Capitulo 3. RECUERDOS DOLOROSOS

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Buenas gente perdón por la demora van notar que es más largo para que puedan darse una idea el próximo cap daré datos para que todo esté más claro

Sin más que decir que disfruten del cap

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Baal El cuerpo de Dante estaba tendido en el suelo, inconsciente, mientras la oscuridad lo envolvía cada vez más. Su descanso, que tanto anhelaba, estaba cerca. Sin embargo, un destello gradualmente empezó a disipar las sombras de la muerte, alumbrando los alrededores del Señor de los Ángeles Sangrientos y llevándose consigo los dolores de Dante. El Sanguinor había acudido a él al final de su servicio.

—Tú viniste —dijo, con la garganta seca y los labios entumecidos—. Después de todo, viniste.El Sanguinor guardó silencio, pero dio un paso atrás y abrió un brazo para indicar una presencia mayor detrás de él. Dante contempló una figura imponente, un ser alado cuya presencia irradiaba un resplandor similar al sol. La sola presencia de este ser emanaba la misma calidez que siempre había escuchado sobre él.Era el propio Sanguinius.

—Mi hijo —dijo Sanguinius—, mi mejor hijo.El Primarca se acercó a él. Dante estaba de espaldas, pero al mismo tiempo era como si flotara en un inmenso vacío, y Sanguinius flotaba frente a él. Sin embargo, cuando el Primarca lloró, sus lágrimas cayeron sobre el rostro de Dante. Todo el orden de la realidad fue perturbado, pero esto se sintió como un sueño o una visión. Cuando los dedos resplandecientes de Sanguinius trazaron la línea de la mejilla de Dante, eran sólidos y cálidos, y le trajeron una sensación de paz y gozo sagrado.

—Has sufrido mucho por el bien de la humanidad —dijo Sanguinius, mirando a Dante—. Has ganado tu descanso mil veces. Pocas veces un hombre ha dado tanto. La luz de Baal Secundus ha sido una luz en tiempos oscuros. Te daría cualquier recompensa, te llevaría a mi lado. Yo te libraría de la lucha, te liberaría del dolor.

—Así es —dijo Dante—. Por favor, he servido tanto tiempo. Concédeme la libertad de la muerte.Sanguinius miró a Dante con profunda tristeza.

—No puedo. Lamento no poder hacer ninguna de esas cosas. Te necesito, Dante. Tu sufrimiento no ha terminado.Sanguinius tomó la cara de Dante con ambas manos. La fuerza fluyó del Primarca, expulsando el consuelo de la muerte y reemplazándolo con dolor. La escena se onduló, escuchó los gritos de los Marines Espaciales, sintió el toque fantasmal de manos vivas sobre su armadura. Sanguinius se desvaneció.

—Por favor, no —clamó Dante—. Mi señor, ya he hecho suficiente. Por favor, déjame descansar.La luz moría. La sonrisa de Sanguinius traía consigo las penas de diez mil años. La oscuridad estaba regresando. El gran ángel desapareció en ella, pero su gloriosa voz se demoró un momento.

—Lo siento, hijo mío, que no puedas descansar aún. No. Vive, hijo mío, vive.Dante volvió a la vida pidiendo a gritos la muerte solo para caer en la inconciencia 

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Una Vida PasadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora