provocada por las naves de Los Ángeles Sangrientos y los misiles orgánicos de las numerosas naves tiránidas.

A pesar del valiente asalto, las barcasas y los cruceros de los Marines Espaciales fueron cayendo uno tras otro. Descendiendo a órbita baja sobre Baal y sus lunas, empezó la invasión. En los páramos de Baal, las primeras oleadas de Tiránidos que descendieron al planeta fueron aniquiladas por la precisa artillería y las intensas ráfagas de proyectiles voltar, mucho antes de que alcanzaran tierra. No obstante, con cada segundo que pasaba, más esporas de Nanocitos caían desde la órbita baja, desgarrando su abultada carne para liberar a los Tiránidos contenidos en su interior.

A pesar de los esfuerzos de Los Ángeles Sangrientos, cuando llegó la décima ola, el suelo se convirtió en un tumulto de Tiránidos y empezaron a perder terreno. Durante semanas, los diversos Capítulos Sucesores de Los Ángeles Sangrientos combatieron incansablemente contra las interminables oleadas de Tiránidos.

La batalla llama. "No cedamos terreno, purifiquemos las tierras de Baal de estas abominaciones, en nombre de Sanguinius", Dante y los demás líderes del Capítulo impartían órdenes a sus hermanos mientras se enfrentaban valientemente a las legiones de Tiránidos más formidables y temidas del Enjambre.

Al mismo tiempo que ocurría la masacre, Mefisto, al conocer la futura llegada de demonios a Baal, atravesó enjambres voladores montado en una nave cuya tripulación estaba compuesta principalmente por Bibliotecarios seleccionados para detener a uno de los mayores enemigos de Los Ángeles Sangrientos: Kabanda, el demonio que había derrotado a su Primarca durante la Herejía de Horus. Al llegar al corazón de Baal, Mefisto y los Bibliotecarios iniciaron un ritual para evitar la aparición del Príncipe Demonio con su legión demoníaca.

Al adentrarse en los reinos caóticos, observó una legión de demonios liderada por Kabanda avanzando hacia el portal que conectaba con Baal. "¿Qué es esto?", los Ángeles detienen la puerta, "Me he ganado el derecho de pasar por aquí con sangre y fuerza, fuera, nos veremos muy pronto, te llamaré y te unirás a mí." Habló Mephiston. El espacio entre él y el demonio brillaba con calor. "No puede pasar los hijos del Gran Ángel, no lo permiten." Kabanda resopló de nuevo. "No tienes nada que hacer aquí, cistari", dijo burlonamente, "Entonces, ¿Cómo estoy aquí?", mencionó Mephiston, mirando a las oscuridades en los ojos de la bestia, "Te abjuro, salid de esta puerta por voluntad del Gran Ángel, tu señor de las alas rotas no tiene ningún poder sobre mí, voy por tu cabeza, pequeño cistari." "Baal caerá, los Ángeles verán su verdadera naturaleza y Corn se regocijará." Durante la batalla psíquica, una niebla roja generada por los psíquicos de Los Ángeles Sangrientos bloqueó el avance del demonio. Sin embargo, los Bibliotecarios sufrieron combustiones internas, y la lucha se inclinó hacia los demonios. A pesar de ello, Mefisto y los supervivientes libraron un último contraataque psíquico, desviando la brecha de la realidad hacia la luna de Baal Primus, en lugar de Baal. El señor de la Muerte y los pocos Bibliotecarios sobrevivientes no pudieron luchar en la invasión tiránida.

En la cueva de invocación, Los Angeles Podrán enfrentar la voracidad de los tiránidos. Kanda reclamara su venganza con la sangre de los hijos de Sanguinius. La esperanza se agota a medida que pasa el tiempo.








Fin del cap

Una Vida PasadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora